jueves, 31 de enero de 2019

¿ Existió una Civilización que Convivió con los Dinosaurios? (I)

El hombre siempre ha soñado con encontrar aquellas fabulosas remotas civilizaciones que cuentan múltiples mitos y leyendas. 

Y tal como he comentado en mi bienvenida al blog, a pesar de los miles de años transcurridos y de las múltiples catástrofes sufridas por este planeta a lo largo de su dilatada historia, todavía se van encontrando vestigios que ayudan a completar el puzzle. 

Y generalmente se encuentran esporádicas y limitadas pruebas de la existencia de otros hombres y de otras culturas e imperios remontándonos en el pasado hasta unos 15.000 años. 

Una de las últimas sorpresas que nos ha deparado la Paleontología ha sido el descubrimiento del «hombre de Leakey», en Olduvai (Tanzania), de una edad estimada máxima de un millón de años.




Pero este hallazgo de los Leakey, eminente familia de paleontólogos y antropólogos, constituye tan sólo un hecho aislado. Aunque luego se han encontrado otros restos más antiguos de homínidos en distintas partes del mundo que han ampliado la posible antigüedad del hombre hasta unos pocos millones de años. 

Evidentemente esta antigüedad del ser humano en la Tierra anula cualquier posibilidad de coexistencia con los grandes dinosaurios. 

Por otro lado los paleontólogos se siguen preguntando por qué estos animales prehistóricos tan numerosos y resistentes desaparecieron súbitamente de la faz de la Tierra. ¿Cómo puede explicarse este singular hecho?

 La repentina extinción de estos millones de gigantescos saurios que dominaban los antiguos continentes del planeta era, en efecto, una incógnita fascinante. Muchos de esos gigantescos saurios habrían permanecido o se habrían transformado, adecuándose a las nuevas necesidades de sus hábitats. Pero nada de eso ocurrió.

En 1980 un grupo de investigadores liderados por el físico Luis Álvarez (Premio Nobel) descubrieron, en las muestras tomadas por todo el mundo de las capas intermedias entre los períodos Cretácico y Terciario de hace 65 millones de años, una concentración de iridio cientos de veces más alta que lo normal. El final del cretáceo coincide con la extinción de los dinosaurios y de los ammonites. 

Plantearon así la llamada "Hipótesis de Álvarez", conforme la cual la extinción de los dinosaurios y de muchas otras formas de vida habría sido causada por el impacto de un gran meteorito contra la superficie de la Tierra hace 65 millones de años.

El nombre de la hipótesis se debe a los dos científicos que propusieron la hipótesis en 1980: Luis Álvarez y Walter Álvarez (padre e hijo).

Para demostrar esta hipótesis, las investigaciones se centraron en encontrar una capa en la corteza de la Tierra con niveles elevados de iridio. Los niveles del iridio son generalmente más altos en asteroides y otros objetos extraterrestres.

La evidencia del iridio fue descubierta anteriormente al descubrimiento del cráter de Chicxulub, en la península de Yucatán.

 Por tanto, si consideramos que el último dinosaurio murió hace unos 65 millones de años, y que los hombres u homínidos (que se sepa) habitaron la Tierra desde hace unos 4 millones de años, entonces parece imposible que un hombre jamás hubiera visto un dinosaurio. 

Sin embargo, hay evidencias de que realmente los hombres y los dinosaurios vivieron juntos en el pasado. Y esto solo se puede explicar con dos alternativas: o el hombre ha estado en la Tierra hace más de 65 millones de años o han existido dinosaurios hasta épocas mucho más recientes de lo que pensamos.

Juan José Benítez (Pamplona, 7 de septiembre de 1946) es un periodista español, conocido por sus trabajos en ufología y su serie de novelas Caballo de Troya.

En 1975 escribió su obra "Existió otra Humanidad", en la que he basado parte de este artículo. 

Piedras de Ica

Se han encontrado dibujos en cuevas, en la región del Gran Cañon del Colorado y otros lugares, que parecen mostrar dinosaurios, mamuts y otros animales extintos.

Asimismo, hay una cantidad de leyendas que parecen relatos de encuentros entre hombres y dragones, una versión mitológica de los reptiles gigantes.

En la epopeya de Gilgamesh (3000 aC) se dice que mató a un dragón gigante que devoraba árboles y otras plantas.

En dos capítulos del libro de Daniel en la Biblia hay un recuento de un dragón que los babilonios adoraban. Alejandro Magno y su ejército dijeron que encontraron un dragón que estimaron tener una largura de 33 metros, un una cueva en la India. 




