martes, 10 de julio de 2018

El ADN humano, es un super-Internet biológico (y II)

Un experimento correctamente conducido requeriría comparar una muestra con otra muestra tratada idénticamente de todas las formas excepto de una. Si las muestras resultan ser diferentes, entonces sería posible atribuir la diferencia en los resultados a una diferencia en el tratamiento. Pero si hay múltiples diferencias en la forma en que se tratan las muestras entonces puede ser imposible determinar a partir del experimento si fue la exposición a los mensajes u otros factores los que causaron las diferencias en las muestras.

Recordemos también a este respecto que el doctor Mitchell L. Gaynor, director del Departamento de Medicina Oncológica, del Centro Strang-Cornell para la prevención del cáncer, de Nueva York, afirmó haber utilizado terapéuticamente con éxito, en cientos de pacientes, el sonido obtenido en los cuencos de cuarzo.

Hablamos, en definitiva, de la posible explicación del poder de la Musicoterapia pero también de por qué funcionan los mantras, las inducciones hipnóticas y la oración.

Recordemos que desde hace miles de años los maestros espirituales vienen insistiendo en la posibilidad de alcanzar, a través de la oración y la repetición sistemática de palabras o frases -mantras- o los estados alterados de conciencia, la posibilidad de actuar sobre la propia salud y la de los demás.




El problema es encontrar las frecuencias con las que entrar en resonancia con nuestro propio yo interior, ¿nuestro propio ADN?, porque, tal y como han demostrado los mencionados científicos rusos, la vibración y el lenguaje puede llevar al éxito de lo que podríamos denominar la genética de ondas. Ahora bien, ¿cómo se pueden obtener las claves de estos sonidos? Pues, con resultar increíbles las posibilidades de los descubrimientos realizados por los investigadores rusos, aún existen otros descubrimientos que nos sitúan al borde mismo de la realidad.

Porque nos hablan de una comunicación a nivel cuántico de nuestro ADN que rompería las barreras del espacio y del tiempo, lo que confirmaría la visión holística de un ser humano interrelacionado con todo y con todos. De hecho, podría estar sucediendo que nuestro ADN estuviera recibiendo desde el primer día sus “instrucciones de montaje” desde más allá del espacio y del tiempo conocido, desde el vacío o más allá si lo hay. Y a partir de esas instrucciones la naturaleza holográfica del ADN iniciaría el proceso de organización.

 “Los solitones del ADN -puede leerse en DNA-wave Biocomputer- tienen dos tipos conectados de memoria. El primero involucra la capacidad de los sistemas no lineales para recordar modos iniciales de energetización y repetirlos periódicamente. Los cristales líquidos de ADN dentro de la estructura del cromosoma forman un sistema no lineal.

El segundo es el del ADN total en un organismo. Tal memoria es un aspecto no localizado del genoma. Es cuasi-holográfico/fractal y tiene que ver, como es el caso para cualquier holograma o fractal, con la propiedad fundamental del biosistema, es decir, su habilidad de restaurar el todo a partir de una parte. Esta propiedad es bien conocida. Recordemos el crecimiento de las plantas dañadas, la regeneración de la cola de un lagarto, etc.”.

El Dr J.J. Hurtak, en su obra “El Libro del Conocimiento: Las Claves de Enoc”, nos dice que el descubrimiento de la conexión entre el ADN y el Nombre Divino de Yahweh (YHVH o YHWH) se remonta a más de 30 años atrás. Los Nombres Divinos son reconocidos como los Nombres bíblicos y extra bíblicos de Yahweh usados en los escritos de los pensadores proféticos a lo largo de los siglos.

En la enseñanza bíblica y kabalista, la estructura del cuerpo humano surgió de la pronunciación de la Palabra Divina. El Libro del Conocimiento: Las Claves de Enoc establece una correlación de este Nombre Divino como la clave que está detrás del código de trascripción de las letras químicas que desarrollan el cuerpo humano.

En 1973, mientras estaba en la Universidad de California, el Dr. Hurtak llegó a comprender que existía una conexión entre las asociaciones lingüísticas y genéticas en las letras que conforman el nombre de Dios en el Hebreo Bíblico (YHVH). Elaboró una tabla de recursos genéticos usando el Código del Nombre Divino en un arreglo triple de letras, incluyendo el “inicio” y el “alto” en la codificación de las letras para cada una de las secuencias de los aminoácidos y los ácidos nucleicos.

Este trabajo fue presentado, de manera selectiva, ante la Academia de Parapsicología y Medicina, en Junio de 1973, por el Dr. Hurtak, en el que habla de unas matrices para la interrelación entre el lenguaje y la genética en el uso del nombre de YHVH. En cuanto a los códigos de combinación del ADN que conforman los muy complejos aminoácidos, El Dr. Hurtak delinea al código del ADN como una serie de matrices. La primera y fundamental matriz cúbica consiste de las permutaciones del Tetragrámaton, las cuatro letras en Hebreo que se traducen como Yahweh (Yod- Heh-Vav-Heh).

Esta matriz se denomina ‘Palabra-Espíritu’ y se conforma en base a las tres letras del Nombre Divino que, en varias combinaciones, crean las 64 celdas. Aunque el Nombre Divino se escribe con cuatro letras, utiliza sólo tres del alfabeto (Y-H-V, con la H repetida), tal como el ADN o el ARN tienen cuatro nucleótidos como “letras” pero solamente se leen tres a la vez para formar el codón que codifica los aminoácidos de nuestro cuerpo. La información genética, en el ARN mensajero, se escribe a partir de cuatro letras, que corresponden a las bases nitrogenadas (A, C, G y U), las cuales van agrupadas de tres en tres. Cada grupo de tres se llama codón y está encargado de codificar un aminoácido o un símbolo de puntuación, indicando comienzo o parada.

