lunes, 4 de diciembre de 2017

Hiperborea: La Civilización perdida de los Arios (y II)

Los españoles que conquistan América definen a los chachapoyas blancos, rubios y de elevada estatura, por lo general, un palmo más que los mismos españoles. Los chachapoyas blancos recordaban la memoria de que sus antepasados provenían del Este, donde está la región selvática del Amazonas y más allá el Atlántico. 

Entre las representaciones que han quedado escritas en diversos edificios, podemos ver dibujos y figuras representaciones de barcos de grandes proporciones, lo que nos da a entender que los primeros chachapoyas, bien podían haber llegado desde Europa a América vía marítima. Siguiendo las corrientes oceánicas, desde el oeste de África habrían llegado hasta las costas de Sudamérica, para, remontando el curso del río Amazonas en barco, finalmente instalarse en las más frescas regiones andinas, evitando el calor tropical.

Los chachapoyas eran unos guerreros muy temidos. Utilizaban hondas como arma y eran maestros en el arte de la trepanación del cráneo, para aliviar la presión craneal, al igual que los celtas. También coinciden con los celtas en que coleccionaban cabezas cortadas de sus enemigos. Construían casas de piedra redondas, con un diámetro de entre 7 y 9 metros, casas idénticas a las celtas. Todavía hoy pueden verse las ruinas de las murallas de su imperio, muros enormes en elevaciones montañosas que recuerdan fortalezas europeas. Unas esculturas de rasgos indoeuropeos, halladas entre barrancos en las montañas, son muy similares a las que encontramos más hacia el oeste, en el Océano Pacífico, en la isla de Pascua.



Cuando el conquistador español Orellana, remontando el río Amazonas, llegó a las inmediaciones de la actual Manaos, los indios de la región le hablaban de unos hombres blancos, altos y rubios que vivían en ciudades más allá de la selva y que guardaban inmensos tesoros. Más adelante, los conquistadores españoles, se encontraron con una delegación de unos hombres blancos rubios y altos, bien vestidos y de formas educadas, quienes preguntaron a los españoles sobre la intención que tenían. Los españoles les dijeron que buscaban convertir la región al cristianismo y someterles a la corona de Castilla. Se despidieron y nunca más volvieron a encontrarlos. ¿Podían haber sido unos enviados chachapoyas, o tal vez de algún otro centro poblado por blancos?. ¿Cuál es el origen de los primeros chachapoyas blancos que llegaron a América mucho antes de la llegada de los españoles?. 

¿Qué hacían en aquella región?.

Si nos centramos en los actuales descendientes de los Chachapoyas blancos, vemos cómo entre ellos predominan aún rasgos raciales nórdicos, cabellos rubios, ojos claros, piel blanca rosada o pecosa, pese a que el mestizaje amerindio se halle muy introducido. Si bien, ateniéndonos a la historia oficial, nos puede parecer un misterio, esto nos demuestra que América fue conocida y habitada de muy antiguo por pueblos arios, quienes, tal vez, fueron los descendientes de los “dioses blancos” creadores de los antiguos imperios. 

Séis siglos antes de Cristo, surge en el norte ario de la India el budismo. Según diversos estudiosos, Buda fue un “iluminado”, un “ariya” que respondía al nombre de Siddharta, un hombre de raza aria que se mantuvo fiel al código de honor y lealtad de los antiguos hiperbóreos que antaño habitaban Thule, y que vino a denunciar la creciente degeneración del brahmanismo de su época.

El barón Julius Évola, esoterista, ideólogo de la derecha italiana e investigador del budismo, nos dice que, en su forma original, el budismo es de espíritu puramente ario y proporciona una visión anterior a la humanidad actual. Como vemos, es indiscutible que la ideología nazi tiene su origen, además de en los antiguos mitos y relatos nórdicos, en las lejanas tierras del Asia, donde se hallan numerosas representaciones de esvásticas desde hace miles de años, y en las civilizaciones mágicas de la antigüedad. Es más, según la interesada interpretación nazi del budismo, éste propondría una clara división entre los arios (“iluminados”) y las otras razas, incapaces por sí mismas de alcanzar la verdadera sabiduría y el conocimiento.

