jueves, 26 de julio de 2018

Origen e Historia de las Lenguas (I)

 El Origen de las LenguasSegún el Génesis: “Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras.”

En la actualidad hay unas seis mil quinientas lenguas en nuestro mundo. De ellas, solamente veinticinco pueden considerarse importantes por su extensión y por su producción escrita. 

La pregunta que ha preocupado siempre a pensadores y lingüistas es inmediata: ¿De dónde surgió tal diversidad? ¿Cuál fue el origen de todas las lenguas?

Empecemos con algunas ideas sobre el origen fisiológico del lenguaje. El hecho de que la actividad lingüística tenga su base fisiológica en la actividad analítico-sintética de la corteza cerebral dirigió el esfuerzo de los científicos a tratar de dilucidar, en qué áreas de la corteza cerebral podría localizarse esta función psíquica. Uno de los más eminentes fue Paul Pierre Broca (1824 – 1880), que fue un médico, anatomista y antropólogo francés. Fue un niño prodigio, consiguiendo graduarse simultáneamente en literatura, matemática y física. 




 Es famosa su frase:“Prefiero ser un mono transformado que un hijo degenerado de Adán”. Ingresó a la escuela de medicina cuando tenía sólo 17 años y se graduó a los 20, cuando la mayoría de sus contemporáneos apenas comenzaban sus estudios médicos. Broca estudió medicina en París. Pronto se convirtió en profesor de la cirugía patológica en la Universidad de París y un notable investigador médico en muchas áreas.

A la edad de 24 años fue reconocido con premios, medallas y posiciones importantes. Sus trabajos científicos tempranos tuvieron que ver con la histología del cartílago y hueso, pero también estudió la patología del cáncer, el tratamiento de aneurismas y la mortalidad infantil. Como neuroanatomista excelso, hizo importantes contribuciones al entendimiento del sistema límbico.

En 1861 Broca estudió a un enfermo que mostraba dificultades articulatorias severas, y que presentaba una lesión en su corteza cerebral, causante de dichos trastornos. La zona dañada, tercera circunvolución inferior del hemisferio izquierdo, fue denominada por Brocá como causal de problema, zona a la que denominó como centro motor del lenguaje.

 De igual forma, Karl Wernicke (1848-1905), neurólogo y psiquiatra alemán conocido por sus estudios sobre la afasia (alteraciones de la expresión y/o la comprensión causadas por trastornos neuronales), apoyándose en una serie de observaciones, llegó a la conclusión de que la región comprendida en el tercio posterior de la circunvolución temporal superior del hemisferio izquierdo, constituía el centro de comprensión del habla (centro sensorial del lenguaje).

En El síndrome afásico (1874), describió lo que más tarde se denominaría afasia sensorial (imposibilidad para comprender el significado del lenguaje hablado o escrito), distinguiéndola de la afasia motora (dificultad para recordar los movimientos articulatorios del habla y de la escritura), descrita por primera vez por el cirujano francés Paul Broca.

Aunque ambos tipos de afasia son resultado de un daño cerebral, Wernicke encontró que la localización del mismo era distinta. La afasia sensorial se debe a una lesión en el lóbulo temporal. En cambio la afasia motora está provocada por una lesión en el área de Broca, situada en el lóbulo frontal. Wernicke utilizó las diferentes características clínicas para formular una teoría general de las bases neurológicas del lenguaje. También describió, en colaboración con el psiquiatra ruso Sergei Korsakov, un tipo de enfermedad cerebral, debida a una deficiencia de la vitamina B1 o tiamina, llamada encefalopatía alcohólica de Wernicke o síndrome de Wernicke-Korsakov.

El área de Wernicke es una parte del cerebro humano situada en la corteza cerebral en la mitad posterior del circunvolución temporal superior, y en la parte adyacente del circunvolución temporal media. Corresponde a las áreas 22, 39 y 40 de Brodmann. Pertenece a la corteza de asociación o córtex asociativo, específicamente auditiva, situada en la parte postero-inferior de la corteza auditiva primaria área de Heschl. Su papel fundamental radica en la decodificación auditiva de la función lingüística (se relaciona con la comprensión del lenguaje); función que se complementa con la del Área de Broca que procesa la gramática.

La afasia de esta área que se denomina como fluente, es aquella en la que el paciente no presenta problemas en la articulación de palabras; no hay disfunción motora del habla, sin embargo, este no comprende lo que oye, a diferencia de la afasia de Broca, denominada como no fluente, donde sucede lo contrario, se pierde la habilidad de elaboración de palabras, aunque el paciente sí comprende lo que escucha. Debe su nombre al neurólogo y psiquiatra alemán Karl Wernicke.