El Nombre Divino no es estático, al igual que las secuencias del ADN, y se puede volver a combinar para diferentes funciones (V-H-Y-H-Y-V-H-H-V, etc). Se nos dice en Juan 1.1: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios“. Y cita un acto creativo con la Palabra que proviene del Divino Yod-Heh-Vod-Heh como el código de Dios dentro de la creación.

Después de la primera y fundamental tabla “Palabra-Espíritu”, continúa la secuenciación para conformar la tabla matriz de los nucleótidos del ADN que, a su vez, codifican las secuencias de los aminoácidos mientras que las otras caras del cuadrado (en realidad cubo) adicionan otras secuencias matemáticas y sonoro-vibratorias. Ha tomado varias décadas de investigación poder comprender la vastedad de los mecanismos codificadores del ADN humano.

A principios de 1970, los investigadores que trabajaban con la Academia para la Ciencia Futura confirmaron la existencia de un verdadero “código” en el nivel de nuestra estructura genética que aparentemente co-evoluciona la vida de acuerdo a un plan evolutivo superior. La Academia para la Ciencia Futura es una corporación que examina nuevas ideas científicas para el futuro. S

egún esta Academia, por medio de la ciencia y la información tecnológica el mundo está sufriendo grandes transformaciones tanto en la dimensión social, cultural, económica y medioambiental. En el continuo desarrollo de la vida existe también la necesidad de entender el rol de la conciencia humana y lo que ciertos pensadores, como el físico-matemático inglés Roger Penrose, perciben como la Mente Cuántica.

El objetivo principal de dicha Academia es ofrecer herramientas educativas y científicas que ayuden a afrontar los retos que se presenten. Simplificando, existe un proceso triple o trinitario que imprime las instrucciones genéticas de la secuencia de aminoácidos, gobernados por la interacción de las tres letras del Nombre Divino (referido a Yahweh, en su consideración bíblica de Dios) – YHV- usadas para crear los veinte aminoácidos básicos.

Según investigaciones científicas, el código genético humano es la ‘tabla de instrucciones’única de funcionamiento del genoma humano, con gran variedad de instrucciones para la evolución del cuerpo humano. En las enseñanzas místicas de las escrituras sagradas, el mismo manual de instrucción para el cuerpo humano, en la forma de las moléculas de ATP (trifosfato de adenosina), es sostenido por la Palabra de Yahweh, como un alfabeto de instrucción biofísica para los ingredientes sustentadores del entramado que permita a cada persona actuar como una biocomputadora.

El Dr. Hurtak da a entender que hay un patrón preexistente del ADN que se refleja en la organización del material productor de vida, estableciendo un homomorfismo. Para aclarar el concepto debemos decir que un homomorfismo de grupos es una función matemática entre grupos, que conserva las estructuras de ambos como grupos.

El Código Divino (o sobrenatural) de “letras” opera como un mecanismo disparador de codificación y re-codificación y muestra la dependencia sensible de toda la vida humana en las condiciones iniciales del lenguaje vibratorio que existe en otro plano de realidad parafísica o etérea. La relación entre el código lingüístico del Nombre Divino y las partes celulares de la estructura humana puede ser vista en cuanto a la forma-onda del ADN, con una cierta frecuencia vibratoria que compone la biocomputadora humana a través de 64 áreas celulares de una compleja matriz.

El Código Divino es el mecanismo codificador comunicado a través de rangos de micro señales, donde el vínculo vibratorio forma la “materia genética” dentro de las células como un patrón de flujo de energía Divina. El cuerpo es visto como una estructura lumínica que opera vía un lenguaje de luz bioquímica que produce millones de instrucciones por segundo.

 La identidad de cada individuo se alberga en este laberinto interno de letras químicas que equipa al genoma completo con el mecanismo anímico de la vida. En la Academia para la Ciencia Futura han usado Nombres Divinos específicos de Yahweh que han sido compuestos lingüísticamente para estados superiores de creatividad (YHVH y sus permutaciones).

Más específicamente, afirman que han encontrado las reacciones generadoras de energía que se producen al pronunciar un Nombre Divino como mantra, que junto con la energía de la música pueden incrementar el flujo de energía en ciertos individuos y demostrar, por un proceso de retroalimentación, que la salud corporal depende de las enzimas apropiadamente conformadas y concentradas que, a su vez, dependen de un ADN y un ARN sanos en el núcleo de nuestras células. No sólo las resonancias musicales actúan como disparadores de nuestros estados de ánimo.

La investigación demuestra que cuando se le aplican diferentes frecuencias al cuerpo no sólo se producen células que combaten infecciones, sino que el sonido o ciertas frecuencias específicas podrían usarse directamente para destruir bacterias invasoras.

 Cada Nombre Sagrado ilustra un poder o atributo del considerado como Dios. Por ejemplo, ABBA (Padre), YAHWEH (El Dios de Israel) y EL EL ELYON (El Dios Más Alto) tienen diferentes nombres o naturalezas y, sin embargo, se supone que son el mismo Dios. En resumen, lo que estaría detrás de los Nombres Divinossería una carta de instrucciones para realizar buenas obras, una carta que está incrustada en la estructura humana célula por célula para poder compartir un futuro positivo que nos lleve de nuevo hacia la adecuada onda de Luz

Según el geólogo e investigador de la conciencia, Gregg Braden (ver su obra “El efecto Isaías – El poder de la profecía“), mediante nuestra tecnología interna de la oración entramos en comunión con las fuerzas invisibles de nuestro mundo. Siempre hemos tenido la habilidad de acceder a estas fuerzas y utilizarlas para determinar la cualidad que rige nuestra vida y nuestro mundo. Las experiencias del mundo exterior reflejan las elecciones que hemos hecho en cada momento, en cada respiración. Unas veces somos conscientes de ellas, otras no.