En el corazón del Asia, hallamos las montañas más altas del mundo y una inmensa meseta, el Tíbet, situada a una media de más de cuatro mil metros de altitud sobre el nivel del mar. La guerra mágica que movió los hilos de la historia hizo que las relaciones entre la Alemania nazi y el Tíbet fueran más allá de la mera rutina diplomática. Durante el Tercer Reich, Alemania mantuvo en el Tíbet diversos delegados y observadores y la celebrada expedición SS de 1938-1939 realizó multitud de estudios sobre las más diversas cuestiones. Himmler trataba de verificar la hipótesis de que tras el hundimiento de la Atlántida, el Tíbet fue habitado por atlantes blancos y que en ese lugar del mundo aún es guardado el conocimiento de los antiguos y las entradas a su “reino subterráneo”.

En el Tíbet se conserva el mito ario que habla de reinos ocultos, principalmente subterráneos, conocidos como Agartha o Shambhala. Existen tradiciones que afirman que Shambhala sería la capital del Reino de Agartha de la misma manera que Thule es la capital de Hiperbórea. Sir Edward Bulwer-Lytton, diplomático y miembro de la sociedad secreta Golden Dawn, escribió en 1871 una novela titulada “La raza futura”. 



En esta obra se narra la aventura de un pueblo (los Vril-ya) que emerge del reino subterráneo, en el cual se había exiliado tras un cataclismo en la superficie de la tierra, y que dispone de una fuente de energía denominada vril. En dicha novela también se menciona la guerra entre razas y se considera a los habitantes de ese mundo subterráneo como descendientes de los arios originales.

Según esta tradición extendida por toda Asia, este pueblo vive en el interior de la tierra y es superior, en todos los niveles, a los hombres de la superficie de la tierra. Además, se identifica con propósitos benéficos (aunque esto no queda muy claro debido a las aparentes relaciones de Shambhala con el régimen nazi) y estaría regido por el “Rey del mundo”, siendo depositario de legendarias civilizaciones desaparecidas, como Hiperbórea, Lemuria, Mu y Atlántida. René Guénon (Abd al-Wâhid Yahyâ), matemático, filósofo y metafísico francés, convertido al Islam, en su obra ”El rey del mundo” examinó las diversas tradiciones religiosas que confirman la idea de que las culturas posteriores tienen un origen ario. Por otra parte, para algunos ocultistas, la esvástica es el gran símbolo del reino subterráneo, que sería recogido por las tradiciones iniciáticas orientales y occidentales, y, sobre todo, por el budismo y el hermetismo.

En esta interpretación, dicho símbolo recrea la rotación del Universo en torno a un centro fijo generador del movimiento. En esta misma línea se pronuncia Helena Blavatskyescritora, ocultista, teósofa rusa y fundadora de la Sociedad Teosófica, y otros ideólogos que mostraron gran interés por Agartha y que despertaron el interés del nazismo. Durante el III Reich se enviaron diversas expediciones al Tíbet en busca de dicho reino subterráneo y aún hoy continúa ejerciendo una gran fascinación el documental “El secreto del Tíbet”, basado en una expedición nazi al Tíbet, que sigue siendo un indiscutible testimonio de unos años en que el Tíbet era un lugar desconocido para el resto del mundo. El propósito original de estas expediciones fue muy similar al que motivó la supuesta expedición a Tiahuanaco, que se basaba en la creencia de que las montañas más altas del mundo podrían haber sido el refugio, tras el diluvio, de una raza aria primigenia proveniente de la Atlántida.