El sánscrito es una lengua antigua del grupo indoario de la familia indoeuropea, que floreció en el sur de contiene asiático. Aunque los antiguos habitantes del norte de la India hablaban varios dialectos parecidos a lo que hoy llamamos sánscrito clásico, en general se considera que el sánscrito es una lengua escrita que ha funcionado como vehículo de expresión y comunicación entre líderes religiosos brahamánicos y eruditos. El sánscrito es la principal lengua litúrgica del hinduismo, el jainismo y el budismo mahayana.

La literatura escrita en esta lengua es vasta y se ha expandido a través de muchos siglos. Podemos decir que ha gozado de publicación casi ininterrumpida desde el 1500 a.C. hasta la fecha. Sin embargo, los historiadores identifican dos épocas principales de la literatura sánscrita: el periodo védico, aproximadamente entre los años 1500 y 200 a.C., y el periodo clásico, entre el 500 y el 1000 de nuestra era. Los Vedas son los textos más antiguos en sánscrito y las escrituras más antiguas del hinduismo, y están escritos en sánscrito arcaico, al que muchos llaman, justamente, sánscrito védico.

Las dos grandes obras épicas de la India, el Ramayana –la vida de Rama– y el Mahabarata –el gran relato de los Bharatas– también fueron originalmente traducidas a muchos idiomas regionales. Además de ser utilizado para temas religiosos, el sánscrito también fue el principal medio para propagar conocimiento sobre temas de lógica, matemáticas, astronomía y filosofía. Durante su larga historia, el sánscrito se ha escrito con el alfabeto devanagari así como el alfabeto de varias lenguas regionales, tales como el bengalí, del este de la India, el gujarati, de oeste, y el tamil, del sur.

 El alfabeto grantha se diseñó exclusivamente para textos de sánscrito durante el siglo V d.C., bajo el reinado de los Pallavas en el sur de la India. Hoy en día, la literatura en sánscrito por lo general se publica en el alfabeto devanagari, aunque aún hay textos en sánscrito escritos en alfabetos regionales en circulación.

La Dinastía Pallava fue una dinastía Tamil Dravidiana que gobernó el norte de las regiones de Tamil Nadu y Andhra Pradesh, estableciendo su capital en la ciudad de Kanchipuram. Alcanzaron el poder durante los reinados de Mahendravarman I (571 – 630 d.C.) y Narasimhavarman I (630 – 668 d.C.) dominando a los Telugus y las partes septentrionales del antiguo país Tamil por más de seiscientos años hasta el fin de la dinastía en el siglo IX.

 A lo largo de su reinado estuvieron en constante conflictos con Chalukyas de Badami y con los reinos tamiles de la Dinastía Chola en el norte y con los Pandyas en el sur, resultando finalmente vencidos en el siglo VIII por los reinos Chola. Los Pallavas son conocidos por patrocinar las más grandes obras de la arquitectura dravidiana las cuales aún pueden ser vistas en Mahabalipuram.

Este pueblo dejó como legado magníficas esculturas y templos creando las bases de la arquitectura dravidiana clásica. Algunas fuentes mencionan a Bodhidharma, fundador de la escuela Zen del Budismo en China, como un príncipe de esta dinastía, siendo un contemporáneo de Skandavarman IV, Nandivarman I, e incluso del hijo de Simhavarman II, pero estos datos aún no son confirmados. El Reino Pallava marcó un momento de grandes espirituales en el sur de la India, con el declive del budismo, emergieron el jainismo y el movimiento Bhakti.

Se destaca de esta monarquía, el floreciente comercio marítimo con la isla de Sri Lanka y con los pueblos del Sureste asiático. Los alcances de la próspera cultura Pallava se evidenciaron luego del tsunami del 26 de dicimbre del 2004 con la aparición de un conjunto de estructuras que hoy en día forman parte del Patrimonio Histórico de la India. Especialistas en las culturas del sureste asiático afirman que la escritura pallava tiene su origen en el alfabeto vatteluttu, propio del sur de la India y que es la base de muchas lenguas actuales como el Khmer, el birmano y el javanés.

La palabra pallava traduce rama o tronco en sanscrito. Esta misma palabra en Tamil se traduce como Tondaiyar, a ello se debe que en algunos lugares los reyes de esta dinastía se les conoce como Thondamans o Thondaiyarkon. Su territorio era conocido como Tundaka Visaya o Tundaka Rashtra. El rey de Chola Karikala Chola anexa la región ahora denominada Tondaimandalam después de derrocar a la dinastía Kurmubar y se la dio a su valiente hijo Athondai Chakravarti. La región de ahora en adelante vino a ser conocida como parte de los dominios del rey Athondai.




 Con el colapso del poder de Satvahana, los Pallavas afirmaron su poderío y adjuntaron una gran parte del territorio de los Chola. Tras el colapso de los Satavahanas cerca del 225 d. C., los Pallavas de Tondamandlam ampliaron sus dominios hasta el río Krishna. Los Vanniakula Kshatriyas de Tamil Nadu son descendientes de los reyes Pallavas. Los Pahlavas son un pueblo que aparece en numerosos textos hindues de la antigüedad, entre ellos el Manu Smriti, varios Puranas, en el Ramayana, en el Mahábharata, y en el Brhatsamhita. De acuerdo a estudios realizados por P. Carnegy, los Pahlava serían posiblemente un pueblo que hablaba el Paluvi o Pehlvi, un lenguaje partiano. Buhler igualmente sugiere que Pahlava es una forma índica de Parthava, nótese su cercanía con Partia.