 Investigaciones recientes han demostrado que nuestras emociones y sentimientos influyen directamente en la expresión de nuestro ADN. Otros estudios indican que nuestro ADN también influye en el comportamiento de los átomos y moléculas de nuestro mundo exterior. Gregg Braden fue el primer científico en reconocer y evaluar que la Tierra está a punto de completar un, proceso de “inversión electromagnética de los polos“.

Cuando trabajaba para la Phillips Petroleum (en 1970), comenzó a notar que el campo magnético de la Tierra se encontraba en su punto más bajo en los últimos 2000 años, y que continuaba en descenso. En una entrevista hecha a Braden en el año 2002, explica que el hecho de que los polos electromagnéticos de la Tierra están en proceso de invertirse es algo reconocido por el mundo científico y que varias revistas científicas, como Nature, o Scientific American,publicaron informes advirtiendo que nos encontramos ya en camino de una nueva Inversión polar. Desde 1960 los geólogos han encontrado evidencias de que en la Tierra ocurre esta inversión de los polos periódicamente.

Analizaron las partículas magnetizadas que quedaron atrapadas dentro de las capas de tierra, hielo y en los fósiles, y descubrieron que las inversiones polares ya han ocurrido al menos catorce veces, durante un período de más de cuatro millones de años. Además, en las últimas décadas se ha observado que las aves y otros animales migratorios, como las ballenas, que viajan orientados por las líneas magnéticas de la Tierra, a menudo se pierden.

Esto ocurre porque las mismas líneas magnéticas hoy los conducen a sitios distintos a los refugios que acostumbraban a frecuentar. Para que no ocurra lo mismo con los aviones, las autoridades aeronáuticas han tenido que actualizarse cada vez que los polos se desplazan más de ocho grados.

 De acuerdo a la evidencia científica, la última inversión de los polos sucedió hace unos doce mil años, que coincide con la época en que se cree se hundieron los últimos restos de la Atlántida. Pero hay tradiciones orales y escritas que sugieren que esta experiencia se vivió posteriormente en la Tierra, hace sólo unos 3600 años. También se sabe que existe una correlación entre el magnetismo y la memoria.

En un ordenador, los campos magnéticos de la memoria están sostenidos en su lugar por una carga eléctrica. Cuando se agotan las baterías y la carga eléctrica desaparece, la memoria se pierde. Igual ocurre con el ser humano. Posiblemente con el cambio polar se lavarán todas las memorias que han sido la base de la civilización actual, y nuestro nivel de conciencia cambiará, porque solo contaremos con el recuerdo de quienes somos en aquel momento.

A este efecto, los astronautas han sido los conejillos de indias para la experimentación, Muchos de ellos han hablado y relatan que tuvieron experiencias, revelaciones y sentimientos que alteraron su conciencia, y como resultado sus vidas se transformaron. Algunos no pudieron asimilar lo sucedido, tal vez porque no estaban preparados para ello, y se refugiaron en las drogas, o el alcohol.




Otros se orientaron hacia lo positivo, como el Dr. Edgar Mitchel, quien fundó la organización “Noetic Sciences“ (Ciencias Noéticas), que estudia la mente, la conciencia, el potencial humano y las creencias. Noético viene del vocablo griego que significa conocimiento intuitivo. O el caso del Coronel James Irwin, astronauta del programa Apolo, quien se esforzó por encontrar el arca de Noé, y en su búsqueda escaló 50 veces el monte Ararat. Hay que aclarar que existe una profecía que dice que el día en que se encuentre el arca se hallará también la paz.

Según Gragg Braden, se ha podido constatar la respuesta del tejido humano para cualidades específicas del sentimiento, como en la «curación» de lesiones y tumores en cuestión de segundos. Se ha demostrado el vínculo, aunque las implicaciones sobrepasan el marco de la ciencia moderna. Invita a «pensar pensamientos de ángeles y actuar como actúan los ángeles». La cuestión ahora es, ¿cómo y en qué medida afectan nuestros patrones de sentimiento al mundo que nos rodea? Si podemos hallar un vínculo entre la fuerza invisible del sentimiento humano y el efecto de nuestros sentimientos en el mundo que nos rodea, habremos llegado a cerrar el círculo.

Ese vínculo dará nueva credibilidad a las tradiciones antiguas y a las habilidades que los místicos y los yoguis han demostrado con los años. Quizás el trabajo de Vladimir Poponin pueda ofrecernos algunas de las primeras pruebas que confirman una relación directa entre la materia y el ADN humano. A principios de los noventa del siglo XX, la Academia de Ciencias Rusas de Moscú anunció una sorprendente relación entre el ADN y las cualidades de la luz, medidas en fotones. En un informe donde se describían estos primeros estudios, el doctor Vladimir Poponin hablaba de una serie de experimentos que parecían indicar que el ADN humano afectaba directamente al mundo físico a través de un nuevo campo que los conectaba.

El doctor Poponin, reconocido como un gran experto en el campo de la biología cuántica, estaba prestando temporalmente sus servicios por un acuerdo entre entidades para una institución de investigación estadounidense cuando se realizaron esta serie de experimentos. Los experimentos comenzaron con la medición en un entorno controlado de los patrones de luz al vacío. Cuando se hubo extraído todo el aire de una cámara especialmente diseñada, los patrones de las partículas de luz y el espacio entre ellas siguió una distribución al azar, tal como se esperaba. Estos patrones fueron doblemente revisados y registrados, para ser utilizados como referencia en la siguiente parte del experimento.

