jueves, 13 de septiembre de 2018

Los Misterios de los hombres de negro y el conocimientos prohibidos (I)

Desde hace muchos años se habla de la existencia de unos misteriosos Hombres de Negro que parece se dedican a hacer desaparecer los libros que hablan de los secretos de la naturaleza y de las fuentes de saber desconocido. Actúan de un modo silencioso y sus huellas las podemos encontrar tanto en Oriente como en Occidente. 

 Los Hombres de negro (en inglés Men in Black, MiB) serían, según la tradición contemporánea más popular y la especulación de algunos grupos creyentes en el fenómeno extraterrestre, presuntos agentes secretos gubernamentales o extra-gubernamentales encargados de ayudar a ocultar una hipotética presencia extraterrestre en la Tierra.

A veces se da a entender que los extraterrestres pueden ser ellos mismos. El término también se utiliza para describir a misteriosos hombres que trabajan para organizaciones desconocidas, así como a las distintas ramas del gobierno estadounidense, supuestamente con el objetivo de proteger secretos de estado o realizar otras actividades extrañas.

El término en sí es genérico, que se utiliza para referirse a cualquier individuo con una conducta extraña, amenazadora o poco común, cuya aparición en escena puede estar vinculado, en cierto modo, con un avistamiento ovni. 

El investigador Bill Moore cree que los Hombres de Negro forman parte de la muy real Oficina de Investigaciones Especiales de la Fuerza Aérea (la AFOSI), un departamento de seguridad interno de los Estados Unidos constituido en 1948.

Puesto que una de las misiones de la AFOSI es la de proteger la tecnología, los programas y al personal sobre una crisis global de “amenazas externas“, los hombres de negro tendrían como función confundir o amedrentar a investigadores y testigos de ovnis y visitantes extraterrestres, además de confiscar supuestas evidencias de presencia alienígena, con el propósito de preservar del conocimiento público las visitas de extraterrestres a nuestro planeta.

Relacionado con el fenómeno de los Hombres de Negro tenemos libros tales como “Die Rosenkreuzer; Zur Geschichte einer Reformation”; “La magia negra”, de Estanislao de Guatia; “Estudios de los Mahatmas, sus misterios y sus soluciones”, de Saint Yves d’Alveeydre, que desaparecieron sin dejar rastro. No obstante, aún tenemos acceso a otros libros que se encuentran dentro de la categoría de los “prohibidos” y cifrados. Los más interesantes son: “El papiro Voynich”, “Nefer-Ka-Ptah y el Libro de Thot”, y “Las estancias de Dzyan”.

“Se pueden escribir cinco líneas que destruirían la civilización“, escribió el prestigioso astrofísico Fred Hoyle. Esas líneas quizá formen parte de algunos de los textos “demasiado peligrosos” que han desaparecido sin dejar rastro o fueron sistemáticamente destruidos o censurados a lo largo de la Historia, como El Libro de Toth, que da poder sobre la materia, el Manuscrito Voynich, que explica cómo usar la energía cósmica, o la Esteganografía de Tritemo, que enseña como hipnotizar a distancia. Se calcula que en el gran incendio de la Biblioteca de Alejandría se quemaron medio millón de obras que contenían el conocimiento científico de civilizaciones extintas.




Pero aquellos no son los únicos textos que podrían cambiar nuestra concepción del mundo y que han desaparecido. Aunque algunos textos no han sido escamoteados de la lectura pública por la acción del fuego sino por grupos interesados en que nunca salgan a la luz. Esta es al menos la opinión del escritor francés Jacques Bergier y de muchos investigadores que sostienen que la destrucción y la censura sistemática del saber científico a lo largo de la Historia han sido y son una cuestión mucho más real que literaria.

 Los libros prohibidos han inspirado a muchos escritores como el norteamericano H. P. Lovecraft, que en sus “Mitos de Cthulú” menciona el “Necronomicón” que condensa la magia cósmica.

El Necronomicón (en griego Nεκρονομικόv) es un grimorio (libro mágico) ficticio ideado por el escritor estadounidense H.P.Lovecraft (1890-1937), uno de los maestros de la literatura de terror y ciencia ficción. Es mencionado por primera vez en el cuento The hound (El sabueso, 1922). 

Su presunto autor fue el «árabe loco» Abdul Alhazred, cuyo nombre figura en The nameless city (La ciudad sin nombre, 1921). El libro es, asimismo, mencionado por otros autores del círculo lovecraftiano, como August Derleth o Clark Ashton Smith.

Desde entonces, el libro ficticio ha inspirado la publicación de diversas obras de igual título. La etimología de Necronomicón es más transparente de lo que suele creerse. Aunque la forma no está testimoniada en griego antiguo, se trata de una construcción análoga a adjetivos comunes como ἀστρονομικός (astronómico), o οἰκονομικός (económico).