 El idioma parto, también conocido como pahlavi arsácido, es una lengua extinta del grupo noroccidental de la familia irania cuyo origen se sitúa el imperio parto (ubicado en el actual noreste de Irán, más en concreto en la provincia de Jorasán y otros territorios limítrofes como el sur de Turkmenistán). Este idioma fue la lengua oficial de este imperio bajo la dinastía arsácida (248 a. C. – 224 d. C.).

El idioma parto era el más oriental de las lenguas iranias noroccidentales. Este hecho provocó que retuviera muchos arcaísmos propios de las lenguas orientales, a lo que también ayudó que la dinastía fuera fundada por la tribu parni que había migrado desde las estepas de Asia central a Partia.

En un principio los parni hablaban una lengua irania nororiental relacionada con otras de la misma zona como el escita y el bactriano.

 El estudio de las tribus indoiranias desvela que no era inusual que al migrar adoptaran la lengua local además de las costumbres y creencias de los pueblos en los que se asentaban, ya fuera por mera migración o conquista. Todos los textos pallavas remontan el origen del clan cerca del año 1279 a.C y hacen relación con una posible relación con el clan brahma-kshatra de Bharadwajan.

Aswattaman, hijo de Drona, es conocido como el padre de este clan. Según la literatura pallava, una vez el bravo Aswattaman ” quien durante esa noche de guerra luchó ferozmente contra el ejército del demonio Rakshasa de Ghatotkacha ” renunciándo a la vida mundana, hizo meditación en la provincia de Funan, en el sureste asiático, cuando una ninfa celestial llamada Menaka, en una de sus visitas a la Tierra, pidió su mano. Como resultado de esta unión nació un “apuesto príncipe” llamado Pallava.

Desde el principio Pallava tuvo como ancestros a un valiente guerrero (Aswattaman) y a una ninfa celestial (Menaka), por ello sus descendientes son vistos como una mezcla de ambos. Muchas leyendas asocian este relato con algunos extractos del Ramayana y del Mahabharatha. En todos aparece Aswattaman.

En su estructura gramatical, el sánscrito tiene parentesco con lenguas indoeuropeas –como el griego y el latín–, y ésta es una de las razones por las que este antiguo idioma interesó enormemente –y sigue interesando– a los académicos europeos.

Sin embargo, la gramática del sánscrito más reconocida, la escribió Panini, un gramático de la India que vivió alrededor del 400 a.C. y formuló las 3 959 reglas del sánscrito. La gramática de Panini, llamada Ashtadhyayi, ha influido a muchas teorías lingüísticas modernas. En la biología evolutiva hay dos grandes corrientes de pensamiento: una dice que se produce de manera gradual y otra que se produce a saltos.

Los gradualistas sostienen que la evolución de las especies ocurre de forma gradual, mientras los partidarios de que se produce a saltos defienden la idea de que los cambios son abruptos, y que antes y después de los mismos, prácticamente no se produce cambio alguno durante largos periodos de tiempo. En relación con la evolución de las lenguas se han planteado incógnitas similares.

Un equipo dirigido por el británico Mark Pagel publicó en la revista Science los resultados de un estudio en el que analizaron la evolución de las lenguas indoeuropeas (en Europa), de las bantúes (en África) y de las austronesias (en el Pacífico). Encontraron que la variación más fuerte ocurre en el momento en que se produce la divergencia entre variedades para surgir nuevas lenguas.

Así, han deducido que un tercio de la variación del vocabulario en las lenguas bantúes se ha producido en los periodos de diferenciación, y que esas proporciones han sido de un quinto en las lenguas indoeuropeas y de un décimo en las austronesias.

 La hipótesis que se ha propuesto para este fenómeno es que la diferenciación que da lugar a la aparición de nuevas lenguas es un fenómeno de evolución cultural que tiene una cierta componente activa y que obedece al interés de las correspondientes comunidades por diferenciarse entre sí. A eso se debería que en los momentos iniciales de la diferenciación el proceso sea especialmente acusado, haciéndose más gradual posteriormente.

Las distintas proporciones de diferenciación en las bifurcaciones propias de cada familia de lenguas abonan la idea de la componente activa en el proceso de generación lingüística.

Allí donde la separación entre comunidades vino muy determinada por barreras físicas, como el caso de las islas del Pacífico, no se necesitaba acentuar las diferencias y por tanto el proceso de diferenciación ha sido mucho más pasivo.

