domingo, 14 de octubre de 2018

Montaña de Monserrat: ¿ Un Lugar Mágico ? (y II)

Según José Luís Espejo, hay dos puntos clave: Por un lado, Leonardo estuvo en Catalunya, y en Montserrat aprendió algunos secretos importantes.

Ello se refleja en la sonrisa (sardónica) de La Gioconda; Por otro lado, catarismo e identidad catalana están íntimamente  ligados. Ello sigue siendo una realidad entre las elites de este país. 

 Sólo por cuestiones de tipo religioso la cultura catalana ha resistido los embates de la castellanización. José Luís Espejo pretende descubrir la cara oculta de Leonardo, aquella que nunca ha salido a la luz. Para ello, sin olvidar la época que le tocó vivir (el contexto histórico y artístico de su época), hace una lectura del lenguaje simbólico de su obra. Ésta expresa un mensaje, dirigido a los miembros de la orden secreta en la que estaba iniciado.

Éste es el factor diferenciador fundamental de su análisis de la obra de Leonardo, en relación a otros más convencionales. Por lo que se refiere al contexto histórico, José Luís Espejo entra a fondo en las relaciones comerciales entre las ciudades de Barcelona y Florencia a finales del siglo XV. Éstas eran muy intensas. Y, según dice, las dos familias de los Vespucci-Despuig y los Geraldini son un ejemplo de los estrechos vínculos entre Catalunya y el Norte de Italia.

Americo Vespucci firmaba como Despuche en Sevilla, según consta en documentos guardados en la Casa de la Contratación. Ello es una prueba de su linaje catalán, que vemos refrendado en la comparación de los escudos de los Vespucci italianos y los Despuig catalanes. En la imagen que adjuntamos, puede verse a la izquierda el Escudo de los Vespucci italianos, según consta en el catálogo heráldico conocido como Spretti.

A la derecha, el escudo de los Despuig catalanes, tal como aparece en el Garcia Caraffa. Obsérvese que los Despuig ostentan, como los Vespucci, un conjunto de avispas, acompañadas por un panal y por la flor de Lis, símbolo de la ciudad de Florencia.




Por su parte, los Da Vinci podrían estar emparentados con los Geraldini, que como los primeros, tenían las tres barras del Reino de Mallorca (una de las variantes de la senyera catalana) en su blasón heráldico. Por no hablar del león, con una postura y una indumentaria idénticas. En la imagen, a la izquierda puede observarse el escudo de los Da Vinci. A su derecha, el escudo del antiguo Reino de Mallorca, por cien años desgajado de la Corona de Aragón.

En posteriores etapas de su investigación, José Luís Espejo ha llegado a la conclusión de que la llegada de Leonardo Da Vinci a Barcelona podría haber sido incentivada por los linajes de los Despuig o los Geraldini. En definitiva, en su libro, José Luís Espejo investiga una etapa de la vida de Leonardo –el período comprendido entre los años 1481 y 1483- de la que se desconoce todo: dónde estuvo, qué hizo, y porque se perdió su pista.

 Aporta diversas pruebas para demostrar que Leonardo estuvo en Barcelona (y más concretamente en Montserrat), como antes de él hicieron otras figuras de la historia, como Gerberto de Aurignac (el futuro papa Silvestre II, más conocido como el Papa alquimista) o San Francisco de Asís; y posteriormente otros personajes, como Ignacio de Loyola (fundador de los Jesuitas).

 Porque Montserrat era una academia de alquimia. El mito del Grial tiene mucho que ver con esta fama universal, que atrajo a personajes como Goethe, Wagner o el mismo Himmler. José Luís Espejo demostra que, en Montserrat, Leonardo pintó su San Jerónimo, y se inspiró para realizar La Virgen de  las Rocas, La Gioconda, algunos dibujos, y para retocar La Anunciación y La Adoración de los Magos.

 Buena parte de la simbología de la obra de Leonardo –como su obsesión por Juan Bautista y la Magdalena- tiene que ver con las raíces cátaras de su familia. Como un elemento accesorio, José Luís Espejo plantea la hipótesis del origen catalán de su linaje. Los Da Vinci serían refugiados cátaros del Rosellón instalados en la Toscana en el siglo XIII.

Hitler perteneció a una gran logia de ocultistas y que tuvo una relación muy cercana con Erik Hanussen, famoso astrólogo y vidente.