La primera sorpresa llegó cuando se colocaron muestras físicas de ADN dentro de la cámara. En presencia del material genético, cambió el espacio y los patrones de las partículas de luz. En lugar del patrón disperso que habían observado con anterioridad, las partículas de luz empezaron a crear un nuevo patrón que se asemejaba a la cresta y al seno de una ola suave. El ADN influía claramente en los fotones, como si a través de una fuerza invisible les diera la forma regular de una ola.

La siguiente sorpresa vino cuando los investigadores sacaron el ADN de la cámara. Estaban convencidos de que las partículas de luz retornarían a su estado original de distribución fortuita, pero sucedió algo inesperado. Los patrones eran muy distintos a los que habían observado antes de introducir el ADN. En sus propias palabras, Poponin describió que la luz se comportaba de un modo «sorprendente y contra intuitivo». Tras revisar los instrumentos y repetir los experimentos, los investigadores se enfrentaron a tener que hallar una explicación para lo que habían visto.

Al no estar el ADN, ¿qué era lo que afectaba a las partículas de luz? ¿Había dejado el ADN alguna una fuerza residual de algún tipo, que persistía mucho después de que el material biológico hubiera desaparecido? Poponin escribió que él y los demás investigadores se vieron «obligados a aceptar la hipótesis de trabajo de que se había excitado alguna nueva estructura de campo». Para hacer hincapié en que el efecto estaba relacionado con la molécula física del ADN, el nuevo fenómeno fue bautizado como el «efecto fantasma del ADN». La «nueva estructura de campo» de Poponin se parece sorprendentemente a la «matriz» de la fuerza de Max Planck y a los efectos sugeridos en las tradiciones antiguas.

Gregg Braden, en su libro “La Matriz Divina”, hace referencia a una frase del físico Max Planck“Toda materia existe en virtud de una fuerza. Debemos asumir tras esa fuerza la existencia de una mente consciente e inteligente. Esa mente es la matriz de toda la materia“. Con estas palabras Max Planck, padre de la teoría cuántica, describía un campo universal de energía que conecta a todos y a todo lo que hay en la creación: La Matriz Divina. La Matriz Divina es nuestro mundo. También es todo lo que hay en nuestro mundo. Somos nosotros y todo lo que amamos, odiamos, creamos y experimentamos.

Al vivir en la Matriz Divina, somos como artistas que expresamos nuestras más recónditas pasiones, miedos, sueños y deseos a través de la esencia de un misterioso lienzo cuántico. Pero nosotros somos tanto ese lienzo como las imágenes plasmadas sobre él. Somos a la vez las pinturas y las brochas. En la Matriz Divina somos el recipiente en cuyo interior existen todas las cosas, el puente entre las creaciones de nuestros mundos interior y exterior y el espejo que nos muestra lo que hemos creado.

En la Matriz Divina somos a la vez la semilla del milagro y el propio milagro. La ciencia moderna ya ha llegado al punto del que arrancan nuestras tradiciones espirituales mejor consideradas. Un creciente cuerpo de evidencia científica apoya la existencia de un campo de energía -la Matriz Divina- que proporciona ese recipiente, así como el puente y el espejo de todo lo que sucede entre el mundo que hay en nuestro interior y el mundo externo a nuestros cuerpos.

El hecho de que ese campo esté en todo, desde las partículas más pequeñas del átomo cuántico hasta universos distantes cuya luz está alcanzando precisamente ahora nuestros ojos, así como en todo lo intermedio entre ambos, cambia todo lo que creíamos acerca de nuestro papel en la creación. Sugiere que debemos ser bastante más que simples observadores que pasan a través de un breve instante de tiempo por una creación preexistente.

Cuando contemplamos la “vida” –nuestra abundancia material y espiritual, nuestras relaciones y carreras, nuestros amores más profundos y nuestros mayores logros, así como nuestros temores a carecer de todas esas cosas- es posible que también estemos encuadrando nuestra mirada en el espejo de nuestras creencias más auténticas, generalmente inconscientes. Las vemos en nuestro entorno porque se han manifestado mediante la misteriosa esencia de la Matriz Divina.

De ser así, la propia conciencia debe jugar un papel clave en la existencia del universo. Por inaprensible que pueda resultar esta idea a algunas personas, esta es precisamente la otra cara de la moneda de algunas de las mayores controversias entre algunas de las mentes más grandiosas de la historia reciente. Por ejemplo, en una cita de sus notas autobiográficas, Albert Einstein compartía esta creencia de que somos esencialmente observadores pasivos que viven en un universo ya previamente emplazado, sobre el que, al parecer, tenemos muy escasa influencia.

“Vivimos en un mundo”, decía, “que existe independientemente de nosotros, los seres humanos, y que existía antes que nosotros, como un gran enigma eterno que, al menos de manera parcial, es accesible a nuestro pensamiento y observación”. En contraste con la perspectiva de Einstein, que aún es ampliamente defendida por muchos científicos en la actualidad, John Wheeler, físico de Princeton y colega de Einstein, ofrece una visión radicalmente diferente de nuestro papel en la creación.

En términos sólidos, claros y gráficos, Wheeler dice que: “Tenemos la vieja idea de que ahí afuera está el universo, y aquí está el hombre, el observador, protegido y a salvo del universo por un bloque de vidrio laminado de seis pulgadas”. Refiriéndose a los experimentos de finales del siglo XX que nos muestran que simplemente observar una cosa cambia esa cosa, Wheeler continua: “Ahora hemos aprendido del mundo cuántico que hasta para observar un objeto tan minúsculo como un electrón tenemos que quebrar ese vidrio laminado; tenemos que meternos dentro de él. Por lo tanto, sencillamente hay que tachar de los libros la vieja palabra observador, sustituyéndola por la nueva palabra participante” .