Según el mito de Agartha, los arios primigenios habrían creado reinos subterráneos en los que seguirían conservando los secretos antiguos. Esta idea vino avalada por el ingeniero ruso Ferdynand Ossendowski, quien, en su libro “Bestias, hombres, dioses” describe cómo en su huída de los bolcheviques a través de Asia central, tuvo noticia del reino subterráneo de Agarthi, lugar en que se habrían refugiado los supervivientes de grandes continentes hundidos y que sería la sede de un Señor del Mundo. El escritor alemán Edmund Kiss se encargaría de vincular el mito de Agartha con la cosmogonía glacial de Hörbiger, el gran “guru” científico del nazismo, quien ya apuntaba a una relación entre la Atlántida y el Tíbet.

La obra de Hanns Hörbiger es revolucionaria. La Cosmogonía Glacial (Glazial Kosmologie, 1913) es una visión de mundo absoluta y trascendente. Es una concepción del Universo, de la Tierra, de la vida y del espíritu que responde, básicamente, a tres interrogantes: ¿qué somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Se sustenta sobre dos elementos en combate eterno: la lucha complementaria entre el Hielo y el Fuego, y entre las fuerzas de repulsión y atracción que se generan a partir de esta dinámica. Esta conflagración que rige a los espacios cósmicos y a los cuerpos celestes, rige asimismo a la Tierra y a toda la materia viviente del planeta, determinado de esta manera, los patrones cíclicos que se traducen en catastróficos procesos que han asolan al planeta, cuyo recuerdo ha sido transformado en mito y leyendas en distintas regiones del mundo.

De acuerdo a la Cosmogonía Glacial, en la espiral descrita por las órbitas planetarias de acuerdo a Hörbiger, Marte será próximamente atraído a la órbita terrestre para convertirse en su satélite. Sin embargo, su órbita será mayor y al fin, el planeta rojo se verá absorbido por la atracción del Sol. El paso de Marte significará una grandiosa destrucción de la Tierra, debido al aumento ostensible de la temperatura y a los considerables efectos gravitacionales. Tras un ciclo, la Tierra se transformará en un planeta de Hielo, que asimismo será atraído al Sol, junto a otros cuerpos de naturaleza similar, los que se fundirán en la masa ígnea solar hasta que estalle, y de esta manera, todo el proceso cósmico se reiniciará una vez más.

La expedición alemana al Tibet logró crear una actitud positiva respecto a la Alemania nazi por parte de los tibetanos. 

Bajo el lema del “Encuentro de la esvástica occidental con la oriental” lograron establecerse contactos políticos de alto nivel con el gobierno tibetano que se manifestaron, entre otros, en la declaración oficial de amistad que Qutuqtu de Rva-sgren, el regente tibetano, puso por escrito a la atención del “notable señor Hitler, rey de los alemanes, que ha conseguido hacerse con el poder sobre el ancho mundo”. 

También en el documental se ve una larga cola de tibetanos que acuden a ofrecer regalos a “los primeros alemanes que son recibidos aquí”, lo que no es del todo cierto, ya que Schäfer había participado anteriormente en dos expediciones al Tíbet realizadas por un equipo germano-estadounidense.

Nimrod del Rosario (llamado Luis Felipe Moyano) nació en Argentina y vivió en la Antártida más de un año. Elaboró un cuerpo de sabiduría gnóstica pretendiendo explicar absolutamente todo lo que existe, existió y existirá. Practicó el tantrismo alquímico y utilizó terminología del psiquiatra suizo Jung, que se manifiesta con su frase: “Donde Jung concluyó, comencé yo“. Relata la conspiración urdida por Schäfer en su expedición al Tíbet sirviendo a los intereses de Shambhala. Su expedición al Tíbet regresó con elKangschur, un conjunto de sagradas escrituras tibetanas de 108 volúmenes. Además sus jefes, recibieron el ritual del Tantra Kalachakra. Dicho ritual es la “iniciación suprema” del budismo tibetano. Esta iniciación vincula a Shambhala en el momento de la lucha final entre las fuerzas del bien y del mal.



