domingo, 14 de abril de 2019

El Ascenso de Rusia y el 'Fin del Mundo' (I)

"Lo que la oscuridad no puede poseer, busca destruir"

Miembro principal de la temprana élite bancaria estadounidense, John D. Rockefeller (exactamente) retratado en uno de los primeros dibujos animados del siglo 20.

Usted probablemente ha leído todo tipo de teorías que tratan de explicar las causas de la "nueva guerra fría" en la que nos encontramos. Desde la teoría vergonzosamente simplista de que "Putin es un Hitler", ofrecida por la prensa occidental, a la idea más matizada de una "guerra energética" entre Estados Unidos-Europa-Rusia.

La verdad sobre por qué estamos donde estamos ahora mismo, como especie, sin embargo, es bastante simple en realidad. Pero para entenderlo tendrá que deshacerse de la idea de una "nueva guerra fría" y sustituirla por "la guerra de 120 años que nunca terminó". 

Si le gusta la historia condensada y relevante a los acontecimientos actuales, siga leyendo. 

Hace más de 100 años, en 1904, uno de los padres fundadores de la geopolítica y la geoestrategia, graduado de la Universidad de Oxford y co-fundador de la London School of Economics, el Sir Halford Mackinder, propuso una teoría que expandió el análisis geopolítico desde el nivel local o regional a un nivel global. La geopolítica es el estudio (por personas en posiciones de poder) de los efectos de la geografía (humana y física) en la política internacional y las relaciones internacionales. 




En términos sencillos, esto significa que es el estudio de la mejor manera de controlar la mayor parte del mundo - sus recursos, humanos y naturales - como sea posible. 

Cuando usted o yo pensamos en el mundo, pensamos en un lugar complicado y grande, con miles de millones de personas. Cuando la "élite" piensa en el mundo, piensan en un globo terráqueo o un mapa, con estados-nación en él que pueden, y deben, según ellos, moldearse y cambiarse en masa. 

Mackinder separó el mundo en unas pocas regiones. 

La "Isla mundial", un área que comprende aproximadamente a los continentes interrelacionados de Europa, Asia y África. 
Las islas costeras, incluyendo las Islas Británicas y las islas de Japón. 
Las islas periféricas, incluyendo los continentes de América del Norte, América del Sur y Australia. 

La más importante de ellas, con mucho, es la "isla mundial" y, en particular, lo que él llamó el "corazón", que básicamente significa Rusia. Mackinder dijo que quién controle el "corazón" (Rusia) controla la "isla mundial" (Eurasia y África), y quien sea que controle eso, controla el mundo. 

Es un análisis bastante evidente de la situación debido a que la gran mayoría de la población y los recursos del mundo se encuentran en el continente euroasiático, y poseer una gran posición en el norte de esa masa de tierra - con su retaguardia protegida por un océano congelado intransitable - le da el punto de ventaja por excelencia, o "posición más alta"si así lo desea. 

Mapa geoestratégico del mundo por Mackinder

Mackinder probablemente llegó a esta conclusión como resultado de la experiencia británica de ser un imperio.

Los británicos tenían un gran imperio en el que "el sol nunca se ponía" (y la sangre nunca se secaba), y, mientras que la élite británica adquirió un montón de dinero y causó mucho sufrimiento mediante la expropiación de los recursos de otros pueblos, ellos nunca fueron capaces de "dominar el mundo" verdaderamente porque el "corazón" (Rusia) no fue conquistado y convertido en un estado servil a las potencias occidentales; en gran parte debido a su enorme tamaño y el hecho de que la misma Rusia había sido durante mucho tiempo un Imperio. 

En 1904, las ideas de Mackinder (compartidas por sus contemporáneos) ya eran moneda común entre la élite angloamericana de la época, que buscó la dominación global por medio de la prevención de cualquier competidor para los Estados Unidos. Rusia fue el competidor potencial natural, de nuevo debido a su tamaño, sus recursos y su historia imperial.

Así que incluso antes del paso del siglo XX, la élite de los EE.UU., en alianza con sus compañeros de ideología británicos, se mantenían ocupados con la tarea de "neutralizar" a Rusia como una amenaza para sus planes de hegemonía global. Cuando Mackinder publicó sus ideas, los políticos, industrialistas y banqueros británicos y estadounidenses ya se habían embarcado en el proceso de "cambio de régimen" en Rusia, a través de una de las "islas costeras", concretamente, Japón. 

Primera Guerra, La Revolución 

En 1898, Rusia había acordado un convenio con China que arrendaba el puerto chino de "Port Arthur" a Rusia. En el momento éste era el único puerto de agua tibia en el Pacífico de Rusia (y tenía tanta importancia estratégica como la que tiene Crimea para Rusia hoy en día).