 Esto es, el mismo aislamiento de las comunidades actuaría diferenciando pasivamente a unas lenguas de otras. Se deduce, pues, que las comunidades bantúes experimentaban, por comparación, una mucho mayor necesidad de diferenciación cultural, por lo que la diferenciación de esas lenguas ha sido más activa que las de las otras familias. Si esta hipótesis es correcta, parece claro que las lenguas, en todo el mundo, son algo más que herramientas de comunicación.

 Dos hipótesis compiten para ubicar el origen de las lenguas indoeuropeas. La clásica es la que sitúa dicho origen en las estepas pónticas, al norte del Mar Negro, la cordillera del Caucaso y el Mar Caspio, hace unos 6.000 años. La alternativa propone que surgieron hace entre 8.000 y 9.500 años en Anatolia, y que se extendieron a partir de ese momento por Europa y hacia la India, siguiendo la expansión agrícola del Neolítico.

La hipótesis del origen estepario atribuye la expansión hacia Europa y el Oriente Próximo a pueblos de pastores seminómadas que han sido agrupados bajo la denominación de “kurganes”. Esa hipótesis se ha basado en estudios de “paleontología lingüística”, reconstruyendo términos de la “protolengua” ancestral y haciendo así inferencias acerca de la cultura y el ambiente de los hablantes.

La protolengua o lengua reconstruida es la reconstrucción probable de la lengua origen de un grupo de lenguas, sea una rama o una familia, sobre la base de las coincidencias y rasgos comunes a dicha familia de lenguas que no constituyan innovaciones o préstamos.

Dicha reconstrucción se realiza mediante la comparación de lenguas o método comparativo de dicho grupo aplicando los métodos de la lingüística histórica. Normalmente el proceso de reconstrucción empieza reconstruyendo el nivel fonético-fonológico de la lengua madre, lo cual se hace en tres etapas:

Se establecen listas de cognados, es decir, palabras con significado idéntico o muy parecido y que tienen formas fonéticas cercanas o relacionables mediante leyes fonéticas; Se establecen correlaciones regulares entre sonidos en forma de leyes fonéticas; Para cada correlación regular se conjetura el fonema o fonemas que podían haber sido los originales en la protolengua y que por diferentes evoluciones regulares dieron lugar a diferentes sonidos (la regularidad de la evolución es lo que explicaría la ocurrencia de correlaciones regulares y leyes fonéticas).

Naturalmente, este proceder no puede hacer olvidar la existencia de leyes fonéticas que relacionan sonidos o segmentos muy distintos entre sí, como los famosos casos (según Meillet) existentes entre el armenio y las restantes lenguas indoeuropeas.

Es más, este tipo de correspondencias inexplicables por mera casualidad son las preferidas por los comparatistas para su labor en este apartado, al igual que en morfología son muy relevantes las irregularidades compartidas. La reconstrucción del nivel morfosintáctico y otros es bastante más complejo y no es sencillo sistematizarlo en un conjunto de pasos. En general se empieza por la identificación de un conjunto de morfos que se encuentran en varias lenguas, aunque el problema de descubrir la función y la extensión de uso de cada morfo suele resultar complicado debido a que el mismo segmento puede haber adquirido diferentes funciones gramaticales en cada lengua.




La reconstrucción del orden básico y el orden de constituyentes resulta de ordinario difícil, ya que es un aspecto más fácilmente cambiante de las lenguas. Sin embargo, otros aspectos, como la existencia de concordancia gramatical en la protolengua, en general es más fácilmente determinable.

Es importante entender que habitualmente la reconstrucción se aplica a una lengua que dejó de hablarse hace tiempo, y generalmente es desconocida en su mayoría, es decir, no existen inscripciones o referencias escritas.

Dicho proceso de reconstrucción pretende conjeturar cuál fue el camino seguido en la evolución de la lengua, y recorrerlo en sentido inverso. Históricamente, la primera protolengua reconstruida fue el protoindoeuropeo o indoeuropeo común, lengua madre que habría dado lugar a las lenguas romances, germánicas, griegas, eslavas e indoiranias. Esto se realizó a finales del siglo XIX, y entonces el método comparativo adquirió un carácter plenamente científico (inducción + deducción). Desde entonces se han hecho decenas de reconstrucciones de otras protolenguas.

Con todo, la reconstrucción interna puede y debe a veces aplicarse al resultado de la comparación (por ejemplo, a la protolengua de primer grado) o a diferentes etapas de la prehistoria de las lenguas particulares, no sólo para descubrir nuevos procesos o formas, sino para establecer cronologías relativas entre estos. También se han basado en la existencia de supuestas relaciones tempranas entre las familias de lenguas indoeuropeas y las de lenguas urálicas del norte de Eurasia.

Por su parte, las estimaciones de la edad de la familia indoeuropea basadas en modelos de evolución de vocabulario apoyan la hipótesis de su origen anatolio. Esas dos hipótesis, la clásica y la de origen estepario, han sido sometidas a contraste recientemente mediante un método desarrollado originariamente para estudiar el origen de epidemias de virus a partir de secuencias moleculares.