La dependencia de Hitler se volvió tan grande que, aunque varios de sus colegas descubrieron que Hanussen había contraído matrimonio con una judía en la primera guerra mundial, lo hospedó en su propia casa hasta su muerte, en 1933.

Entre las obsesiones de Hitler se encontraban la lanza de Longinos y el Cáliz Sagrado o Santo Grial. Según se afirma, Hitler encontró el lugar donde se hallaba el Grial. Este sitio tan esquivo era “El monasterio de Monserrat”, donde junto a sus principales asesores se embarco hacia su sueño más deseado.

El Monasterio de Montserrat cuenta con innumerables cuevas asentadas sobre un lago subterráneo. Cuenta el relato de un monje catalán del siglo XVIII (conocido como el padre Gerard Joana) como penetró por los pasadizos secretos del monasterio encontrando un gran torrente de un lago interno que no lo dejo seguir en su camino.

Esto incentivo aun mas a Hitler, que convocó a Karl Willigut, que poseía la facultad de rememorar hechos del pasado, para saber la ubicación exacta del cáliz. En 1940, Willgut junto al jefe de las SS Himmler, se dirigió hacia Catalunya en busca de nuevas respuestas. Ya en Montserrat, Himmler llevaba consigo una guía singular, llamada “La Corte de Lucifer”, libro que el jefe de las SS ordenó distribuir entre los altos oficiales del alto mando.

En base a este libro se sabe que Himmler no solamente buscaba la presencia del Grial en Montserrat, sino que también quería descubrir el secreto de la llamada montaña mágica. El fundador de las temibles SS, conocidas también como la “Orden Negra“, creía que en el cenobio benedictino de este recinto podría encontrar las claves para hacerse con el Grial, uno de los objetos que los nazis buscaron con más ahínco. Y es que Adolf Hitler estaba persuadido de que el Santo Cáliz le permitiría acceder a un poder que le garantizase el dominio del mundo.

De hecho, pese al evidente fracaso de Himmler para hacerse con el Santo Cáliz durante la II Guerra Mundial, la obsesión nazi por Montserrat no se esfumó. Sabemos, por ejemplo, que en enero de 1942, mientras hojeaba un libro ilustrado sobre España, Hitler exclamó: “¡Montserrat! La mera palabra hace que reviva la leyenda. Tiene su origen en el encuentro hostil entre los moros y los elementos romano-germánicos. Un país encantador.

 Uno bien se puede imaginar allí el castillo del Santo Grial“. Imaginación fue, de hecho, cuanto los nazis se llevaron de su visita a la montaña catalana en 1940, El paseo de Himmler por Montserrat se presentó más problemático de lo esperado.

Ni el padre Marcet ni el padre Escarré, quisieron recibir a Himmler, ya que en esa época se le atribuía un declarado odio hacia los católicos alemanes. Y, por este motivo, los recibió el padre Ripoll. Después de una simple visita por la basílica decidieron que al día siguiente ingresarían en las catacumbas. Pero esta visita fue cancelada, cuando el portafolio que contenía los planos de los pasadizos desapareció misteriosamente.

Muchos años después, miles de personas visitan año a año el Monasterio en busca de respuestas, pues la montaña de Montserrat sigue albergando uno de los misterios más grandes de la Humanidad. Poco pudo responder aquel religioso a los ocultos intereses de Himmler. Pero, cuando se ofreció cortésmente a enseñarle el monasterio, el general Karl Wolf, uno de los integrantes del séquito de Himmler, lo detuvo en seco de un empellón: “Perdone ?le dijo- A su excelencia no le interesa el monasterio, sino la Naturaleza“. ¿A qué fue exactamente Himmler a Montserrat?

Aparentemente, hubo una lucha de poderes ocultos en el transcurso de la II Guerra Mundial. No sólo se combatió en los campos de batalla, en una confrontación como hasta entonces no se había contemplado. También hubo una guerra subterránea en la que los bandos enfrentados trataron de volcar a su favor las fuerzas del poder oculto, que escapan a los planteamientos puramente racionales.

Para los iniciados, el reiterado gesto del primer ministro británico de marcar con sus dedos una supuesta “V” de victoria era mucho más que eso: se trataba de un signo con el que hacer frente a los poderes invocados por el enemigo. Se afirma que Winston Churchill llegó a reunir al poderoso círculo de magos de Coventry para contrarrestar los movimientos que los nazis realizaban en el campo de la lucha de los poderes ocultos.