En una interpretación radicalmente diferente de nuestra relación con el mundo que nos rodea, Wheeler está afirmando que nos es imposible limitarnos a observar lo que pasa en él. De hecho, experimentos de física cuántica demuestran que el acto de que observemos algo tan pequeño como un electrón, concentrando nuestra consciencia sobre lo que esté haciendo ese electrón, aunque sea sólo un instante, cambia sus propiedades mientras lo observamos.

Los experimentos sugieren que el mismo acto de observar es un acto de creación y que la consciencia es la que crea. Es interesante notar que las sabias tradiciones del pasado indican que nuestro mundo funciona precisamente de esa manera. Desde los Vedas de los antiguos hindúes, que según ciertos estudiosos datarían del 5000 a.C., hasta los Rollos del Mar Muerto, que tienen 2.000 años, el tema general parece indicar que el mundo en realidad es un espejo de las cosas que están pasando en un reino superior o en una realidad más profunda.

Por ejemplo, comentando las nuevas traducciones de los fragmentos de losRollos del Mar Muerto conocido como Las Canciones del Sacrificio del Sabbath, sus traductores resumen su contenido en que “Lo que pasa en la tierra no es sino un pálido reflejo de esa realidad superior final“. La implicación de ambos textos antiguos con la teoría cuántica es que en los mundos invisibles creamos el proyecto de nuestras relaciones, carreras, éxitos y fracasos del mundo visible. Desde ese punto de vista, la Matriz Divina funciona como una gran pantalla cósmica que nos permite ver la energía no física de nuestras emociones y creencias (nuestro enojo, odio y rabia, así como nuestro amor, compasión y comprensión) proyectada en el medio vital físico.

 Al igual que una pantalla de cine refleja la imagen de cualquier cosa o persona que haya sido filmada sin emitir juicio alguno, la Matriz parece proporcionar una superficie neutra para que nuestras experiencias y creencias internas sean vistas en el mundo. A veces conscientemente, a menudo de manera inconsciente, “mostramos” nuestras verdaderas creencias de todo tipo, desde la compasión a la traición, a través de la calidad de las relaciones que nos circundan. En otras palabras, somos como artistas que expresamos nuestras pasiones, temores, sueños y deseos más profundos, a través de la esencia viviente de un misterioso lienzo cuántico. Y al igual que los artistas refinan una imagen hasta que a sus mentes les parece adecuada, en muchos aspectos parece que nosotros hacemos lo mismo con nuestras experiencias vitales a través de la Matriz Divina.




Qué concepto tan raro, hermoso y poderoso. De idéntica manera que el artista usa el mismo lienzo una y otra vez mientras va buscando la expresión perfecta de una idea, podemos considerarnos artistas perpetuos que construimos una creación que siempre está cambiando y que nunca se termina.

La clave para hacerlo de manera intencional es que no sólo tenemos que entender cómo funciona la Matriz Divina sino que, además, para comunicar nuestros deseos a esa red ancestral de energía necesitamos un lenguaje que ella sea capaz de reconocer.

Nuestras tradiciones más antiguas y acendradas nos recuerdan que, de hecho, hay un lenguaje que le habla a la Matriz Divina, un lenguaje que carece de palabras y que no implica los habituales signos externos de comunicación que hacemos con nuestras manos y nuestro cuerpo. Dicho lenguaje adopta una forma tan simple que todos sabemos ya “hablarlo” de manera fluida.

De hecho, lo usamos cada día de nuestras vidas. Es el lenguaje de la creencia y de la emoción humanas. La ciencia moderna ha descubierto que, con cada emoción que experimentamos en nuestros cuerpos, experimentamos también cambios químicos en cosas que reflejan nuestras emociones, tales como el pH y las hormonas. Desde las experiencias “positivas” de amor, compasión y perdón, por ejemplo, hasta las “negativas” de odio, juicio o celos, cada uno de nosotros posee el poder de afirmar o negar su existencia en cada momento de cada día.

Adicionalmente, la misma emoción que confiere semejante poder a lo que hay dentro de nuestros cuerpos extiende ese mismo poder nuestro hacia el mundo cuántico que está más allá de nuestros cuerpos. Tal vez sea útil imaginar la Matriz Divina como una cubierta cósmica que empieza y termina en los reinos de lo desconocido, cubriendo todo lo que hay entre ellos.

La cubierta tiene una profundidad de varias capas y siempre está puesta en todas partes a la vez. Nuestros cuerpos, vidas y todo lo que conocemos, existe y sucede en el interior de las fibras de esa cubierta. Desde nuestra creación acuática en el útero de nuestra madre hasta nuestros matrimonios, divorcios, amistades y carreras, todo lo que experimentamos puede ser asimilado a arrugas en la cubierta.

Pensar en nosotros mismos como “arrugas” de la Matriz pueda quitarle algo de romance a nuestras vidas, pero también nos brinda una manera poderosa de pensar acerca de nuestro mundo y de nosotros mismos. Si queremos crear relaciones nuevas, saludables y afianzadoras de nuestras vidas, si queremos atraer a ellas un romance sanador, o una solución pacífica, debemos crear una perturbación nueva en el campo, una que refleje nuestro deseo. Tenemos que crear una “arruga” nueva en esa cosa de la que están hechos el espacio, el tiempo y nuestros cuerpos.

Esta es nuestra relación con la Matriz Divina. Se nos da el poder de imaginar, soñar y sentir las posibilidades de la vida desde el interior de la propia Matriz, de manera que podamos reflejar hacia nosotros lo que hayamos creado. Está claro que no sabemos todo lo que hay que saber sobre la Matriz Divina. La ciencia no tiene todas las respuestas. Con total honestidad, los científicos ni siquiera saben con seguridad de dónde viene la Matriz Divina.