En China hay una gran cantidad de leyendas y dibujos que indican que reptiles gigantes vivieron allá en el pasado. Incluso mencionaban que una familia real usó algunos reptiles grandes para tirar de su carruaje. 

El dragón Nidhogg royendo las raíces del Yggdrasil (manuscrito AM 738 4to, s. XVII, Museo de Árni Magnússon, Islandia).También la gente de los países nórdicos construyó sus barcos con representaciones de dragones marinos.

 Se habla de un tipo de dragón que tenía grandes patas traseras y patas delanteras cortas, igual como sabemos que existieron por los huesos fosilizados. De relatos más recientes tenemos recuentos de héroes que mataron dragones. Se dice que Beowulf y San Jorge mataron dragones y sus descripciones corresponden de manera notable con las reconstrucciones modernas de varios tipos de dinosaurios.

Del el siglo 10 dC nos llega un relato irlandés en que hay una descripción de un estegosaurio. Nerluc, en Francia, debe su nombre de un hombre que mató un dragón cuya descripción es muy parecida a esa de un triceratops. 

Libros de ciencia y escritos de naturalistas del siglo XIV indican que los dragones eran aún animales vivientes, aunque ya casi extinguidos.

Hay varios recuentos de reptiles voladores en la historia. Herodoto describió correctamente las características de un reptil reconocido por restos fósiles en tiempos modernos. La tribu de los Sioux se refiere a un pájaro de trueno. Su descripción y dibujos coinciden con ese dinosaurio volador que hoy llamamos teranodon. En Inglaterra se reportó un reptil volador durante el siglo XV.

También actualmente hay informes de testigos que han visto algunos tipos de reptiles gigantes, caminando, nadando o volando, en Australia y en África, cerca de bosques tropicales, en varios lagos del mundo y en el mar.

El más famoso lugar es Loch Ness, donde miles de personas han visto y fotografiado un monstruo, que parece un tipo de Plesiosauro. Pero, no es el único lugar, y hay miles de testigos que han visto reptiles gigantes en otras partes del mundo. 

Pero todos estos descubrimientos y relatos han quedado empequeñecidos, aunque la ciencia oficial los ignora, por los descubrimientos efectuados hace unos cuantos años en un lugar de Perú, situado en un desierto blanco y pedregoso del Departamento de Ica, por el doctor Javier Cabrera. Ica es un departamento que está ubicado al oeste del Océano Pacífico y al norte de la región de Nazca, lugar famoso por sus enigmáticas pistas

El doctor Cabrera habría descubierto la más sorprendente prueba de la existencia de otra civilización que pobló el planeta posiblemente hace millones de años, ¡en la época de los Dinosaturios!

 A diferencia de los restos antes mencionados a los que se aplican una serie de teorías y conjeturas sobre la existencia de homínidos remotos.

Esta vez se trataba de múltiples pruebas materiales. El doctor Cabrera había logrado reunir en su casa de la ciudad de Ica hasta un total de 11.000 piedras en las que aparece grabado el más antiguo mensaje del que tenemos noticia. 

Son once mil piedras de todos los tamaños en donde una remota civilización recopiló sus conocimientos. Hay desde algunas muy pequeñas, de apenas 50 ó 100 gramos, hasta otras de 40 o más kilos.

Y en ellas pueden verse grabados con conocimientos en astronomía, zoología, medicina, biología, etc... Y viéndolas se tiene la impresión de que la vida en el planeta probablemente llegó del espacio. Las piedras de Ica describen una civilización que al parecer habría llegado a convivir con los dinosaurios.

En una de las piedras se muestran grandes saurios prehistóricos. Allí se explica la manera de destruir al stegosaurus, un saurio prehistórico perteneciente a la rama de los dinosaurios blindados y que vivió en el período Jurásico.

En el altorrelieve de la amarillenta piedra pueden distinguirse las placas óseas verticales que se extendían a todo lo largo del lomo del animal, así como la doble fila de placas que protegían a este dinosaurio. Y también vemos en su cola una serie de pinchos, que le servían como arma defensiva. 

Esta civilización también grabó el ciclo biológico del stegosaurus no sólo para ofrecer un conocimiento de zoología, sino también para explicar que la única forma de exterminar a este saurio era destruyéndolo desde sus formas más primitivas.

Puede verse una hembra del stegosaurus, que se diferencia del macho por su cuello más largo, así como también el proceso de metamorfosis que sufrían las crías. Junto al stegosaurus adulto también grabaron las crías. Primero sin patas, luego con las dos patas anteriores y después con las patas posteriores. A esto se le llama metamorfosis. 

Sin embargo la Paleontología enseña que los reptiles prehistóricos no experimentaban metamorfosis.