Entre los nazis que se aventuraron por las altas regiones del Himalaya y el Tíbet, encontramos en lugar preferente a Heinrich Harrer, montañista, deportista, geógrafo y escritor austriaco, quien narra sus aventuras en su libro “Siete años en Tíbet”, en que se basa la película del mismo nombre. Harrer fue detenido el año 1939 en la India, justo al empezar la guerra y finalmente, tras varios intentos, consigue fugarse del campo de concentración donde estaba detenido por los ingleses alcanzando el Tíbet en mayo de 1944. Gracias a los delegados alemanes que permanecían en Lasha, Harrer pudo establecer contacto con las autoridades tibetanas, llegando a convertirse finalmente en instructor y hombre de confianza del Dalai Lama. Harrer pertenecía a la “Orden Negra” de las SS desde 1938 y era miembro delos “wandervogel” o “pájaros errantes”. Este era un movimiento juvenil que predicaba el retorno a la naturaleza y un estilo de vida alejado del entorno urbano, por lo que muchos de sus miembros eran montañeros y escaladores.

Cuando los ingleses le detienen en la India, Harrer estaba junto a otros camaradas en una expedición para alcanzar la cumbre delNanga Parvat, una montaña del Himalaya, de 8126 metros de altitud, situada en el actual Pakistán. Un año antes, en 1938, cuando ya era un miembro SS, Harrer y otros tres escaladores del mismo cuerpo, ascendieron por primera vez la cumbre del Eiger (Suiza) por la cara norte. La aventura se considera aún hoy en día una hazaña del alpinismo. Durante los tres días que duró la ascensión Hitler estuvo informado de los progresos de la expedición y, tras su brillante resultado, quiso conocer a los protagonistas. Aunque nunca se haya declarado oficialmente, se ha citado documentos desclasificados tras la guerra según los cuales en el búnker de Berlín se hallaron varios cuerpos con rasgos tibetanos, lo que vendría a demostrar que la relación con el Tibet tuvo gran importancia para el III Reich.

La esvástica es el símbolo considerado por muchos investigadores como el más antiguo de los empleados por los hombres. Está extendido por todo el planeta y es conocido su uso en civilizaciones como los indoarios, chinos, japoneses, hindúes, mongoles, celtas, aztecas, vascos y muchas otras. Su significado más antiguo es el del símbolo del sol nórdico y era objeto de culto y respeto, siendo signo de los arios. Está vinculado al mundo mágico, espiritual y a los “dioses cósmicos” como Shiva, dios indo-ario que tenía en sus representaciones inscrita la esvástica y que es portador de la misma energía universal que porta Odín o Wotan (llamado Odín en Escandinavia y Wotan en Germania). La cruz gamada significa “la gran rueda del llegar a ser”, rueda que gira irresistiblemente sobre su propio centro inmutable marcando su destino, su manifestación espacio-temporal.

La esvástica “sinistrógira”, orientada hacia la izquierda, que es la que adoptaron los nazis, se dice que simboliza el camino de retorno hacia el origen, hacia Hiperbórea. Según Miguel Serrano la esvástica es un signo del sol nórdico de origen ario, post hiperbórico. Tras la desaparición de Hiperbórea y la desviación del eje terrestre, comenzaron las estaciones. Y los arios hiperbóreos aportan este signo de origen rúnico de la Runa Gibur, representando el sol promotor del Año Terrestre y del movimiento de las cuatro estaciones. 

Así, los cuatro brazos de la esvástica representarían la primavera, el verano, el otoño, el invierno y su movimiento, desde el centro fijo e inmutable dentro del círculo del año. Según sea el lado a que se dirijan las prolongaciones de la Cruz, así será el movimiento de la esvástica. Los alfabetos rúnicos son un grupo de alfabetos que comparten el uso de unas letras llamadas runas, que se emplearon para escribir en las lenguas germánicas en la Antigüedad y la Edad Media, antes y también durante la cristianización, principalmente en Escandinavia y las Islas Británicas, además de la Europa central y Oriental.