Estos adjetivos están formados por tres elementos: Un lexema (ἀστρο-, οἰκο-, νεκρο-) + el lexema νόμος (‘ley, administración’) + el sufijo -ικος, sin significado, que sirve para formar adjetivos. Así pues, astronómico significa etimológicamente “relativo a la ley u ordenación de los astros“; el neologismo necronómico sería “relativo a la ley (o las leyes) de los muertos“.

Cuando estos adjetivos se ponen en neutro singular (ἀστρονομικόν) o plural (ἀστρονομικά), adquieren un valor genérico. Por ejemplo, “lo relativo a los astros” o “las cosas relativas a la ordenación de los astros“.

Necronomicón, neutro singular, es por tanto “(el libro que contiene) lo relativo a la(s) ley(es) de los muertos“, del mismo modo que el Astronomicon, del poeta latino Marcus Manilius (siglo I d.C.), es un tratado sobre los astros. En una carta de 1937, dirigida a Harry O. Fischer, Lovecraft revela que el título del libro se le ocurrió durante un sueño.

Una vez despierto, hizo su propia interpretación de la etimología. A su juicio significaba «Imagen de la Ley de los Muertos», pues en el último elemento (-icon) quiso ver la palabra griega εἰκών (latín icon), «imagen».

Según H.P. Lovecraft, el Necronomicón es un libro de saberes arcanos y magia ritual, cuya lectura provoca la locura y la muerte. Pueden hallarse en él fórmulas olvidadas que permiten contactar con unas entidades sobrenaturales de un inmenso poder, los Antiguos, y despertarlas de su letargo para que se apoderen del mundo, que ya una vez fue suyo.

Se supone que está dividido en cuatro libros: el primero cuenta las grandezas de los Primigenios y sus legiones; y el esplendor de los Dioses; el segundo habla sobre lo acontecido en el año de la muerte y el temido Nyarlathotep; el tercero narra acerca de la magia, de sus rituales, y secretos; el cuarto describe lo escrito en el Libro del Destino, que anuncia lo que sucederá en la sagrada Orden.

Nyarlathotep (también llamado: El Caos Reptante -Crawling Chaos en inglés-) es un dios primordial ideado por el escritor Howard Phillips Lovecraft. Aparece en un gran número de sus relatos y es, al parecer, una gran masa poliposa con una larga excreción roja. No obstante, se caracteriza por adoptar diversas formas según sus pretensiones.




Además de aparecer en el ciclo de relatos de los Mitos de Cthulhu, aparece también en En busca de la ciudad del sol naciente (o, más literalmente traducido: La búsqueda-sueño de la desconocida Kadath (The Dream-quest of unknown Kadath), del mismo H. P. Lovecraft, obra perteneciente al Ciclo deaventuras de Randolph Carter o Las tierras del sueño. Quizás la cita más famosa del Necronomicón en la narrativa de Lovecraft es ésta: «Que no está muerto lo que yace eternamente, y con los eones extraños incluso la muerte puede morir».

El Necronomicón aparece en gran parte de los escritos de Lovecraft, que cita también otros libros de magia, comoDe vermis mysteriis (en latín, “Sobre los misterios del gusano“) y Le culte des goules (que en francés quiere decir “El culto de los gules“), atribuido al Conde D’Erlette, un guiño a August Derleth, miembro del “Círculo de Lovecraft“. Otros de los libros, reales o no, que aparecen en las ficciones de Lovecraft son: los fragmentos o manuscritos pnakóticos; Image du Monde, de Gauthier de Metz, y “El gran dios Pan“, de Arthur Machen.

En 1927, Lovecraft escribió una breve nota sobre la autoría del Necronomicón y la historia de sus traducciones, que fue publicada en 1938, tras su muerte, como Una historia del Necronomicón. Según esta obra, el libro fue escrito con el título de Kitah Al-Azif (en árabe: “el rumor de los insectos por la noche“), rumor que en el folclore arábigo se atribuye a demonios como los djins y gules.

Fue escrito, alrededor del año 738 d.C. por el poeta árabe Abdul Al-Hazred (cuyo nombre original podría haber sido Abdala Zahr-ad-Din, o Siervo-de-Dios-Flor-de-la-Fe), de Saná (Yemen). Se dice que Alhazred murió a plena luz del día devorado por una bestia invisible delante de numerosos testigos, o que fue arrastrado por un remolino hacia el cielo. Lovecraft abunda en datos para hacer verosímil la existencia del libro. Por ejemplo, cita como uno de sus compiladores a Ibn Khallikan, erudito iraní que existió realmente.