 De hecho, muchos de los más cualificados dirigentes nazis fueron gente iniciada en los secretos del ocultismo o formaron parte de algunas sociedades esotéricas.

Tal fue el caso, por ejemplo, de Alfred Rosenberg, uno de los principales ideólogos del nazismo y cualificado miembro de laSociedad Thule, que, aunque definida como una asociación para promover el estudio de las tradiciones germánicas era, en realidad un centro de reunión de importantes ocultistas.

El propio Adolf Hitler, cuyo interés por el ocultismo es bien conocido, se sintió atraído por la presunta fuerza de determinados objetos.

Se cuenta que durante su juventud pasaba horas extasiado ante una vitrina del museo del palacio Hofburg (en Viena) donde se guardaba la llamada Lanza de Longinos, la misma que, según la tradición, habría utilizado el centurión romano para lancear el costado de Jesucristo en la cruz.




También es sabido que la infancia y la adolescencia de Rudol Hess transcurrieron en Egipto, donde entró en contacto con algunas de las escuelas esotéricas allí existentes y llegó a recibir grados de iniciación. Una vez en la Alemania que contempló el ascenso del nazismo, alcanzó fama de ser un solvente ocultista.

Por su parte, Heinrich Himmler vivió obsesionado con hacerse con determinados objetos considerados eficaces talismanes, con el fin de alcanzar el poder que se les atribuía. Himmler fue, además, un ferviente defensor de la metempsicosis y se consideraba la reencarnación del emperador Enrique II Hohenstaufen, apodado “el Pajarero“.

Centrémonos en este personaje, fundador de las SS, la policía política del régimen nazi. Himmler estaba convencido del papel de dominadora que la raza aria habría de ejercer sobre los demás pueblos del planeta y de que esa supremacía se convertiría en algo indestructible si los nazis conseguían apoderarse de algunos objetos dotados, presuntamente, de un poder legendario.

 Se afirma que su obsesión por el ocultismo alcanzaba límites insospechados y que siempre viajaba con libros relacionados con el esoterismo, entre ellos el famoso Parcival, de Wolfram von Eschenbach.

De hecho, durante su visita a Montserrat, en busca del Grial, Himmler mostró su interés en saber si la biblioteca de los benedictinos atesoraba algún documento en torno a la obra de Von Eschenbach. Los monjes lo negaron.

Pues bien, convertido en uno de los hombres más poderosos de la Alemania nazi, Himmler creó en 1935 la Ahnenerbe, denominación con la que se bautizó a la Sociedad de los Estudios para la Historia Antigua del Espíritu, a la que se conocería también con el nombre de “Herencia de los Ancestros“.

En su seno se constituyeron diversos departamentos especializados en investigar los antecedentes históricos de la raza alemana, rescatar sus tradiciones y difundir entre la población la cultura tradicional del pueblo germánico.

Otro de sus departamentos, probablemente el más famoso, fue el de arqueología germánica, al que se encomendó la realización de extrañas expediciones con el propósito de buscar reliquias o talismanes a los que se atribuía un extraordinario poder, como el Arca de la Alianza o el Grial.

 La obsesión de Himmler por poseer el Grial llevó a los nazis a una sistemática búsqueda por todo el Languedoc francés, siguiendo las tesis formuladas por el investigador Otto Rahn. Éste recogió las leyendas que se conservaban en la tradición oral de los pastores de aquella comarca y consultó las obras de los eruditos locales, entre ellas las de Antoine Gadal, que le sirvieron de gran ayuda.

Tras establecer importantes conexiones entre los cátaros, los templarios y los trovadores, Rahn llegó a la conclusión de que las alusiones al Grial contenidas en el Parcival, de Von Eschenbach, tenían un trasfondo histórico que iba mucho más allá de los valores puramente literarios del poema. Así, interpretó que el castillo de Montsalvatsche, al que se alude en el famoso poema, podría ser la fortaleza de Montségur, porque, según el poeta medieval, solamente la condesa Esclaramunda de Foix, cátara y propietaria del castillo, era digna de portar el Grial.

Montségur fue precisamente el último bastión de los cátaros, contra los que el papa Inocencio III había decretado una Cruzada en 1209. La fortaleza cayó en 1244.