Según los esotéricos nazis, cuando se mueve hacia la derecha – esvástica dextrógira– se representaría la pérdida de la Edad Dorada, tras el hundimiento de Hiperbórea, con el desvío del eje terrestre. Según explica Miguel Serrano, esta esvástica dextrógira simboliza el éxodo o migración Polar de los semidivinos arios hiperbóreos y la variación del movimiento giratorio de la tierra sobre sí misma. Puede comprobarse esta variación en las conchas de caracoles marinos y de algunas piedras de gran antigüedad, encontradas en la Antártida, cuyas espirales están girando en dirección contraria a la rotación actual de la Tierra. La esvástica “dextrógira” está girando en la dirección de las agujas del reloj y de la Tierra actual. La esvástica “levógira”, que eligieron los nazis como su símbolo, gira en dirección inversa a las manecillas del reloj y de la rotación de la Tierra actual. Esta esvástica “levógira” representa el regreso a la remota Hiperbórea.

Entre las extraños comportamientos nazis, se afirma que la guerra esotérica de Hítler fue hecha para conseguir el retorno a la Hiperbórea extraterrestre, con el fin de cambiar la faz de la Tierra. También la religión Bo, del antiguo Tíbet, anterior al Budismo Mahayánico, tenía como emblema la esvástica “levógira”. Pero en cualquiera dirección que se represente la esvástica, es originalmente un símbolo rúnico de los pueblos nórdicos, con sus héroes de origen divino.

El mismo dios Thor, “dios de la fragua y de los herreros”, representante por excelencia de la mitología nórdica, porta el martillo con la esvástica, con el que protege a los hijos del Sol Negro. Se hace notorio recordar la enigmática celebración nazi del solsticio de verano, momento de la victoria de la luz del Sol sobre las tinieblas, o de “los hombres del sol sobre los de las tinieblas”.

Respecto al águila imperial nazi, Alfred Rosenberg, colaborador de Hitler y responsable de los territorios ocupados por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, afirmaba que los “aryas” situados en las más elevadas mesetas y regiones del Asia Central hicieron del “pájaro de las cumbres (el águila) el rey de las montañas… aquél que puede mirar el Sol de frente, cara a cara…”. El Águila del Imperio, portadora del signo del imperio (la esvástica) y situada sobre el estandarte nazi alemán es el mismo símbolo que utilizaban las legiones romanas y las tropas napoleónicas.



El Emperador Juliano, el “último emperador romano”, tuvo una visión la noche antes de morir a causa de una herida de guerra en Persia: vio el Águila del Imperio de Roma (signo de Zeus-Júpiter) que volaba hacia Oriente, para refugiarse por casi dos milenios en las montañas más altas del mundo (el Himalaya). Transcurrido el tiempo indicado, el águila, volvía a Occidente portando el símbolo sagrado (la esvástica). Es este el contexto en el que debemos hallar el significado del águila nazi trayéndonos la esvástica desde las montañas más altas del mundo. De esta forma, los nazis pretendían ser los depositarios de la tradición imperial, reivindicando el derecho de ser legítimos herederos del Imperio Romano y del águila de Zeus-Júpiter.

Algunos opinan que el alfabeto rúnico se desarrolló tomando como base el griego, pero otros investigadores han hallado evidencias de una escritura prerrúnica muy antigua que data de finales de la Edad de Hielo. El alfabeto rúnico tiene 24 letras y cada letra tiene en sí misma un significado mágico y místico simultáneamente. El conocimiento de las runas lo consiguió Wotan (Odín) colgándose por nueve días en el árbol cósmico (Yggdrasil) e hiriéndose con una lanza en el costado, en lo que es una práctica iniciática claramente chamánica. Proyectadas en rituales mágicos, los antiguos germanos dotaban a las runas de grandes poderes.

Yggdrasil es un fresno perenne: el árbol de la vida, o fresno del universo, en la rica mitología nórdica. Sus raíces y ramas mantienen unidos los diferentes mundos: Asgard, Midgard, Helheim, Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. De su raíz emana la fuente que llena el pozo del conocimiento, custodiado por Mímir. A los pies del árbol se encontraba el dios Heimdall que era el encargado de protegerlo de los ataques del dragón Níðhöggr y de una multitud de gusanos que trataban de corroer sus raíces y derrocar a los dioses a los que este representaba. 