Tanto los británicos y los estadounidenses estaban preocupados por la estrecha relación entre Rusia y Alemania (el Zar Nicolás II y el Kaiser Guillermo II de Alemania eran primos) y la posibilidad de que Francia podría unirse a ellos en una triple alianza antibritánica. Para los británicos y estadounidenses claramente se trataba de una "amenaza para el orden internacional".1 




Para frustrar las intenciones de Rusia en Asia, en 1902, Gran Bretaña y Japón firmaron la "alianza anglo-japonesa", que estipulaba que si Japón o Gran Bretaña eran atacados por más de un enemigo, ellos se apoyarían mutuamente militarmente. Efectivamente, esta fue la luz verde de los británicos para que Japón vaya a la guerra con Rusia, si fuera necesario, con la certeza de que ni Francia ni Alemania (aliados de Rusia) intervendrían y se arriesgarían a una guerra con Gran Bretaña. A partir de ese momento en adelante, Japón actuó efectivamente como protector de los intereses británicos en el Este de Asia. 

Desde el 8 de febrero de 1904 al 5 de septiembre de 1905, se libró la primera "gran guerra" del siglo XX entre Japón y la Rusia zarista, en gran parte por el acceso a "Port Arthur". 

El gobierno británico suministró a la marina japonesa con buques de guerra y, durante la guerra misma, pasó información a los japoneses. Tal vez la ayuda más importante para el gobierno japonés llegó en la forma de préstamos de bancos e instituciones financieras británicas y estadounidenses que totalizaron 5 mil millones de dólares a valor de hoy, incluyendo un "préstamo" de 200 millones por parte del prominente banquero de Wall Street, Jacob Schiff.2 

Durante la Primera Guerra Mundial, Schiff y otros banqueros de Wall Street también concedieron préstamos a las potencias centrales, a pesar de ser oficialmente enemigas de su patria adoptiva, los EE.UU.

Un impreso de propaganda rusa de 1905 que muestra a marineros rusos fumando proyectiles japoneses proporcionados por 'John Bull', representando a Inglaterra, así como los EE.UU. observando.

La batalla decisiva tuvo lugar del 27 al 28 mayo de 1905, cuando las fuerzas navales de Rusia y Japón se reunieron en el estrecho de Tsushima.

Dos tercios de la flota rusa fueron destruidos. La derrota de Rusia fue enfatizada por el Tratado de Portsmouth, que confirmó el surgimiento de Japón como potencia preeminente en el este de Asia y obligó a Rusia a abandonar sus planes para desarrollar la región de Siberia-Pacífico e iniciar las rutas comerciales del Lejano Oriente. Japón también se convirtió en la sexta fuerza naval más potente y los costos de la guerra asestaron un golpe significativo a la economía rusa. 

Incluso antes de que la guerra hubiera terminado oficialmente, fue la situación financiera desesperada de Rusia, la derrota en Tsushima y la presión de los británicos las que llevaron al Zar a alejarse finalmente del Tratado de Bjorko de 1905, que había firmado con el Kaiser Wilhelm (y, por implicación, con Francia).

Tan pronto como el Gobierno británico y su red de anglófilos en Rusia se enteraron del acuerdo secreto firmado en el yate del Kaiser en el mar Báltico (un acuerdo que habría amenazado al 'orden mundial' alineando a Rusia con Alemania), ellos amenazaron con cortar la financiación a Rusia y organizaron a la prensa rusa, la cual aparentemente era controlada por ellos, para que iniciaran una campaña de propaganda antialemana. 

El Kaiser escribió al Zar:

"La totalidad de su prensa influyente, en unos quince días se ha hecho violentamente antialemana y probritánica. En su mayoría, son comprados por las fuertes sumas de dinero británico, sin duda".3

La representación de la batalla de Tsushima de 1905, desastrosa (para Rusia), donde 2/3 de su flota fue destruida.

Al estar Rusia aislada y económicamente quebrada, y al eliminar la amenaza de la integración euroasiática, el siguiente paso lógico era deshacerse por completo del Zar y transformar a Rusia en un mercado controlado, retardado y 'cautivo' para las finanzas occidentales. Pero para lograr ese objetivo, primero había que abordar decididamente a la Alemania del Kaiser Wilhelm, y eso significaba la guerra. Con el fin de preparar el terreno para la guerra, los británicos firmaron el Entente anglo-ruso en 1907, y más tarde añadieron a Francia a la Triple Entente, aliando a los ejércitos más poderosos del mundo en contra de Alemania. 

Entre 1903 y 1914, el público británico fue sometido poco a poco a un frenesí antialemán, y también asediado con un sinnúmero de artículos de periódicos, libros y folletos que(falsamente) advertían del rearme y las intenciones agresivas de Alemania para invadir Gran Bretaña y dominar el mundo.