Pero, según la tradición, antes de la rendición, algunos cátaros consiguieron descolgarse por la ladera más inaccesible de la montaña, llevándose el Grial con la misión de ponerlo a salvo. Poco después, los huidos hicieron señas desde un monte próximo, indicando que habían culminado con éxito su empresa.

Entonces los defensores de Montségur se rindieron a los sitiadores, quienes los quemaron en una gran hoguera que habían levantado en un lugar que desde entonces es conocido con el nombre de Camps des Cremats. Rahn buscó la preciada reliquia en las cuevas de los alrededores porque, según creía, si los defensores de Montségur habían visto las señales de sus compañeros, éstas habrían tenido que ser efectuadas desde un lugar cercano, en el que habían depositado el Grial.

Sin embargo, al igual que algunos de los más cualificados esoteristas del círculo interior de la Sociedad Thule. Otto Rahn nunca descartó la posibilidad de que elMontsalvatsche, citado por Von Eschenbach, fuese también la forma de designar a la montaña de Montserrat, en las proximidades de Barcelona.

A esta idea con tribuyó sin duda la condesaMiryanne de Pujol-Murat, una aristócrata catalana que se creía descendiente de la última noble cátara, Esclaramunda de Foix, y que con frecuencia acusó a la Iglesia católica de cristianizar el símbolo del Grial y a San Ignacio de Loyola de sustituir interesadamente Monségur por Montserrat, identificándola como el verdadero escondite del Grial.

Aunque ninguna de sus afirmaciones contó nunca con un respaldo histórico, Otto Rahn siguió los dictados de su mentora. No en vano, ya en la Catalunya de la década de 1930, varios escritores habían alimentado la idea de Montserrat como refugio del Grial. Autores como Manuel Muntadas Rovira o Marius André subrayaron esa idea en sus textos.

Y de ahí a interesar al mismísimo Himmler quedaba ya sólo un paso. Su obsesivo deseo de hacerse con el Grial llevó al responsable de las SS a la montaña más emblemática de Cataluña el 23 de octubre de 1940, precisamente el mismo día en que Hitler y Franco se entrevistaban en la ciudad francesa de Hendaya.

En su visita a Montserrat, Himmler estuvo acompañado por diferentes autoridades franquistas, como el alcalde de Barcelona, Miguel Mateu, o el capitán general de Cataluña, el general Orgaz, además de un numeroso séquito, del que formaba parte el general de las SS Karl Wolf -otro individuo obsesionado con el Grial y muy relacionado con los círculos ocultistas del nazismo-.

La visita no estuvo exenta de incidentes. A su llegada al monasterio, el poderoso Himmler se encontró con la negativa a recibirle de los máximos responsables de la comunidad, los padres Marcet y Escarré, que no quisieron ejercer de anfitriones del jerarca nazi, alegando que no hablaban alemán.

La actitud de los benedictinos, que encomendaron la tarea a un joven monje, produjo un momento de fuerte tensión y la irritación de las autoridades locales. No acabaron aquí los incidentes, ya que al todopoderoso jefe de las SS le fue robada una cartera en la suite del hotel Ritz, donde se alojó durante su estancia en Barcelona.

 El escándalo fue monumental, aunque la policía franquista procuró que no se difundiese la noticia de un robo que la dejaba en muy mal lugar, dadas las connotaciones que concurrían. Sin embargo, pese a que las autoridades pusieron un particular empeño ya que se movilizó a toda la policía de Barcelona, la cartera nunca se encontró

. Corrió el rumor de que contenía importantes documentos relacionados con el Grial e incluso se afirmó que en ella se guardaban unos antiguos planos de Montserrat, en los que podrían estar señalados los puntos clave para hacerse con el Grial.

Se barajaron varias posibilidades respecto al robo, entre ellas la de que éste hubiera sido perpetrado por el servicio secreto británico, que por aquellas fechas tenía algunos destacados agentes en Barcelona.

Ésta era una versión que convenía a la desconcertada policía franquista, ya que señalaba a uno de los mejores servicios secretos del mundo, lo que hacía menos penoso el oprobio que había caído sobre ellos a los ojos de sus alarmados jefes. Lo cierto es que la cartera de Himmler nunca apareció y, en consecuencia, tampoco se supo cual era su contenido. Un suceso que ha permitido alimentar todo tipo de especulaciones.

