martes, 28 de agosto de 2018

El código Miguel Angel IV: La Biblioteca Laurenciana ( I)

En 1524, Miguel Angel Buonarroti diseñó una serie de enigmáticas figuras geométricas para la decoración del piso de la Biblioteca Laurenciana. (Retrato de Miguel Angel atribuido a Marcello Venusti)

El genio florentino del renacimiento, Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564 DC) escondió en sus obras una serie de mensajes esotéricos y místicos, producto de su formación en el epicentro de lo que hemos denominado “El otro renacimiento”, en la ciudad de Florencia.

Proponemos que estos mensajes, en conjunto, comunican una cosmovisión que podría ser resumida en una frase: “La mente es Dios y existió antes que la materia”.

Las entregas anteriores de esta serie de artículos fueron dedicadas a explorar las razones detrás de la decisión de Miguel Ángel de colocarle un par de protuberancias en forma de cuernos a la escultura de Moisés que realizó para la tumba del Papa Julio II.

Para Los Divulgadores, como explicamos anteriormente, los cuernos del Moisés de Miguel Ángel representan, de manera simbólica, la activación del órgano humano conocido como “tercer ojo” o “linterna de Osiris” en el patriarca judío. Este órgano le permitió a Moisés entrar en contacto con las entidades incorpóreas que habitan el mundo espiritual, como aquella que le habló en la cima del Monte Sinaí.




Varias tradiciones mistéricas proponen una historia alternativa de la evolución del ser humano en la que se contempla que, en la antigüedad, existió una etapa evolutiva denominada la “humanidad vegetal”, en la que el ser humano tenía partes vegetales en su organismo.

Según esta tradición, hacía miles de años atrás, este órgano conocido como la “linterna de Osiris” sobresalía de ambos lados de la cabeza de los humanos como un par de antenas. Estas “antenas” se redujeron de tamaño con el paso del tiempo y se convirtieron en lo que hoy conocemos como la glándula pineal, un órgano alojado en el centro del cráneo que está involucrado en una serie de procesos bioquímicos relacionados con las experiencias místicas.


La Biblioteca de la familia Médicis, más conocida como la Biblioteca Laurenciana, ubicada en la Plaza de San Lorenzo en Florencia.

La probable existencia de una “humanidad vegetal” y las relaciones entre el DMT, la melatonina, las experiencias místicas o alucinaciones y la glándula pineal son tan complejas que merecen un artículo aparte. Es por esta razón que en la presente serie dejaremos de lado estos conceptos para seguir indagando en los mensajes ocultos en la obra de Miguel Ángel.
Geometría sagrada

En 1774 sucedió un afortunado accidente en la sala de lectura de una de las bibliotecas más importantes del mundo. Un estante repleto de libros sucumbió al peso y se desplomó dejando al descubierto el piso original de la biblioteca decorado con intrincados diseños geométricos hechos en terracota, que habían permanecido ocultos bajo un falso piso de madera.

Esto sucedió nada menos que en la célebre Biblioteca de la familia Médicis, también conocida como la Biblioteca Laurenciana, diseñada por Miguel Ángel en 1524 por encargo del Papa Clemente VII de Médicis.

Los arquitectos encargados de la restauración del escritorio, a pesar de no lograr descifrar el contenido de los diseños geométricos le informaron al director de la Biblioteca pues sabían que las figuras representaban algo de suma importancia

Antonio Biscioni, quien en ese entonces era el director, ordenó retirar todo los pisos falsos de madera que cubrían el piso original. Se descubrió que existían quince paneles de terracota con diferentes diseños geométricos, de aproximadamente dos metros de ancho, que cubrían el largo de ambos lados de la Biblioteca a manera de pasadizos. Quince en el lado oeste y quince en el lado este, similares en tamaño y diseño. Los diseños habían sido realizados utilizando el color rojo y el color blanco y los paneles tenían la forma de cuadrados encerrados dentro de rectángulos.



La sala de lectura de la Biblioteca Laurenciana. Los diseños fueron descubiertos debajo de los escritorios que se encuentran a lo largo de las dos líneas blancas diagonales. Se puede apreciar, en detalle, el piso falso de madera que ocultó los diseños por más de doscientos años.




Los escritorios permanecieron en su lugar original cubriendo los diseños pero Biscioni quedó tan impactado por el descubrimiento que ordenó la construcción de trampillas en el piso falso de madera de cada uno de los escritorio para que se pudiese observar las figuras.

Pese a todo, los diseños no fueron estudiados y continuaron en el olvido.

Tuvieron que pasar más de cuatrocientos años para que alguien se interesase en descifrar la función y el significado de los diseños geométricos del piso de la Biblioteca Laurenciana.

En 1980, el reconocido arquitecto norteamericano Ben Nicholson empezó a estudiar, junto con su equipo que agrupaba a especialistas en geometría y teólogos, las complicadas figuras geométricas del piso utilizando un método multidisciplinario que comprendió trabajo de campo arqueológico, análisis de documentos, análisis matemáticos, investigación arquitectónica y numerología.

Su estudio duró más de diez años culminando en 1996 con la exposición titulada “Descubriendo la Geometría: Ben Nicholson en la Biblioteca Laurenciana”. En esta muestra, Nicholson expuso reproducciones a gran escala de los quince diseños geométricos y presentó las conclusiones de su investigación sobre el significado de los mismos.