Sin embargo, lo que sí sabemos es que la Matriz Divina existe. Está aquí y podemos introducirnos en su poder creativo mediante el lenguaje de nuestras emociones. Cuando lo hacemos, nos introducimos en la verdadera esencia del poder de cambiar nuestras vidas y el mundo. En muchos sentidos, nuestra experiencia de la Matriz Divina podría compararse a los programas con los que trabaja un ordenador. En ambos casos las instrucciones deben utilizar un lenguaje que el sistema comprenda. Para el ordenador, ese lenguaje es un código numérico de ceros y unos. Para la conciencia se requiere de una clase de lenguaje diferente: uno que no use ni números ni alfabetos, ni siquiera palabras.

Como ya somos parte de la conciencia, tiene perfecto sentido que ya tengamos todo lo que necesitamos para comunicarnos sin necesidad de un manual de instrucciones o de adiestramiento especial. Y lo hacemos. Al parece, el lenguaje de la conciencia es la experiencia universal de la emoción. Ya sabemos cómo amar, odiar, temer y perdonar. Al reconocer que esas experiencias son en realidad las instrucciones que programan la Matriz Divina, podemos aguzar nuestras destrezas para comprender mejor cómo llevar a nuestras vidas alegría, salud y paz.

De la misma manera que todo lo vivo se configura a partir de las cuatro bases químicas que generan nuestro ADN, el universo parece estar constituido en base a cuatro características de la Matriz Divina que hacen que las cosas funcionen como lo hacen.

La clave para penetrar en el poder de la Matriz reside en nuestra habilidad para admitir los cuatro descubrimientos que son los hitos que enlazan nuestras vidas de una manera sin precedentes, a saber: Hay un campo de energía que conecta todo lo que hay en la creación; Dicho campo juega los papeles de recipiente, puente y espejo de las creencias que albergamos;

El campo está en todas partes (no está localizado) y es holográfico. Todas sus partes están conectadas con las demás. Y cada parte refleja al todo a una escala inferior; Nos comunicamos con el campo a través del lenguaje de la emoción.

De nuestra habilidad depende reconocer y aplicar esas realidades que lo determinan todo, desde nuestra sanación hasta el éxito de nuestras relaciones y carreras. De manera casi universal, compartimos la sensación de que hay más de lo que nuestros ojos alcanzan. En algún lugar profundamente escondido entre las brumas de nuestra memoria más antigua, sabemos que tenemos en nuestro interior poderes mágicos y milagrosos, de cuyos recuerdos estamos rodeados por todas partes.

La ciencia moderna ha demostrado más allá de cualquier duda razonable que la “cosa” cuántica de la que estamos hechos se comporta de maneras aparentemente milagrosas. Si las partículas de las que estamos hechos pueden establecer entre sí una comunicación instantánea, estar en dos sitios a la vez, sanar espontáneamente e incluso cambiar el pasado mediante elecciones hechas en el presente, entonces nosotros también podemos hacer lo mismo. La única diferencia entre esas partículas aisladas y nosotros es que nosotros estamos hechos de muchísimas partículas que se mantienen unidas por el poder de la propia conciencia.

Los antiguos místicos recordaron a nuestros corazones, y los experimentos modernos han demostrado a nuestras mentes, que la fuerza más poderosa del universo es la emoción que vive en cada uno de nosotros. Y ese es el gran secreto de la propia creación: el poder de crear en el mundo lo que imaginemos y sintamos en nuestras creencias. Aunque pueda sonar demasiado simple para ser verdad, yo creo que el universo funciona precisamente de esta manera.

Cuando el poeta y filósofo sufí Rumí observó que tenemos miedo de nuestra propia inmortalidad, tal vez quiso decir que en realidad lo que verdaderamente nos asusta es nuestro poder de elegir la inmortalidad. Al igual que los antiguos iniciados descubrieron que bastaba una pequeña sacudida para que les fuese posible contemplar al mundo de una manera diferente, quizás lo único que nos haga falta a nosotros sea un pequeño giro para que nos demos cuenta de que somos los arquitectos de nuestro mundo y de nuestro destino, artistas cósmicos que expresamos nuestra creencias interiores sobre el lienzo del universo.

Si somos capaces de recordar que somos tanto el arte como el artista, tal vez podamos recordar también que somos tanto la semilla del milagro como el propio milagro. Si podemos dar ese pequeño giro, ya estaremos sanados en la Matriz Divina.Esta serie de experimentos de Poponin es importante porque demuestra claramente, quizá por vez primera en condiciones de laboratorio, que existe una relación que ofrece aún mayor credibilidad al efecto de la oración en nuestro mundo físico.

En este caso, el ADN era más o menos una serie de moléculas separadas del cerebro de un ser vivo consciente. Incluso en ausencia de un sentimiento directo que vibrara a través de su antena de doble hélice, había una fuerza y un efecto que se podía medir en su mundo inmediato. Los investigadores sugieren que una persona de tamaño, estatura y peso medio, posee muchos billones de células en su cuerpo. Si cada célula, cada antena de sentimiento y emoción dentro de una persona, contiene las mismas propiedades que afectan a su entorno, ¿cuánto se puede amplificar el efecto?



Ahora. bien, ¿qué sucedería si, en lugar de enviar sentimientos cualesquiera a través de las células de una persona, el sentimiento fuera el resultado de una forma específica de pensamiento y emoción, regulado en forma de oración? Multiplica los efectos que puede producir la persona, robustecida por un método específico de oración, por tan sólo una fracción de los aproximadamente seis mil millones de personas sobre el planeta, y empezaremos a sentir el poder inherente en nuestra voluntad colectiva. Es el poder que terminará con todo el sufrimiento y erradicará el dolor que ha sido el sello del siglo XX. La clave es que hemos de trabajar juntos para alcanzar esta meta. Esto puede llegar a ser el mayor reto del tercer milenio.