Los nuevos saurios nacían de un huevo, pero ya con su forma definitiva. Por lo tanto lo que se indica en las piedras no encaja con lo que enseña la ciencia actual.

Hasta ahora habíamos creído que los reptiles prehistóricos nacían de los huevos con sus formas completas. Pero estos grabados nos están mostrando lo contrario. 

Nadie podría reflejar un conocimiento tan exacto del ciclo biológico de un animal si no lo hubiera observado meticulosamente.

En una de las piedras varios hombres portan armas y están hiriendo al animal, ya que se supone que estos grandes saurios amenazaban la vida de aquella civilización.

Durante la Era Secundaria muchas especies de estos enormes saurios se extendieron por todos los continentes y mares. Y el hombre de aquel tiempo suponemos que no tuvo más remedio que declararles la guerra. 

Por eso en estas piedras, cuando aparecen escenas de caza de dinosaurios, siempre se extienden las matanzas hasta las crías de los animales antediluvianos. De esta forma, con la muerte del macho y de la hembra y la destrucción de los huevos y las crías conseguían un exterminio prácticamente completo. Rompían su ciclo biológico. 

Los altorrelieves cubren la superficie de la piedra, explicando primero el ciclo biológico del stegosaurus para pasar a continuación a otra secuencia desconcertante.

Dos hombres de extrañas caras se habían situado sobre el lomo del animal. Y parecían atacar al gran saurio. El stegosaurus medía unos seis metros de longitud.

Y aunque parece ser que se alimentaba de vegetación, puede comprobarse en las piedras que también atacaba al hombre.

Pues bien, ésta parece ser una de las razones por las que esta civilización prehistórica emprendió también la guerra contra el stegosaurus. Este enorme saurio tenía en la cabeza un hueso tan débil que con un golpe se le podía matar. Pero, ¿cómo se las arreglaban estos cazadores para llegar hasta el cráneo?

 Según puede verse los dos seres parecen caminar sobre el lomo del animal prehistórico. El stegosaurus, como otros reptiles, disponía de un cerebro normal y de un ganglio pélvico que regía el automatismo de la parte posterior del cuerpo del animal. Esto ha sido reconocido por la Ciencia actual. De ahí que se les haya llamado también saurios de doble cerebro. 

En su columna vertebral se producía un ensanchamiento superior al del cerebro propiamente dicho y que tenía por finalidad el control de esa zona posterior del gran saurio. Pues bien, los cazadores subían por la cola - concretamente por el estrecho corredor que quedaba entre las dos hileras de placas óseas - y llegaba hasta la altura de la cintura escapular. Esa doble dependencia era fatal para el animal, puesto que hacía insensible su cola.




Y esto lo sabían los hombres de las piedras grabadas. Ascendían por el lomo del saurio hasta que éste sentía algo sobre la zona del ganglio pélvico. En ese instante el stegosaurus volvía la cabeza y el cazador le podía romper el cráneo de un golpe.

 Se han llegado a reunir series de grabados para otras especies de saurios, como el triceratops, el tyrannosaurio, el megaquiróptero (murciélago gigante), el stegosaurus y el agnato.

De estos animales se dispone series completas, mientras que de otros se tienen solo series parciales. Por ejemplo, sobre el agnado, peces sin mandíbulas, hay más de 100 piedras. pude comprobar la evolución, la clara metamorfosis de este pez prehistórico que vivió en nuestros océanos en el período Devónico (Era Primaria o Paleozoica)y al que se le señala, por tanto, más de 320 millones de años. 

Hombre volando en un pteroldáctilo

Según indica la Paleontología, estos peces sin mandíbulas son los primeros vertebrados conocidos. Sus restos se encuentran ya en el período Silúrico, pero son comunes sólo durante el referido período Devónico.

Algunos - sigue afirmando la Paleontología - vivieron en el mar, y otros, en agua dulce.

La única especie de agnato conocida en la actualidad fue encontrada en Vietnam. La mayor parte disponía de un casco óseo alrededor de la cabeza y parte frontal del tronco, así como gruesas escamas también óseas sobre el resto del cuerpo.

Hay varias piedras de gran peso con grabaciones de este mismo tipo de pez sin mandíbulas, pero, con una sensacional diferencia respecto a las anteriores piedras.

En este caso, el agnato aparecía devorando una pierna humana. Estos peces eran gigantescos. Los agnados actuales son muy pequeños.

Es decir, con estos peces prehistóricos sucedió exactamente igual que con los grandes reptiles de la Prehistoria. Los descendientes» actuales han visto reducido su tamaño hasta extremos insospechados. 

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