Según Nicholson, los paneles juntos son una enciclopedia de los principios esenciales del conocimiento geométrico sagrado, o de la teología de la aritmética, que fue el legado de los antiguos maestros como Pitágoras de Samos (570-495 AC).



Arriba, plano que muestra la disposición en la que se encontraron los paneles. Abajo, de izquierda a derecha, el panel de los Médicis, el panel del “Lambda de Platón” y el panel de la “estrella de Brunes”.

Lo sorprendente es que varios de estos paneles no se limitan a establecer conceptos geométricos ancestrales y sagrados sino que también guardan mensajes de carácter filosófico y teológico, que nos remontan a los tiempos del filósofo Pitágoras, el profeta Zoroastro e incluso a los grandes arquitectos del antiguo Egipto.

El panel de los Médicis

Uno de los paneles más interesante para Nicholson es el panel número dos, conocido como el panel de los Médicis ya que en el centro se puede apreciar el emblema de Cosimo I de Médicis. (ver figura de abajo).

A simple vista, el panel de los Médicis parece ser totalmente simétrico y guarda mucha similitud con las antiguas rosetas que se encuentran en muchos diseños del renacimiento. Pero, al analizarlo en profundidad, Nicholson observó que el panel no era un cuadrado perfecto sino que era ligeramente rectangular.

Luego de estudiar las proporciones del panel, Nicholson encontró una serie de números que no parecían haber sido escogidos al azar. El rectángulo que encierra al diseño del panel tiene una proporción de 12:13 y esto, según Nicholson, representa los ciclos lunares y solares puesto que el Sol recorre los doce signos del zodiaco en casi el mismo tiempo que la Luna realiza trece vueltas alrededor de la Tierra.

Más aún, el tramado del diseño está compuesto por 96 círculos agrupados en la secuencia 1, 3+3, 6, 12, 24, 48. Esta secuencia numérica que parece no tener ningún significado es uno de los elementos más enigmáticos de los diseños geométricos del piso de la Biblioteca Laurenciana.

Como hemos visto, Miguel Ángel realizó los planos de esta construcción alrededor del año 1524. Para ese entonces, aun se creía que el Sol giraba alrededor de la Tierra y los únicos planetas conocidos eran Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno.


El panel clasificado con el número dos, denominado por el arquitecto Ben Nicholson como el panel de los Médicis.

En 1768, más de doscientos años después de la construcción de la Biblioteca Laurenciana, el astrónomo alemán Johann Elert Bode (1747-1826) publicó un libro titulado “Manual de Instrucciones para el Aprendizaje de los Cielos Estrellados” en el que determinaba la distancia entre el Sol y cada uno los planetas conocidos hasta ese momento (Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno) a través de una fórmula matemática.

Los avances tecnológicos de los siglos posteriores permitieron comprobar que las distancias propuestas por Bode eran correctas. Las distancias que propuso el astrónomo alemán, expresadas en unidades astronómicas, son muy cercanas a las distancias reales entre el Sol y cada uno de los planetas conocidos en esa época.

Es más, gracias a su fórmula matemática, Bode predijo que entre Marte y Júpiter existía un planeta más:

“Después de Marte hay un espacio que es la suma de 4+24=28 partes (decimos de una unidad astronómica), pero hasta ahora no se ha visto planeta alguno allí. Pero ¿podría haber dejado el Señor Arquitecto (del Universo) ese espacio vacío? No, de ninguna manera. Entonces, asumamos que este espacio, sin duda, pertenece a los aún no descubiertos satélites de Marte.”

En 1781, se descubrió el planeta Urano, justamente en la posición que Bode había propuesto, años antes, utilizando su fórmula.

Lo sorprendente es que la secuencia numérica que Nicholson encontró en el panel de los Médicis, es la misma secuencia numérica que Bode utilizó para calcular la distancia entre el Sol y los planetas.

¿Cómo es que esa secuencia numérica fue introducida, doscientos años antes, en el panel de la Biblioteca Laurenciana?



A la derecha, el arquitecto Ben Nicholson dándole indicaciones al pintor Blake Summers, quién realizó las reproducciones a gran escala de los quince diseños geométricos de la Biblioteca Laurenciana para la exposición “Descubriendo la Geometría: Ben Nicholson en la Biblioteca Laurenciana”.

Hoy en día, la formula que utilizó Bode, conocida como la ley de Titius-Bode, no es considerada como una ley científica fundamental ya que falló al determinar la posición de los planetas Neptuno y Plutón.




La ley de Titius-Bode es clasificada como una ley empírica y no fundamental pues Bode la desarrolló a partir de la observación de las posiciones de los planetas y no a través de un entendimiento profundo de la razón por la cual los planetas se encontraban en esa posición.

Al margen del origen de la secuencia numérica, no hay como explicar la aparición de esta en los diseños de la Biblioteca Laurenciana, menos aún si se tome en cuenta que cuando Miguel Ángel diseñó los planos, alrededor de 1524, aún se creía que la Tierra era el centro del universo.

El modelo heliocéntrico de Copérnico, que plantea que la Tierra y los planetas giran alrededor del Sol, empezó a hacerse conocido en algunos círculos de la élite europea en 1536, doce años después del trazo de los planos de la Biblioteca. 

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