En vez de secuencias moleculares, el estudio de las lenguas se ha basado en el vocabulario y rangos geográficos de 103 lenguas indoeuropeas, incluyendo tanto las existentes en la actualidad como lenguas ya desaparecidas.

Los resultados del estudio apoyan con claridad la hipótesis del origen anatolio y son consistentes con un inicio de la expansión de esas lenguas desde Anatolia hace entre 8.000 y 9.500 años, a la vez que se difundió la agricultura. Se trata, al parecer, de un escenario similar al propuesto para otras expansiones lingüísticas en el Pacífico, Sudeste asiático y África subsahariana, lo que pondría de relieve la gran importancia de la agricultura en la conformación de la diversidad lingüística en el mundo. Los autores del trabajo indican, no obstante, que no debe considerarse la expansión de la agricultura como el único factor impulsor de la extensión y la diversificación lingüística.

Las cinco subfamilias lingüísticas principales, -célticas, germánicas, itálicas, báltico-eslavas e indoiranias-, habrían aparecido como líneas diferenciadas hace entre 4.000 y 6.000 años, de manera simultánea a ciertas expansiones culturales, según los registros arqueológicos, entre las que se encontraba la expansión kurgana.

Y dentro de cada subfamilia, las lenguas se habrían empezado a diversificar hace entre 4.500 y 2.000 años, mucho después de que la agricultura se hubiese expandido globalmente. Los recuentos que se han hecho de las lenguas que se hablan en el mundo raramente coinciden. Mientras la base de datos Ethnologue (Summer Institute of Linguistics, Dallas, Texas, 1996) proporciona cifras que oscilan entre 6.700 y 8.370 lenguas, al incluir lenguas extinguidas.

Pero otros investigadores, como David Dalby (Global Language Register, 1997), las sitúan en más de 10.000. Esta oscilación obedece a que un elevado número de lenguas no tiene representación literaria, muchas son simples variantes dialectales, un porcentaje muy alto se halla en proceso de desaparición o de asimilación y un buen número de lenguajes para ciegos y sordos, jergas profesionales o étnicas y variantes híbridas o pidgin quedan o no recogidos por los distintos informadores.

Algunas lenguas apenas tienen hablantes, y éstos suelen ser ancianos; otras se hallan restringidas al ámbito religioso; muchas han dejado de ser maternas y han sido relegadas a un segundo plano como lenguas subordinadas de otras de mayor prestigio y uso.

Las denominaciones de las lenguas o variantes dialectales de las que se tiene noticia alcanzan la cifra de 40.000, ya que muchas son conocidas por varios nombres o reciben el de las etnias que las hablan.

La extraordinaria riqueza lingüística de Oceanía (1.365 lenguas) no guarda proporción con su reducida población (28 millones de habitantes) y extensión territorial (unos 9 millones de km2 de superficie emergente, la mayor parte ocupada por Australia).

Lo más sorprendente es que sólo en la isla que comprende la parte occidental de Nueva Guinea (antigua Nueva Guinea holandesa, hoy Irian Jaya, bajo el dominio de Indonesia) y la República de Papúa Nueva Guinea (antes Nueva Guinea australiana) se hablan 1.075 lenguas (256 y 819 respectivamente), ligeramente por debajo del número total de las que se hablan en América (1.269), cuya extensión geográfica (42 millones kms2) es cinco veces superior, siendo su población (738 millones de habitantes) catorce veces la de Oceanía. P

or su parte, África y Asia alojan un cuerpo lingüístico similar (2.674 y 2.567 lenguas respectivamente), si bien la población de Asia (más de 3 mil millones de habitantes) es cinco veces la de África (de unos 662 millones de habitantes).

Europa (unos 710 millones de habitantes) tiene una población parecida a la de África, aunque su densidad demográfica se halla muy por encima de la de este último continente, sobre un territorio tres veces más pequeño (10,5 millones de km2) y con un inventario de idiomas cinco veces inferior (462). La dimensión territorial de América y Asia es semejante; pero mientras la población asiática cuadruplica la americana, la lingüística es sólo el doble.

Con arreglo al número de habitantes, la proporción entre el número de lenguas que se hablan en Europa y Asia es algo inferior en Europa. Pero si, en un ejercicio de lingüística ficción, la población de Oceanía fuese la misma que la de Asia y el número de lenguas que se hablan en Oceanía fuese proporcional a la población actual de Asia, allí se hablarían nada menos que 156.300 lenguas.

En la misma línea, tomando la población de Asia como punto de partida, podemos establecer parecidas proporciones respecto de una hipotética distribución de las lenguas en el mundo: en África se hablarían 13.272 lenguas, en América 5.586 y en Europa 2.152.