Pero también contaba con la ayuda de las nornas que lo cuidaban regándolo con las aguas del pozo de Urd. Un puente unía el Yggdrasil con la morada de los dioses, el Bifröst, el arco iris, todos los dioses cruzaban por él para entrar en el Midgard. Yggdrasil rezuma miel y cobija a un águila sin nombre que entre sus ojos tiene un halcón que se llama Veðrfölnir, a una ardilla llamada Ratatösk, a un dragón llamado Níðhöggr y a cuatro ciervos, Dáin, Dvalin, Duneyrr y Duraþrór. Cerca de sus raíces habitan las nornas.

Tácito describió en su obra “Germania” una práctica oracular basada en varas de madera con unos grabados que eran runas. Debidamente ritualizadas, las inscripciones rúnicas en espadas u otros objetos los dotaban de un poder excepcional. Sobre las runas de las SS nazis, su origen se sitúa en los antiguos guerreros germánicos, los cuales esculpían los signos rúnicos sagrados en la vaina de las espadas que utilizaban en el combate. Se les atribuía a estos signos un valor mágico de sabiduría, protección y poder, siendo grabadas también en los navíos y los lugares solemnes para dar seguridad y estabilidad al pueblo. Los SS se identificaban con estos guerreros germánicos teutones y con su mitología por ser guardianes ancestrales de la perdida Hiperbórea.

El barón Sebottendorf, fundador de la Orden de Thule, que tanto influyó en la génesis del nazismo, consideraba que las runas constituían “el poder esotérico primigenio”. Rudolf J. Gorsleben, investigador próximo a la ideología nazi, trató de reconstruir la ciencia espiritual de las runas y de sus poderes mágicos como conductoras de la energía que anima el universo entero e influye en el mundo material.

 Según afirma, las runas son el vínculo entre el macrocosmos y el microcosmos del hombre ario posibilitando la unión mística con Dios. Asimismo considera que la más sagrada de todas las runas sería Hagal, que se hallaría presente en el hexágono, la flor de lis de la heráldica e incluso en la pirámide de Keops, ya que la civilización aria primigenia había sobrevivido bajo diversas formas culturales. Gorsleben también afirmaba que las distintas formas de cristalización mineral serían proyecciones sólidas y geométricas de las runas, su materialización cósmica.

Guido von list, que se dedicó al estudio del significado de sabiduría oculta relativa a los arios, sufrió once meses de ceguera transitoria y afirm

aba que durante esta época su ojo interior le hizo vislumbrar lo que el llamaba religión germánica y el origen de las ruinas, revelaciones a partir de las cuales trató de reconstruir la lengua aria primigenia que, según afirmaba, dio lugar a todas las demás. Afirmaba que este lenguaje es un lenguaje mágico en el cual cada palabra tiene un poder vinculado a un principio absoluto.

List interpretó, por una parte las letras y sonidos de las runas y, por otra, las inscripciones y emblemas antiguos y expuso sus resultados en “El secreto de las runas” (1907). El ocultismo rúnico surgido de este trabajo constituyó la principal clave del esoterismo de Lis

Karl Mar Wiligut, conocido en algunos entornos nazis como el “Rasputín” de Himmler, aseguraba haber recibido sus conocimientos ocultistas de su abuelo. Para Wiligut las runas contienen en su código cifrado la historia entera de la creación del hombre, originada en tiempos inmemoriales en los territorios del Polo Norte, que constituirían la antigua Hiperbórea. Allí había residido una raza etérea y luminosa de profundísima sabiduría que, sin embargo, se habría ido degenerando con el tiempo. En la actualidad sólo los iniciados tienen acceso al misterioso lenguaje de las runas, accesible a través de claves secretas.t, que obtuvo notable popularidad a comienzos del siglo XX, especialmente durante la Primera Guerra Mundial.
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