También cuenta que hacia el año 950 fue traducido al griego por Theodorus Philetas y adoptó el título actual grieg de Necronomicón. Tuvo una rápida difusión entre los filósofos y hombres de ciencia de la Baja Edad Media.

 Sin embargo, los horrendos sucesos que se producían en torno al libro hicieron que la Iglesia Católica lo condenara en el año 1050. En el año 1228, Olaus Wormius tradujo el libro al latín, en la que es la versión más famosa. Según la ficción lovecraftiana aún quedan algunos ejemplares de ella, mientras que los originales árabe y griego se creen perdidos.

A pesar de la persecución, según Lovecraft se realizaron distintas impresiones en España y Alemania durante el siglo XVII. Supuestamente, se conservarían cuatro copias completas: una en la biblioteca Widener de la Universidad de Harvard, dentro de una caja fuerte; una copia del siglo XV, en la Biblioteca Nacional de París; otra en la Universidad de Miskatonic en Arkham (EEUU); y otra en la Universidad de Buenos Aires.

Además, quedarían algunos fragmentos dispersos en Simancas. Sobre el carácter ficticio del libro, Lovecraft escribió lo siguiente: “Ahora bien, sobre “los libros terribles y prohibidos”, me fuerzan a decir que la mayoría de ellos son puramente imaginarios.

 Nunca existió ningún Abdul Alhazred o el Necronomicón, porque inventé estos nombres yo mismo. Luwdig Prinn fue ideado por Robert Bloch y su De Vermis Mysteriis, mientras que el Libro de Eibon es una invención de Clark Ashton Smith. Robert E. Howarddebe responder de Friedrich von Junzt y su Unaussprechlichen Kulten…. En cuanto a libros escritos en serio sobre temas oscuros, ocultos, y sobrenaturales, en realidad no son muchos. Esto se debe a que es más divertido inventar trabajos míticos como el Necronomicón y el Libro de Eibon”.

De hecho, el famoso árabe loco Abdul Alhazred no es más que un apodo que él mismo se puso en la infancia, inspirado en la lectura de Las mil y una noches. Lovecraft logró hacer un excelente engaño al aportar datos respecto al Necronomicón. Por ejemplo, señalaba que quedaban muy pocos ejemplares de tal libro “prohibido” y “peligroso“.

En el cuento “El horror de Dunwich” se ubican ejemplares en la Universidad de Buenos Aires, en la Biblioteca de Widener de Harvard, la Biblioteca Nacional de París, en el Museo Británico y en la inexistente Universidad de Miskatonic en la ciudad de Arkham (que aparece repetidamente en los cuentos de Lovecraft). Tanto es así que muchos creen efectivamente en la existencia de tal libro y se han dado casos de sujetos estafados al comprar los supuestos “originales” del Necronomicón. Sin lugar a dudas, este libro tiene la fama de dar pie a las más grandes confusiones.

Se pueden encontrar páginas en internet que pretenden desvelar sus misterios y hasta lugares donde se ofrece a la venta. Es frecuente que se cometan estafas, ofreciendo“ejemplares del Necronomicón” y réplicas de grimorios medievales. August Derleth cuenta en su artículo “The Making of a Hoax” cómo en la publicación “Antiquarian Bookman” aparece un anuncio, en 1962, que dice: “Alhazred, Abdul.Necronomicón, España 1647.

Encuadernado en piel algo arañada descolorida, por lo demás buen estado. Numerosísimos grabaditos madera signos y símbolos místicos. Parece tratado (en latín) de Magia Ceremonial. Ex libris. Sello en guardas indica procede de Biblioteca Universidad Miskatonic. Mejor postor”. En el mismo artículo se cuenta que una vez un estudiante gastó la broma de incluir su ficha en el registro de la Biblioteca General de la Universidad de California, en la sección BL 430, dedicada a las religiones primitivas.

Así, el Necronomicón fue pedido insistentemente (incluso por profesores). Se dice que Jorge Luis Borges creó una ficha sobre el mismo en la Biblioteca Nacional de Argentina, así como que en el catálogo de la Biblioteca de Santander (España) aparecía también una versión latina del libro. Numerosos escritores y artistas han intentado hacer realidad esta ficción, con lo que se han publicado muchos libros con este título. Normalmente se procura mantener el misterio y en el mismo libro no se incluyen aclaraciones explicando que es falso.




Algunos de estos necronomicones son simples listados de los primigenios más conocidos, junto a símbolos y oraciones sin significado, imitando burdamente el estilo de Lovecraft. Pero existen también algunos muy cuidados, valiosos y dignos de colección. Por problemas de derechos de autor, algunos de ellos no contienen las frases que Lovecraft inventó como citas del Necronomicón en sus relatos.