Cabe preguntarse de dónde procede tan enorme diversidad y cuál debió ser la situación en el pasado, habida cuenta que muchas lenguas ya han dejado de existir debido a las políticas genocidas de las distintas tribus, naciones y gobiernos a lo largo de la historia de la humanidad, y también a causa de la inestabilidad interna de todas las lenguas, cuya evolución es constante; Jenofonte, por ejemplo, necesitaría hoy un intérprete para seguir la conversación de un hablante de griego moderno.

Los argumentos siguen una línea darwinista: la introducción de los sistemas de escritura y las tendencias universales hacia la selección y potenciación de modelos lingüísticos unitarios y uniformistas, sobre todo tras la aparición de la imprenta, pueden haber limitado la capacidad de evolución de los sistemas tradicionales de comunicación verbal.

Asimismo los grandes movimientos migratorios del pasado -pongamos por caso los gitanos, salidos de la India en el siglo XIII o XIV- se han reducido en los últimos mil años, contribuyendo de esta manera a fijar las fronteras modernas, estabilizar sus respectivas comunidades y, por ende, sus lenguas. Un mayor grado de aculturación puede guardar cierta correlación negativa con la fragmentación lingüística. Como contraste, el aislamiento, hasta fechas relativamente recientes, de las comunidades caucásicas, amazónicas, subsaharianas y papúes respecto de los modelos culturales europeos es un claro marcador de su diversidad lingüística.¡

La pluralidad de las Américas responde a la distribución etnolingüística precolombina; el desembarco de Colón dio comienzo a una etapa de exterminio lingüístico que, con toda probabilidad, finalizará en un par de siglos.

Igualmente las grandes corrientes religiosas -sobre todo las monoteistas como el Islam, el Cristianismo o el Judaísmo- con su labor universalista y unificadora, han forzado el empleo de una lengua común para sus fieles, relegando a los vernáculos a una función marginal y profana.

El Cristianismo mantuvo esta política al menos hasta la Reforma; pero mientras el latín ha seguido siendo el vehículo oficial de comunicación de los católicos con su divinidad hasta hace unas pocas décadas, por el contrario la liturgia protestante contribuyó sustancialmente al desarrollo de los vernáculos.

Actualmente los misioneros ponen un gran empeño en aprender las lenguas indígenas como punto de encuentro con sus fieles, participando directamente en la codificación de las lenguas verbales mediante la traducción de la Biblia y los Evangelios y la elaboración de diccionarios y gramáticas.

La labor del misionero Mihalic en Papúa Nueva Guinea con sus manuales de tok pisin fue considerable. En otro orden de cosas, hay lugares muy poco productivos desde un ángulo lingüístico y otros extraordinariamente fértiles.

Dos países de extensión similar a la de España, como Papúa Nueva Guinea y Camerún, presentan cifras lingüísticas y demográficas muy distintas: en España, con 504.750 km2 y unos 40 millones de habitantes, se hablan 14 variedades lingüísticas; en Papúa Nueva Guinea (462.840 km2 y 4,5 millones de habitantes) nada menos que 817; y en Camerún (475.442 km2 y 12,5 millones de habitantes) 286. En Nigeria (923.768 km2 y 114 millones de habitantes) se hablan 478 idiomas, mientras que en Bangladesh (144.000 km2 y 127 millones de habitantes) sólo 35.

Como contraste, en México (casi 2 millones de km2 y 81 millones de habitantes) aparecen registradas 289 lenguas; en Irian Jaya (412.981 km2 y 1,6 millones de habitantes) 256; en la India (más de 3 millones de km2 y unos 1000 millones de habitantes) 407; en Australia (7,6 millones de km2 y más de 18 millones de habitantes) 236; en Zaire (antes República Democrática del Congo, con 2,3 millones de km2 y 49 millones de habitantes) 221; y en Myanmar (antes Burma, con 678.500 km2 y 47 millones de habitantes) 110. En el lado opuesto observamos que en Bielorusia (207.600 km2 y 10,4 millones de habitantes) sólo se habla 1 lengua; en Chile (756.950 km2 y 14,7 millones de habitantes) 10; y entre las dos Coreas (219.020 km2 y 67 millones de habitantes) 3 lenguas solamente.

Las diez primeras lenguas del mundo, por el número de hablantes naturales, son el chino mandarín (885 millones), el inglés (322 millones), el español (266 millones), el bengalí (189 millones), el hindi (182 millones), el portugués (170 millones), el ruso (170 millones), el japonés (125 millones), el alemán (98 millones) y el chino wu (77 millones).

 El número de lenguajes de señales para sordos repartidos por el mundo alcanza la cifra de 103.

Hay 16 variantes gitano-romanís, 27 judías, 79 híbridos criollos o pidgin y 114 lenguas pendientes de clasificar, la mayoría en Brasil, India y Colombia. Cabe señalar una lista de 94 especies o subespecies lingüísticas europeas en peligro de extinción, preparada por el finlandés Tapani Salminen por encargo de la UNESCO (1996), en la que figuran, entre otras, el yiddish (judeo-alemán), el ladino (judeo-español), el bretón, el gaélico, el galés, el leonés, el asturiano, el aragonés, el catalán de Alghero (Italia), el provenzal, el gascón, el euskara y el gallego.