De todas las montañas que hay en la orografía de Catalunya, la montaña de Montserrat es la más importante. Es lo que se llama el corazón de Catalunya.

Hace veinticinco millones de años los terrenos que rodeaban la montaña eran un mar tranquilo de poca profundidad. El relieve rocoso de las montañas no surgió hasta principios de la Era terciaria.

Con el paso de los siglos, los movimientos consiguieron que el mar se fuera retirando de aquellos lugares y emergieran las fantásticas rocas de Montserrat.

La sierra está formada por estructuras de roca conglomerada, muy semejante a las tuberías de un colosal órgano musical. Toda la sierra está agujereada y cuenta con cientos de cuevas y, como mínimo, con diez fuentes de agua purísima. Pero lo más importante es que posee una virgen negra, conocida por la “Moreneta”, patrona de Catalunya.

 Dicen que la virgen es negra porque se hizo a partir de la simbología temática esotérica, ya que el negro lleva una protección y absorbe los fluidos negativos. Esta teoría esotérica explicaría el que esta virgen sea la patrona de Catalunya, ya que ella protegería de las fuerzas negativas de todo tipo que pudieran afectar a la gente.




Montserrat constituye un foco importante de fuerzas telúricas y cósmicas, además de unas corrientes de agua y radiaciones que dan lugar a una zona magnética. Estas fuerzas telúricas alteran sensiblemente el instrumental de medición, hasta el punto que resulta difícil establecer la posición exacta de la sierra.

Hay grupos esotéricos que efectúan sus rituales mágicos en puntos determinados de esta montaña, invocando las fuerzas magnéticas que surgen de la tierra para potenciar el chakra del ser humano. Lo cierto es que gente que sube al monasterio de Montserrat dice haber experimentado un estado de paz, de tranquilidad, debidos a una fuerza interior que les provocaba paz y sensaciones etéreas. Esto se podría explicar debido a esas fuerzas magnéticas que hay y que afectan también a objetos de tipo eléctrico o electrónico.

Por otro lado, algunos testimonios aseguran que el interior secreto de la montaña de Montserrat guarda el secreto de un mundo subterráneo, al cual se puede llegar a través de cuevas y galerías, pero que solo lo conocen los monjes del monasterio. Se sabe de antaño que la sierra tiene muchas cuevas, pozos, al menos un río y un misterioso lago.

Muchos de esos lugares se conocen, pero otros son aún un auténtico misterio, como por ejemplo es el caso del río subterráneo que pasa por debajo la sierra y del gran supuesto lago que hay en las entrañas de la montaña.

Algo comprobable es que, cuando llueve y se supone que el lago se llena, surgen de golpe y precipitadamente las aguas por las paredes rocosas de la montaña y en una fuente que hay en un pueblo situado en la falda de la montaña. Se dice que el agua viene de una cueva denominada “mentirosa” puesto que, de repente, empieza a salir agua y se convierte en fuente.

Por ejemplo, un fatídico junio a inicios del siglo XXI, se produjeron terribles inundaciones en algunas poblaciones alrededor de Montserrat. Empezó a surgir agua a borbotones de la parte alta de la montaña, justo encima de donde se sitúa el monasterio. Tal vez el lago se llenó y ello produjo que el agua tuviera que salir por algún lado.

En el siglo XVI llegó a Montserrat un guerrero vasco que se hacía llamar Íñigo y que, en el momento de entrar en la basílica y ver a la Virgen, experimentó una fuerte conmoción espiritual, que acabaría por generar un cambio radical en su vida. Aquel guerrero supo que tenía que quedarse un cierto tiempo viviendo cerca de la montaña y, tras algunos días de oración, dio sus pertenencias a los pobres y se instaló como anacoreta en una cueva de la zona de Manresa mirando hacia la montaña.

Allí vivió unos meses, entre alucinaciones y tentaciones, en que nos habla de una fantástica serpiente de luz y de estados místicos de éxtasis junto al río, de arrebatos y de otros estados alterados de conciencia. Lo cierto es que, a partir de la energía que obtuvo en Montserrat, este Iñigo se convirtió en San Ignacio de Loyola, escribiendo sus Ejercicios Espirituales junto a la montaña de su conversión e iniciando la gigantesca tarea de fundar la Compañía de Jesús.

