lunes, 8 de octubre de 2018

"Enuma Elish": El cantar de la antigua Babilonia (I)

Bajo la pala de los arquéologos, las arenas de Mesopotamia han ido devolviendo ciudades perdidas, ciudades de milenarios imperios pasados, de los cuales el hombre del siglo XIX a veces no sospechaba su remota existencia.

Mundos extraños, con sus manifestaciones de arte y de ciencia, que nos dejan atónitos, empezaron a aparecer de entre las arenas, en las tierras regadas por el Eufrates y el

Tigris. 

Y los ladrillos escritos en cuneiformes nos aportaron una literatura tan antigua, que la griega es hoy no ya una etapa de comienzo sino de culminación dentro del mundo antiguo.

Entre aquellos cantares rescatados, el "Enuma Elish" será siempre valioso por su contenido cosmogónico y por resultar la más alta manifestación de la épica de Babilonia durante el tiempo de la primera dinastía (entre los siglos XIX a XVII antes de J.C.).

Quizá, como los piensa King, el "Enuma Elish", si nos atenemos a su fondo mítico originario, se remonte a una antigüedad aún más venerable, pero eso ya entra dentro de una cadena de suposiciones que no están todavía demostradas.




De lengua arcaica, que recuerda el viejo dialecto babilonio, de métrica algo dura aún, trata este cantar el tema del entronizamiento del dios Marduk, que de antiguo dios de la ciudad pasó a ser, durante algunos siglos, por obra de las conquistas de Babilonia, la más importante divinidad de Mesopotamia.

¿Qué queda ahora de esa ciudad? ¿Qué resta ahora de ese dios? Se dejó de pensar en él y se disolvió, quedó convertido en objeto de curiosidad histórica, en héroe de un cantar antiguo, en estatua borrosa de la galería de los mitos.

El "Enuma Elish" es una flor sangrienta en la poética de Babilonia; en vano buscaremos en él dulzuras y delicadezas; canto duro es, donde ronda la muerte en acecho de los dioses y de los hombres. El título de este cantar exótico para nosotros, está formado por las palabras iniciales del primer verso, ya que los mesopotámicos tenían la costumbre de designar los cantares por las palabras de su comienzo:

"Enuma elish la nabu shamanu..."; este verso se traduce así: "Cuando en la altura los cielos aún no estaban nombrados..."

Siete tablillas de barro cocido, con apretados cuneiformes -en cada una de aquéllas caben unos ciento cincuenta versos- constituyen este poema, que era nacional y sagrado, al punto que se recitaba en la fiesta de Akitu, la más importante de todas las del ceremonial sacro de aquel pueblo: en el cuarto día de Nizán -mes con el que empezaba a contarse el año en Mesopotamia- tenía lugar el recitado ritual del poema. 

En un viejo texto se lee: "Después de una pequeña comida, el sacerdote Urigallu recitará al dios Bel, la mano levantada, el "Enuma Elish", desde el comienzo al fin. Mientras él recite el Enuma Elish a Bel, la parte delantera de la tiara del dios Anu y el trono de Enlil estarán cubiertos". Gaster recuerda que la imagen de Marduk era paseada por las calles y luego entronizada en un panteón. E incluso el ceremonial se hacía más ostentoso y rico, pues los demás dioses, representados por sus estatuas, eran sacados de sus respectivos templos para hacer a Madruk visitas reverenciales.


"Cuando en la altura los cielos aún no estaban nombrados y en lo bajo la tierra no tenía aún nombre..."

Así, ya lo señalamos, comienza el poema. No existía más que la sustancia indiferenciada; las cosas sólo podían nacer si los demiurgos pronunciaban, entre ritos mágicos, el nombre de ellas. En la vieja doctrina de la palabra, del nombre o del verbo: se ordena que aparezca tal cosa, la que se halla sumergida en la sustancia indiferenciada y la cosa toma cuerpo, consistencia, existencia.

Son muchas las similitudes que podrían ser citadas: la más conocida es la del Génesis Bíblico: Jehová crea por medio de la palabra: "Hágase la luz. Y la luz fue". En el Popol Vuh de los mayas, los dioses dijeron: "¡Tierra! Y al instante nació". Otros textos podrían ser también citados.

Al principio no existe sino el agua: el Apsu, deidad masculina, primordial y procreadora (el abismo inicial, la masa de agua dulce que los antiguos creían que rodeaba la tierra y que los griegos llamaban "Océano" y Tiamat, deidad femenina, el mar de aguas saladas.

En las cosmogonías de todos los pueblos antiguos, lo primero que surge es el agua; luego la tierra, en medio del agua y después los astros. El cantar continúa así:


"El Apsu primordial y procreador y la tumultuosa Tiamat, madre de todos, mezclaban indistintamente las aguas,  cuando los despojos de los cañaverales no estaban amasados y los canales no se podían ver, cuando ningún dios había todavía aparecido ni recibido nombre, ni sufrido destino..."