El magnate de publicaciones y periódicos británicos en el momento, Alfred Harmsworth, que estaba íntimamente ligado con la élite política y la banca británicas, ejerció una enorme influencia sobre la opinión pública británica a través de sus periódicos. En una entrevista con el diario francés Le Matin, Harmsworth dijo:

"Los alemanes se hacen a sí mismos odiosos para toda Europa, no voy a permitir que mi diario publique cualquier cosa que pudiera de alguna manera herir los sentimientos de los franceses, pero no me gustaría imprimir cualquier cosa que pudiera ser aceptable para los alemanes".3

La histeria antialemana culminó con la aprobación de la Ley de Secretos Oficiales del Reino Unido de 1911, que estableció con eficacia los servicios de inteligencia británicos MI5 y MI6. Encaja con el hecho de que estas agencias, hoy en día ocupadas con la fabricación de las amenazas terroristas para asustar al público británico - y mundial - y llevarlo a apoyar la guerra, tuvieron su fundación en una amenaza desde Alemania fabricada. 

El "punto de inflamación" elegido para una guerra anglo-estadounidense para destruir Alemania, debilitar a las potencias europeas y hacer que el conjunto de Europa sea servil a los intereses bancarios occidentales, fueron los Balcanes. 

En noviembre de 1912, un telegrama del embajador de Rusia en Bulgaria al Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia (Izvolsky), que implicaba a un representante del periódico británico The Times, afirmaba que "muchas personas en Inglaterra están trabajando para acentuar la complicación en los Balcanes para lograr la guerra que daría lugar a la destrucción de la flota alemana y el comercio alemán".4 

Lo más probable es que este periodista de The Times fuera James David Bourchier, un miembro de la aristocracia inglesa que estaba profundamente involucrado en la Liga Balcánica, una organización creada en 1912 por el embajador ruso en Belgrado, Nicholas Hartwig, para presionar por la independencia de los Estados Balcánicos del Imperio Otomano y el austro-húngaro.

Nicholas Hartwig era un agente del monarca Inglés, Edward VII, y, por lo tanto, de la élite británica.5 La independencia de los Estados Balcánicos estaba totalmente en línea con el objetivos de las élites británicas de desmantelar los imperios que representaban una competencia. 

Dos marionetas de la élite occidental. El Archiduque Fernando y su asesino, Gavrilo Princip.

El asesinato del archiduque Franz Ferdinand en 1914 fue registrado como la chispa que encendió la Primera Guerra Mundial. Pero esta es una distorsión de los hechos. Como se mencionó, los planes británicos para la guerra contra Alemania ya tenían por lo menos una década en ese momento. 

En cualquier caso, los asesinatos de la realeza y la nobleza eran bastante comunes en esa época en Europa, y la muerte de Franz no era algo que necesariamente habría provocado una guerra mundial. Ciertamente, el Imperio Austro-Húngaro sólo estaba interesado en calmar a los serbios, y Alemania, aliada de Austria-Hungría, estaba decididamente en contra de que la crisis se saliera de control. 




Después del asesinato, el Gobierno británico anunció engañosamente a Austria-Hungría y Alemania que aceptaban el derecho de Austria-Hungría a una indemnización de Serbia. Cuando Austria emitió su Ultimátum de Julio a los serbios, el 23 de julio (una serie de demandas que fueron intencionalmente hechas para ser inaceptables) esperaban que resultara en una guerra local, pero el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sazonov (otro agente británico)6, respondió movilizando fuerzas rusas, el 28 de julio, en contra de los deseos del Zar.

Los británicos también movilizaron a sus propias tropas en silencio, anticipando un movimiento alemán en contra de Bélgica, el cual ocurrió el 4 de agosto. 

Lo que ni Alemania ni Austria-Hungría se dieron cuenta fue que el asesinato - el casus belli - había sido orquestado por los serbios con el apoyo de agentes británicos en el Gobierno ruso.

En el caso de la corte de 1917 sobre el asesinato, el coronel serbio Dragutin Dimitrijevićconfesó que él había contratado a los sicarios de Ferdinand y que el asesinato fue planeado con el conocimiento y la aprobación del embajador ruso en Belgrado (Nicholas Hartwig) y el agregado militar ruso en Belgrado, Viktor Artamónov. Tanto Hartwig y Artamonov estaban efectivamente pagados por el Gobierno británico.

Si en aquel entonces hubiera sido ampliamente revelado que los rusos estaban directamente involucrados en el asesinato, el Gobierno británico no podría haber justificado la guerra al público británico, que tenía fuertes opiniones antizaristas, gracias a la propaganda antirrusa que era alimentada de forma sistemática durante el "Gran Juego" del siglo 19. En todo caso, habrían hecho un llamado a la guerra contra Rusia. 

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