Nuestro lenguaje tiene el vocabulario para describir nuestra relación olvidada con las fuerzas del mundo, con la inteligencia del cosmos y entre nosotros. Con algunos de los instrumentos más sensitivos de nuestro tiempo para medir los campos de energía que ni siquiera conocíamos hace cincuenta años, la ciencia ha confirmado ahora la relación que los antepasados nos recordaron hace más de dos mil años.

Tenemos acceso directo a las fuerzas de nuestro mundo y hemos cerrado el círculo. Este es el lenguaje que mueve montañas. Es el mismo lenguaje que nos permite elegir la vida en lugar de los tumores cancerosos, y crear paz en situaciones donde puede que creamos que esta no existe. Cuando leemos sobre milagros de sanación, ya no nos quedamos con el deseo de que estos mismos milagros puedan ocurrir hoy.

Los milagrosos resultados ya están aquí, sencillamente se nos pide que los escojamos. La oración ha demostrado que ciertas cosas son, independientemente de nuestra habilidad para poder probarlas en el momento. Por ejemplo, algunos de los más sagrados recuerdos de nuestra herencia fueron repartidos por monasterios, iglesias, tumbas y templos por nuestros antepasados. También los mismos recuerdos viven en las costumbres y tradiciones de pueblos que antes considerábamos como primitivos.

Somos capaces de tener hermosos sueños, grandes posibilidades y fuentes insondables de amor. Quizá lo más importante sea que ya existe una posibilidad donde hemos acabado con el sufrimiento de todas las criaturas y honrado el aspecto sagrado que hay en toda forma de vida. La posibilidad ya existe aquí y ahora. El momento en que permitimos tales posibilidades a gran escala se convierte en el primer momento de una nueva esperanza. Ese es el momento que siempre recordaremos. Es el momento en que anularemos el último día de la profecía.

En un informe de la tercera conferencia anual de la International Society for the Study of Subtle Energies and Energy Medicine [Sociedad Internacional para el Estudio de las Energías Sutiles y para la Medicina Energética], los científicos han demostrado que la fuerza invisible de la emoción cambia realmente la molécula física del ADN.

El estudio basado en rigurosas pruebas con personas capaces de controlar sus emociones, así como con un grupo de control sin ninguna formación especial, indicaba que «las personas entrenadas para generar sentimientos de amor profundo… eran capaces de provocar un cambio intencional en la conformación [forma] del ADN», según Gregg Braden. Cualidades emocionales específicas, producidas a voluntad, determinaron en qué grado y hasta qué extremo estaban enrolladas las dos cadenas de la molécula de la vida.

Este estudio es importante por una serie de razones. El modo en que nuestro bloque básico de desarrollo de la vida está configurado desempeña un papel importante en cómo se repara el ADN y reproduce en nuestros cuerpos. La pregunta respecto a qué es lo que determina la forma de la molécula del ADN sigue en pie. Estos informes, que confirman la larga sospecha de que la emoción afecta en gran manera a nuestra salud y calidad de vida, ahora nos demuestran, quizá por primera vez, que esta es el vínculo que faltaba, una línea directa de comunicación con el propio núcleo de la vida.

¿Podrían los manuscritos del mar Muerto hacer referencia a una «tierra santa, un lugar dentro de nosotros donde podemos construir nuestro sagrado templo», ser una descripción de las células de nuestro cuerpo?

A fin de cuentas, este es el lugar donde la ciencia ha presenciado ahora el matrimonio entre el espíritu y la materia. Si es así, entonces cada célula dentro del templo de nuestro cuerpo es, por definición, lo más sagrado de lo más sagrado. El momento en que nuestra tecnología nos permite presenciar al espíritu dando forma al mundo de la materia, la emoción dando forma al ADN, abrimos la puerta a una nueva era en la que reconocemos la relación entre nuestras creencias y nuestra experiencia.

Este conocimiento ha surgido de algo tan poco prometedor como unos textos de hace 2.300 años; ahora verificado con la ciencia del siglo XXI, puede ser considerado como una especie de «teoría biológica unificada». Esta teoría nos ofrece el mecanismo que hemos estado buscando durante mucho tiempo para describir nuestra relación con toda forma de vida.

Todavía no tenemos nombre para esta visión renovada del mundo que trasciende la ciencia, la religión y las tradiciones místicas. Si evocamos las tradiciones indígenas de eras pasadas, las visiones de esta índole recuerdan las palabras que dijo un lama en el Tíbet.

«Todos estamos conectados….Todos somos expresiones de una vida… Todos somos lo mismo». Quizá la similitud de sus palabras con las de los textos esenios no sean una coincidencia. Los archivos indican que una secta particular de los esenios, la de los carmelitas del monte Carmelo, llevaron copias de sus escritos más sagrados a regiones remotas del mundo para protegerlas de la corrupción a la que estaban sometidos dichos textos después de la muerte de Jesús. Los amerindios ancianos describen recuerdos tribales de emisarios que llevaron estas tradiciones a Norteamérica hace casi dos mil años.

Otros textos encontraron su lugar en apartados monasterios del Asia central durante el mismo período. Uno de estos documentos, conocido por los historiadores como el Evangelio arameo de Mateo, el Evangelio de los hebreos y el Evangelio de los ebionitas. Todos estos nombres hacen referencia al mismo manuscrito. Hay pruebas de que este texto en particular llegó hasta los aislados monasterios del Tíbet durante el siglo I, y se ha confirmado que es «considerablemente más antiguo» que la versión acabada del Nuevo Testamento. Recientemente ha sido desarrollado un modelo teórico formal de deducción del diseño para apoyar lo antes indicado sobre el diseño inteligente del ADN.