El poema trata de pintar la serenidad y simplicidad iniciales de nuestro mundo, cubierto totalmente por las aguas; entonces las saladas y las dulces, dice, estaban mezcladas. No existía la tierra, ni el cielo lleno de estrellas.

Pero poco a poco surgen generaciones de dioses, cada vez más importantes y activos, ante cuya potencia el mundo se transforma; así, el "Enuma Elish" alude primero a la creación de Lakhmu y Lakhamu, después a la de Anshar y Kishar, que significan "lo alto" y "lo bajo", parejas de deidades que, como vemos, son más bien abstracciones filosóficas.

Estos últimos tuvieron un hijo: Anu, el cielo, dios que es la contrapartida babilónica de An; éste último forma, junto con Enlil (la tierra) y Ea (el agua) la trinidad sumeria clásica. Entonces surgió la Actividad. E

l poeta anónimo da la idea de pasaje del estado de caos en reposo al del caos activo, de universo dormido a universo en movimiento, al narrar que multitudes de dioses que habían nacido turbaban a Tiamat por medio de movimientos desordenados, o sea no sometidos a una inteligencia superior.

"Turbaron, dice, los senos de Tiamat, retozando en el seno de las celestes moradas. Sus gritos no se debilitaban ni ante el mismo corazón de Apsu..."

Este, encolerizado, llega a la morada de Tiamat y le dice:

"Insoportable me es la conducta de los dioses. De día no puedo reposar, de noche no puedo dormir. Quiero aniquilarlos para dar término a sus agitaciones y que retorne el silencio, para que podamos volver al sueño".

Se adivina en estas palabras la expresión simbólica, que señala la lucha entre el mundo sometido aún al estado de sueño y el mundo que trata de despertarse, de ser activo y manifestarse en vida. Los hindúes iban, más adelante, a desarrollar estos conceptos de manera hermosa y profunda, pero el germen de esas ideas ya estaban en el "Enuma Elish".

No obstante, de entre los dioses activos se destaca Ea. Ea no es, como los demás, actividad desordenada, sino actividad inteligente; se le llama "el sabio" y más aún: "el omnisciente". Su conjuro logra vencer al Apsu.

 "Derramó, dice el cantar, un sueño sobre el Apsu, tranquilamente adormecido; le hizo estremecerse volcándole un sueño". Luego le da muerte, y sobre esas aguas (el Océano) erige su morada. En ella Ea engendra en Damkina, su esposa, a Marduk, el cual nace en el llamado "Santuario de los Arquetipos". Marduk es, según los teólogos del Enuma Elish, el más grande de todos los dioses.

Así pasa el tiempo, y Tiamat, indignada a causa del viento que agita sus aguas, formándole olas, decide destruir a los dioses de la dinastía de Anu.

Crea un ejército de monstruos: da a luz a serpientes, dragones, esfinges, leones gigantes, hombres escorpiones, centauros; en total, once especies de monstruos, al frente de los cuales coloca a un dios llamado Kingu, con el que se desposa y a los que concede los derechos divinos que antes tuvo Apsu.

"Andar al frente de los dioses, conducir la hueste, levantar el arma de la provocación, lanzar el asalto, ser jefe en la batalla, ella puso todo en sus manos y le hizo sentar en el Consejo diciéndole : "He echado una suerte para ti; te he exaltado en la Asamblea de los dioses.

Sé exaltado, oh, esposo mío, tú, el ilustre y que tu palabra prevalezca sobre la totalidad de los Annunaki" (los grandes dioses). Le dio luego a Kingu la tablilla de los destinos y la ató sobre su pecho, diciéndole: "Que tu orden sea inmutable y firme tu palabra"".

Así los dioses del caos se preparan para luchar contra la tríada babilónica formada por Anu, Ea y Marduk; este último, como vemos, ha sustituído, en el "Enuma Elish", a Enlil, de la vieja tríada sumeria.




Al principio las deidades temen el enfrentamiento, pero luego Marduk se ofrece a vencer a Tiamat y a Kingu, siempre que se le de el rango principal entre todos los dioses. Estos aceptan y exaltan a Marduk:

"En adelante tu palabra no se humillará más. Exaltar y abatir, tal será tu poder. Será estable la palabra de tu boca. Tu verbo no cambiará más. Ninguno entre los dioses franqueará tus límites... Marduk, tu eres nuestro vengador. Aquel que se confía a ti conserva su vida, pero el dios que ha concebido el mal derrama su vida". (Versos 7 a 18 de la tablilla IV). "

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...