Según el Dr. Octavi Piulats: “Montserrat fue considerado un lugar sagrado por todas las culturas que vivieron en su entorno. En su ámbito natural se han producido milagrosas curaciones y conversiones tan señaladas como la de Ignacio de Loyola.

El profundo misterio de su impacto espiritual, como los extraños fenómenos que registra su historia, son objeto de investigación para los más variados campos del saber: desde la geobiología hasta la ufología. Como la vida misma, este macizo tiene un lado luminoso y un lado oscuro, menos conocidos que su leyenda cristiana de la «Moreneta», y cuyos enigmas hemos querido explorar”.

La clave de la montaña es su naturaleza mistérica y el impacto que produce espiritualmente en la gente. Es posible que la frase que mejor la define sea la del poeta alemán Schiller: «Montserrat absorbe a todo hombre desde el mundo exterior hacia el mundo interior».

 Este paraje se presenta así, para el genial autor romántico, corno una vía al «conócete a ti mismo» socrático.

Y esa atracción que él detectó con su fina sensibilidad también describe la vivencia de los ermitaños y anacoretas que han unido su búsqueda interior a esta montaña. El nombre de Montserrat proviene del catalán y su traducción exacta es «monte aserrado».

 Esta es la impresión que produce contemplado desde la distancia; sus cumbres y desniveles le dan un aspecto de serrucho visto al revés. Pero también, el mismo monte se halla «aserrado» por el gran corte del «collado del mediodía», que divide la montaña en dos grandes territorios. Como el Montseny o el Montsant, Montserrat forma parte del macizo pre-litoral catalán y, geológicamente, sus orígenes se remontan al eoceno, es decir, al inicio de la era terciaria.

En la rica tradición de leyendas fantásticas e historias de la montaña, destaca la leyenda de Fray Garí, el ermitaño que violó y mató a la hija del Conde Wilfredo el Velloso y luego se convirtió en un legendario «hombre fiera» de la montaña, hasta su redención.

Por cierto, todavía hoy es posible ver la cueva que Garí habitó. Pero, sin duda, el aspecto del Montserrat mítico que ha alcanzado mayor universalidad es su relación con la tradición artúrica y, especialmente, su conexión con el castillo del Santo Grial.

 El escritor Chrétien de Troyes, famoso por haber reproducido, en el siglo XII, el ciclo de los caballeros del rey Arturo y la Tabla Redonda, escribió un último relato que no se asemeja a los anteriores. En esta narración, un caballero llamadoPerceval se pierde mientras viaja de regreso a su hogar y va a parar a un extraño lugar montañoso donde se encuentra un castillo (Carbonek).

Allí vive unas sorprendentes experiencias paranormales que culminan con la aparición de un cortejo que se centra en la veneración de un objeto con forma de cáliz: el Grial. A la mañana siguiente, Perceval se despierta solo en la montaña, con el castillo desierto, y regresa frustrado a su hogar sin haber desentrañado el misterio del Grial.

Años más tarde, otro francés, Robert de Boron, en otra balada épica volverá sobre el mismo tema, relacionando el Grial claramente con el cáliz que recogió la sangre de Jesús en la cruz. Sin embargo, la fuente que tiene mayor interés es la obra del alemán Wolfran von Eschenbach, que, a principios del siglo XIII, retoma el tema y aporta nuevos datos sobre la extraña historia. Eschenbach apunta que la peripecia en tomo al Grial fue cantada por un trovador provenzal llamado Kyot que, a su vez, se había inspirado en un manuscrito árabe encontrado en Toledo.

Según este autor, el castillo del Grial se hallaba situado allende los Pirineos, en la frontera con el mundo árabe. Además, rectifica a Chrétien de Troyes cuando afirma que el castillo no se denominaba «Carbonek» sino «Montsaltvatge». Y también sostiene que sus habitantes eran los templarios. A comienzos del siglo XIII, Wolfram von Eschenbach retoma el tema de Parsifal de Chrétien de Troyes. En su narración, leemos: «Es cosa bien conocida por mí -dice el eremita a Parsifal al revelarle el misterio del Grial- que unos valientes caballeros moran en el castillo de Montsalvatge, donde se guarda el Grial

. Son templarios, que a menudo parten a caballo en busca de aventuras. Sea cual fuere el resultado de sus combates, la gloria o la humillación, lo aceptan con corazón sereno, como expiación de sus pecados. En ese castillo vive una legión de bravos guerreros.