El catalán (unos 12 millones de habitantes que lo hablan) aparece expresamente mencionado como lengua sin riesgo alguno de desaparición. La presencia de una lengua en un territorio geográfico no excluye su uso en lugares apartados del mismo, teniendo en cuenta los constantes movimientos migratorios de población y las deportaciones.

También se da el fenómeno de la expansión de determinadas lenguas -por ejemplo, el inglés, el francés o el español, cuyo número real de hablantes es imposible de determinar al haber sido adoptadas por millones de hablantes no nativos. Igualmente se da el caso frecuente de que el mismo grupo étnico es multilingüe y, en contra de lo que cabría esperar, comunidades diferentes e independientes comparten el mismo sistema lingüístico.

 La distinción entre lengua y dialecto no es fácil, puesto que entran en juego factores sociológicos y extralingüísticos como el autogobierno, la conciencia étnica y el prestigio de una variante respecto de otras próximas. Los profanos creen que las diferencias de acento, léxico o gramática son señales de autonomía.

Sin embargo, la única forma de discernir entre lenguas y dialectos más o menos aceptable entre los sociolingüistas, aunque resulta poco fiable, es mediante la afirmación de mutua inteligibilidad: si los hablantes de dos comunidades diferenciadas se entienden entre sí sin graves problemas de comunicación, se dice que hablan dialectos de la misma lengua; si la comprensión presenta obstáculos importantes, se dice que hablan lenguas distintas.

La cuestión se complica en el momento de su codificación para la alfabetización de la población y su aprovechamiento educativo; la toma de decisiones es entonces determinante para situar cada variante en el plano que presumiblemente le corresponde. Puede darse el caso de que los extremos de un mismo continuo lingüístico -la misma lengua- se hallen tan separados que susciten dudas fundamentadas acerca de su calificación como lenguas o dialectos. Ahí está el caso del ticinés, el lombardo y el italiano, que son casi ininteligibles entre sí.

 El problema no siempre se resuelve con un análisis estrictamente lingüístico como son la tipología, la descripción contrastiva de las respectivas morfologías, el inventario léxico, la calidad y la cantidad fonológicas y la representación ortográfica de las distintas combinaciones fonémicas, sino que tienen que sopesarse otros procedimientos sociolingüísticos y etnolingüísticos para averiguar qué factores empujan a los hablantes a elegir su modelo comunicativo.

Pero cualquier arranque de genio nacionalista puede dar al traste con todo ello y señalar con una medida política radical los confines de la lengua de la comunidad respecto de la del país vecino, aunque ambas formen parte del mismo continuo.

Los estudios realizados sobre las grandes familias lingüísticas como el proto-indoeuropeo, del que provienen las distintas variantes albanesas, anatólicas (como el extinguido hitita), armenias, balto-eslávicas, célticas, germánicas, griegas, indoiraníes e itálicas indican que las distintas particiones y su dispersión geográfica comenzaron hace aproximadamente 6.000 años.

Los troncos del continente euroasiático comprenden, además del indoeuropeo, el cartveliano o georgiano, el urálico (finlandés, húngaro), el mongol, el tungúsico o manchú, el caucásico noroccidental y nororiental, el japonés y el chucotco-camchatcan de Siberia. Sus sucesivas fragmentaciones tuvieron lugar en períodos diferentes. En el grupo afroasiático sobreviven ramas como el bereber, el chádico, el cushítico, el omótico y el semítico. El antiguo egipcio, del que se deriva el copto, pertenece al mismo linaje. La antigüedad de la familia afroasiática se calcula entre 12.000 y 24.000 años. Otras familias se hallan repartidas por América Central, Norteamérica, Sudamérica y el Pacífico.

El número de isolantes o especies lingüísticas infértiles, es decir, que carecen de ramificaciones conocidas, probablemente por extinción de las mismas, supone un 30% del total de los linajes del planeta, entre ellas el vasco, el coreano, el kutenai en Estados y Canadá y el yuracare en Bolivia, junto con sus respectivas variantes dialectales, que siguen ocupando el mismo nicho.

El vasco o euskera es la única lengua no indoeuropea de la península Ibérica, y la única, juntamente con el finés, estonio, el húngaro y el maltés, de Europa. Tuvo una marcada influencia en la evolución del sistema fonético del castellano (véase sustrato vasco en lenguas romances).




Tras un periodo prolongado de declive, estuvo a punto de desaparecer: su lenta recuperación no comenzó hasta finales de la década de 1950 y principios de la de 1960. Existen diversidad de hipótesis que emparentan el euskera con otras muchas lenguas europeas y el hallazgo de toponimia vasca en diversas zonas europeas incluso provocó la hipótesis de que su extensión fuera a nivel europeo.