El dibujante H. R. Giger publicó una recopilación de sus dibujos bajo el título Giger’s Necronomicon, en dos volúmenes, en una edición muy cuidada pensada para coleccionistas. Cabe destacar el Necronomicón de Donald Tyson (publicado en 2004 por Edaf), escrito como la biografía en primera persona de Abdul Alhazred, siguiendo el estilo literario de los escritores árabes, y que recoge y explica todos los mitos y ciudades que aparecen en los relatos de Lovecraft, incluyendo la explicación del origen del mundo con el estilo trágico de Lovecraft.

El escritor italiano Humberto Ecco, en “El nombre de la Rosa“, narra una historia medieval de intrigas sobre una biblioteca de obras condenadas guardada en un convento por monjes inquisidores. Para Jacques Bergier muchas de las palabras prohibidas a que alude Hoyle están en los textos que el escritor francés ha descrito en su trabajo “Los libros malditos” (“Les livres maudits“), que se ha convertido en una obra de referencia entre los aficionados a los conocimientos esotéricos y el saber oculto.

Bergier, autor junto a Louis Pauwels de otro libro de referencia denominado “El retorno de los brujos”, afirma en su libro que existe una cofradía tan antigua como la civilización, que impide la difusión demasiado rápida o extensa de los conocimientos que pueden ser demasiado peligrosos para ser revelados.

 El escritor llama a este grupo los “hombres de negro”. Entre los integrantes de esta presunta cofradía censora, cuyos rastros aparecen tanto en la historia antigua de China y la India, como en el pasado de Occidente, habrían figurado el escritor francés Joseph de Maistre y el zar Nicolás II de Rusia.

 En 1885, según señala el investigador francés, el escritor Saint-Yves d’Alveydre debió destruir su obra, “Misión de la India en Europa y Misión de Europa en Asia. La cuestión de los Mahatmas y su solución” bajo amenaza de muerte, y su reedición la destruyeron los nazis alemanes al invadir Francia y París, en 1940. Pero éste es sólo uno de los cientos de textos y hallazgos científicos que, según Jacques Bergier, han desaparecido sin dejar rastro o han sido ocultados a la sociedad.

 Una de las obras prohibidas más legendarias es el “Libro de Toth“, un papiro de entre 10.000 y 20.000 años de antigüedad, copiada en secreto, que ya poseían los sacerdotes y faraones egipcios y que, al parecer, contenía los secretos de diversos mundos y daba un enorme poder a sus poseedores. El libro, que alude a diversos documentos históricos, confería poder sobre la tierra, los océanos y los cuerpos celestes, y permitía desde interpretar a los animales, para comunicarse, hasta obrar a distancia.

La destrucción de este antiquísimo libro fue anunciada varias veces, incluso por la Inquisición, pero ha reaparecido varias veces a lo largo de la Historia y no se descarta que ahora esté en poder de algunos grupos, que posean y utilicen sus secretos. Este compendio de conocimientos científicos, “nacido del fuego” pero considerado “incombustible“, se atribuye a Hermes Trismegisto, el fundador de la alquimia y uno de los padres del saber hermético. El Libro de Toth jamás ha sido visto impreso o reproducido, y se ignora la forma en que podía consultarse.

Según Bergier, en la lista de presuntos textos condenados, algunos provenientes de civilizaciones desaparecidas, también figura el Manuscrito Mathers, escrito por Samuel Liddell “MacGregor” Mathers, que fundó una de las sociedades esotéricas secretas más famosas de la historia, laGolden Dawn (“El Alba Dorada“).

Pero, según Bergier, el mayor éxito de los “hombres de negro” ha sido la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, iniciada por Julio César, en el año 47 a.C., continuada por el emperador Diocleciano en el 285 d.C,, y finalizada en el año 646 por los árabes, que la destruyeron hasta sus cimientos. Este edificio monumental, fundado en el 297 a.C. por Demetrio de Falera y que contaba con departamentos de Ciencias Naturales y Matemáticas, contenía unos setecientos mil documentos, de los cuales casi ninguno ha sobrevivido y entre los que al parecer se encontraban los secretos de la transmutación del oro y la plata.

La destrucción de la Biblioteca alejandrina eliminó los manuscritos del historiador y astrólogo Beroso, quien inventó el cuadrante solar semicircular y concibió una teoría sobre el conflicto entre los rayos del Sol y la Luna, la cual anticipaba las modernas investigaciones sobre la interferencia de la luz.

Entre los manuscritos destruidos figuraban obras de Pitágoras, Salomón y Hermes, parte de las cuales estarían en bóvedas secretas de las pirámides egipcias, según se afirma. Entre los textos quemados en Alejandría, también figuran los de una enigmática civilización que precedió al antiguo Egipto conocido, y otros textos demasiado “peligrosos” para ser divulgados. 

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