 Os diré cuál es su medio de subsistencia: todo aquello de que se alimentan proviene de una piedra preciosa cuya esencia es todo pureza. Si no la conocéis os diré cómo se llama. Su nombre es Lapsit exillis. Gracias a esta piedra, el fénix renace y surge más hermoso que nunca [...]. Esta piedra da al hombre tal vigor que sus huesos y su carne recuperan al punto su juventud.

 La piedra recibe también el nombre de Grial [...]. En cuanto a los que son llamados a acercarse al Grial, os diré cómo se los reconoce. Sobre el borde de la piedra aparece una misteriosa inscripción donde se lee el nombre de aquellos, muchachos o doncellas, a quienes se designa para emprender ese bienaventurado viaje».

Esta aportación de Eschenbach es la que ha dado pie a situar la historia de la búsqueda del Grial en el escenario de Montserrat de los siglos VII y VIII.

Los filólogos nunca han podido probar que Kyot existiese históricamente, pero el nombre sugiere con fuerza un origen catalán. Luego, la ubicación del castillo del Grial en un lugar montañoso «más allá de los Pirineos» apunta de nuevo hacia Catalunya.

Pero, sobre todo, pesa el nombre del castillo, «Montsalvatge», en catalán antiguo, significando «Monte salvaje». Otro respaldo documental importante atañe a la existencia de un castillo anterior al monasterio, que puede probarse históricamente. Está documentada la existencia de uno de origen árabe, denominado «castillo del Marro», que se levantaba cerca de Santa Cecilia hacia el año 871.

También se ha especulado con la existencia de un segundo castillo, cuyos cimientos se localizarían en lo que es hoy la ermita de San Dímes. Según Carreras i Candi, que cita a Argaiz, parece ser que en la biblioteca de Montserrat hay rastros de un tercer castillo, denominado Otger, situado en plena montaña, cerca de la ermita de San Miguel. El primer documento que hace referencia a esta fortificación data de 1042 y es probable que Otger fuese el nombre de algún lugarteniente de Carlomagno.

Más allá de los datos geográficos e históricos, lo cierto es que el relato del Grial contiene un modelo de búsqueda iniciática y un simbolismo que puede trasponerse a la espiritualidad de Montserrat. La leyenda simboliza esencialmente un viaje que lleva, no a realizar hazañas externas de fama y gloria como ocurre en las otras aventuras de caballería, sino a buscar interiormente un crecimiento personal que nos conduzca al descubrimiento de que la superación de las contradicciones y desdichas se halla en gran parte en el conocimiento y la vivencia de nosotros mismos.

Es desde esta perspectiva que podemos asociar mejor el Grial con Montserrat, que desde tiempos remotos ha sido el lugar hacia el cual el hombre ha peregrinado con la esperanza de encontrar la respuesta a sus contradicciones y acceder a su centro espiritual.




La identificación entre el gran mito del Grial y la montaña sagrada alcanzó artísticamente su cumbre de la mano del romanticismo alemán. Ricardo Wagner, que conocía a través de Goethe y Schiller su espiritualidad, recreó en su ópera Parsifal la aventura del castillo de «Montsalvatge».

 Cuando, a finales del siglo pasado, la obra se estrenó en Bayreuth, Alemania, los decorados de la misma reproducían sorprendentemente los monolitos y las agujas de Montserrat. A partir del siglo XII existe ya copiosa documentación sobre los milagros que han tenido lugar en la basílica.

Muchos siguen un mismo patrón y se hallan testificados notarialmente. Enfermos desahuciados llegan a ella tras una penosa ascensión y, tras realizar ofrendas a la Virgen, empiezan a experimentar una transformación y, a menudo, la curación de sus enfermedades, a veces sólo minutos después.

Es obvio que, independientemente de la posibilidad de intervención divina, muchas curaciones aparecen como intervenciones terapéuticas del inconsciente sobre el cuerpo físico, en un proceso que hoy consideramos científicamente plausible y, probablemente, también haya un factor añadido relacionado con las energías geobiológicas del macizo.

Otro aspecto fantástico de Montserrat es el fenómeno de la aparición de extrañas luces, que tiene continuidad a través de los siglos. Ya en el hallazgo de la Virgen, hace 1.000 años, tal como hemos explicado, los pastores vieron estas intensas luminarias. En 1345, estando la Iglesia del Carmen de Manresa repleta y en pleno día, unas insólitas «bolas de fuego» procedentes de Montserrat iluminaron la Iglesia y parte de Manresa.