El ruso Karl Bouda emparentó el euskera con diversos idiomas hablados en Siberia (chukche) y el argentino Gandía reflejó que “El pueblo vasco es el pueblo más viejo de Europa“. Su lengua es la que se hablaba desde el Cáucaso al Atlántico y desde el norte de África al norte de Europa en los períodos paleolítico y neolítico. Los arios o indoeuropeos, los etruscos, los íberos y otros pueblos de la antigüedad son posteriores a los vascos. Otras hipótesis, más especulativas, hablan de un origen atlante.

Steven Arthur Pinker, prominente psicólogo experimental, científico cognitivo, lingüista y popular escritor de origen canadiense, siguiendo una línea darvinista, atribuye el nacimiento y el progreso del lenguaje a una estrategia de adaptación y especialización. La diversidad -en forma de acento y dialecto- básicamente se puede justificar como un modo de reconocimiento de la especie y de un grupo concreto.

Los distintos sistemas de codificación del lenguaje contribuyen de esta manera a mantener la reserva de servicios dentro del grupo y a enmascararlos ante el peligro de que grupos extraños accedan a ellos. La interpretación que se da en la Biblia acerca de la diversidad y sus consecuencias no deja de ser un mito.

 Muchos dicen que el sánscrito es la lengua de los dioses, porque desde hace casi mil años se ha utilizado para alabar a las diferentes deidades. Los mantras y cánticos que recitan los hindúes, budistas y jaines, en su mayoría, fueron compuestos en sánscrito. Durante gran parte de su historia, el sánscrito fue un idioma de religiosos de casta alta, al cual el público general no tenía acceso.

Y los gramáticos, literatos e historiadores del sánscrito, se jactan de que esta es la lengua de los dioses, porque su gramática es tan perfecta y difícil, que sin lugar a dudas es para los dioses y no para los humanos. En 1947, la India se dividió en dos países: uno con mayoría hindú, la India, y otro con mayoría musulmana, Pakistán. Desde entonces, en la India ha surgido un nuevo interés por revivir el sánscrito, por lo que se ha incorporado al hindi, que es la lengua más importante de la India, y a otras lenguas de este país.

Esto se debe en gran parte a que la gente asocia el sánscrito con el hinduismo y con la historia antigua de la India, es decir, la que precede a la presencia musulmana en la India. De esta manera el sánscrito ha sido involucrado –quizás involuntariamente– en las disputas políticas modernas. Sin embargo, muchos académicos y aficionados del sánscrito opinan que la lengua de los dioses no debe ser utilizada para dirimir controversias.

Como hemos dicho al inicio de este artículo, según el Génesis: “Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras.” En la actualidad hay unas seis mil quinientas lenguas en nuestro mundo.

De ellas, solamente veinticinco pueden considerarse importantes por su extensión y por su producción escrita.

La pregunta que ha preocupado siempre a pensadores y lingüistas es inmediata: ¿De dónde surgió tal diversidad? ¿Cuál fue el origen de todas las lenguas? Desde que Charles Robert Darwln, en el año 1871, escribía la frase: “Creemos que la facultad del lenguaje articulado no ofrece tampoco una seria objeción a la hipótesis de que el hombre descienda de una forma inferior”, en su famosa obra “El origen delas especies“, se han venido publicando toneladas de libros en favor de esta teoría: La teoría de la evolución del lenguaje, según la cual la enorme variedad de lenguas que existen actualmente se habrían originado a partir de los gruñidos y gritos intermitentes de los monos antecesores -según el transformismo del hombre.

Se ha supuesto, que los hombres empezaron por imitar los sonidos que oían en los animales, a lanzar gritos emocionales instintivos o cantos de sincronización al trabajar en equipo. Y todo esto dio origen al lenguaje. Engels, en su “Dialéctica de la naturaleza” dice: “…los hombres en formación llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros.

 La necesidad creó el órgano. La laringe poco desarrollada del mono se fue transformando… mientras los órganos de la boca aprendían a pronunciar un sonido tras otro“. Y esto es, en definitiva, lo que se acepta hoy. Mayoritariamente se cree, se escribe y se enseña que de los gruñidos han surgido las modernas gramáticas; de lo simple lo complejo y de lo primitivo lo civilizado.

 Hasta tal punto esto es así que los modernos métodos “científicos” para la investigación del origen del lenguaje se centran en la observación de los recién nacidos, desde sus primeros balbuceos, y en el estudio de retrasados mentales, pues según Marie de Maistre, en su obra “Deficiencia mental y lenguaje”, estos deficientes nos marcarían las etapas por las que la inteligencia humana tuvo que pasar para conseguir hablar.

Pero, ¿es la teoría de la evolución del lenguaje la explicación científica definitiva al problema del origen de las lenguas?Pues parece que no. El asunto no es tan simple como creían Darwin, Engels y sus correligionarios.  

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