El fenómeno fue testificado por miles de personas y por las autoridades y no tenemos motivos para dudar de ello. Hasta nuestros días, Manresa ha celebrado siempre ese acontecimiento con las «festes de la Llum», que tienen lugar en febrero.

Por supuesto, estas luces fueron interpretadas en aquella época como un signo divino. Hoy, sin embargo, es posible que la interpretación fuese otra y pudiese relacionarse con el fenómeno OVNI. También a finales del siglo X, encontramos alusiones al avistamiento de estas extrañas luces antes de una batalla contra los musulmanes.

Quien desee descubrir la espiritualidad de este lugar deberá alejarse del conjunto arquitectónico y ascender hacia las cumbres. Repentinamente, cuando el monasterio y su abadía desaparecen de nuestra vista, penetramos realmente en la Arcadia que experimentó el viajero alemán Humboldt durante su visita a Montserrat.

 No se trata sólo de belleza, sino que, ante las enormes moles de piedra y su magnetismo, nos sentimos realmente como ante algo que nos trasciende. Al cabo de unas horas de estancia en la naturaleza, la sensación es de paz, tranquilidad y sosiego interno. Allí experimentamos lo que se ha denominado “el magnetismos de la montaña”.

Así, se ha señalado que las agujas y monolitos de formación calcárea actúan en Montserrat como poderosas antenas que emiten frecuencias de magnetismo geobiológico: fuerzas telúricas positivas que el excursionista acaba por percibir consciente o inconscientemente.

Pero este magnetismo positivo no sólo procedería de redes telúricas clásicas. Al parecer, el almacenamiento de agua en las cavernas subterráneas de Montserrat, podría contribuir al fenómeno con una fuerte ionización ambiental. Los iones del agua se orientarían en el mismo sentido que los vectores de las energías telúricas y reforzarían la carga energética de las cumbres.

A veces, sin embargo, y si conectamos con el lado oscuro de la montaña, lo benéfico se transforma en lo inquietante, e incluso en lo pavoroso. No todo en la montaña es energía benéfica, aunque ésta sea la que predomine.

 Su naturaleza muestra también, en algunos momentos, fuerzas de las que el hombre tiene que protegerse. Para empezar, es muy fácil perderse en la montaña, por la semejanza de sus rocas y la profusión de caminos. Incluso excursionistas muy experimentados pueden ser víctimas en algún momento de desorientación.

Además, algunos de los caminos conducen muy cerca de despeñaderos. A veces estas veredas están cubiertas de vegetación y cuando se descubre la sima puede ser demasiado tarde. Quien se adentre en las sendas de la montaña debe saber que, más allá del pico de San Jerónimo hacia el Tabor, penetra en el territorio menos conocido del macizo y pasará por lugares inhóspitos y de difícil recorrido. Pero donde el lado oscuro se expresa en su máxima intensidad es en las extrañas y persistentes desapariciones, que datan de antiguo.

 ¿Accidentes clásicos de montaña? Esta teoría presenta un serio inconveniente: aunque en algunos casos se han encontrado los cadáveres de algunas personas extraviadas, lo normal ha sido no encontrar el menor rastro de los desaparecidos.

Para algunos geobiólogos, la poderosa energía de ciertos parajes podría producir pérdidas temporales de conciencia, lo que acarrearía accidentes inesperados. Pero esta hipótesis también debe matizarse, porque la ausencia de los cuerpos accidentados sólo se explica si durante estos estados alterados de conciencia estas personas penetran en alguna cueva de la, montaña, lo que de nuevo nos lleva a la hipótesis de la existencia de un inquietante Montserrat subterráneo.

 Este doble aspecto -lo luminoso y lo oscuro- constituye el signo bifronte característico de los grandes, símbolos. Seña de identidad del catalanismo, su ámbito mágico-religioso, une a su condición de santuario el de una lugar cargado de poder.

La montaña atesora este carácter universal que, a lo largo de los siglos, atrae como un imán a los espíritus más sensibles y les cita secretamente para abrirles la puerta de una iniciación personal e intransferible. Esta es su grandeza y su misterio. Desde la noche de los tiempos hasta nuestros días.

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