En su libro “La inferencia de diseño”, el matemático y probabilista teórico William Dembski señala que los agentes racionales a menudo infieren o detectan la actividad a priori de otras mentes por el tipo de efectos que dejan tras ellos.

Por ejemplo, los arqueólogos suponen que agentes racionales produjeron las inscripciones en la piedra de Rosetta; los investigadores de fraude de seguros detectan ciertos “patrones de estafa” que sugieren la manipulación intencional de las circunstancias; los criptógrafos distinguen entre signos aleatorios y aquellos que llevan codificados los mensajes.

El trabajo de Dembski muestra que reconocer la actividad de agentes inteligentes constituye un modo común, totalmente racional, de inferencia. Y lo que es más importante, Dembski identifica los criterios que permiten a los observadores humanos reconocer actividad inteligente y distinguir los efectos de tal actividad respecto de los efectos de causas estrictamente materiales.

Señala que invariablemente atribuimos a causas inteligentes, diseño-, y no al azar o a leyes físico-químicas, sistemas, secuencias o sucesos que tienen las propiedades conjuntas de “alta complejidad” (o baja probabilidad) y “especificidad”.

Estos patrones de inferencia reflejan nuestro conocimiento de la manera en que el mundo funciona. Por ejemplo, dado que la experiencia enseña que los sucesos o sistemas complejos y específicos surgen invariablemente de causas inteligentes, podemos inferir diseño inteligente de sucesos que muestran conjuntamente las propiedades de complejidad y especificidad.

El trabajo de Dembski sugiere un proceso de evaluación comparativa para decidir entre causas naturales e inteligentes basado en las características de probabilidad o “firmas” que dejan tras ellas. De esta manera vemos que la teoría de Dembski, cuando se aplica a la biología molecular, implica que el diseño inteligente jugó un papel en el origen de la información biológica.

El cálculo lógico sigue un método que se usa en las ciencias forenses e históricas. En las ciencias de la historia, el conocimiento de las inferencias actuales, potencias causales de varias entidades y procesos permite a los científicos hacer inferencias acerca de las causas posibles en el pasado.

Cuando un estudio minucioso de varias causas posibles produce solo una sola causa adecuada para un efecto dado, los científicos forenses o históricos pueden hacer inferencias definitivas acerca del pasado.

Efectivamente, ya que la experiencia afirma que la mente o el diseño inteligente son condición y causa necesaria de la información, puede detectarse la acción pasada de una inteligencia a partir de un efecto rico en información, incluso si la causa misma no puede ser directamente observada.

El ordenamiento específico y complejo de las secuencia nucleotídicas del ADN implica la acción pasada de una inteligencia, incluso si tal actividad mental no puede ser directamente observada. Muchos admiten que podemos inferir con justificación la acción de una inteligencia operativa en el pasado, dentro del ámbito de la historia humana, a partir de un artefacto o un suceso rico en información, pero solamente porque ya sabemos que existe la mente humana.

Pero aducen que inferir la acción de un agente diseñador que antecede a los humanos no puede justificarse, incluso cuando observamos un efecto rico en información, dado que no sabemos si un agente o agentes inteligentes existieron con anterioridad a los humanos. Sin embargo los científicos del SETI tampoco saben si existe o no una inteligencia extraterrestre. Pero suponen que la presencia de una gran cantidad de información específica, como la secuencia de los 100 primeros números primos, establecería definitivamente su existencia.

Efectivamente, SETI busca precisamente establecer la existencia de otras inteligencias en un dominio desconocido. De manera similar, los antropólogos han revisado a menudo sus estimaciones sobre el comienzo de la historia humana o de la civilización porque han descubierto artefactos ricos en información procedentes de épocas que anteceden a sus estimaciones previas. Y, tal como hemos explicado en varios artículos, la presencia extraterrestre en distintas épocas de la historia es bastante evidente.




La mayoría de las inferencias de diseño establecen la existencia o la actividad de un agente mental operativo (al que generalmente llamamos Dios) en un tiempo o lugar en el que la presencia de tal agente era previamente desconocido.

Por tanto, inferir la actividad de una inteligencia diseñadora en un tiempo anterior al advenimiento de los humanos en la Tierra no tiene un estatus cualitativamente distinto de otras inferencias de diseño que ya se aceptan como reales y producidas por causas naturales; la búsqueda de inteligencia artificial extraterrestre de la NASA (SETI) presupone que cualquier información incluida en las señales electromagnéticas proveniente del espacio exterior indicaría una fuente inteligente. Sin embargo, de momento, los radio astrónomos no han encontrado ninguna información en las señales.

Pero los biólogos moleculares han identificado las secuencias ricas en información y los sistemas de las células que sugieren, por la misma lógica, una causa inteligente para esos efectos. Algunos opinan que cualquier argumento sobre el diseño inteligenteconstituye un argumento desde la ignorancia o el fanatismo religioso.

Los objetores acusan a los defensores del diseño de utilizar nuestra ignorancia presente acerca de cualquier causa de información, natural y suficiente, como base única para inferir una causa inteligente de la información presente en la célula. Dado que aún no sabemos cómo pudo surgir la información biológica, invocamos la noción misteriosa de diseño inteligente. Según este punto de vista, el diseño inteligente funciona no como explicación sino como un sustituto de la ignorancia.

Aunque la inferencia de diseño a partir de la presencia de información en el ADN no significa tener una prueba de certeza deductiva del diseño inteligente, no constituye un argumento surgido de la ignorancia.

Los argumentos nacidos de la ignorancia se dan cuando la evidencia en contra de la proposición X es presentada como la única razón para aceptar una proposición Y alternativa.

En todo caso, la supuesta ignorancia acerca de cualquier causa natural suficiente es solo parte de la base para inferir diseño. También se sabeque los agentes inteligentes pueden y de hecho producen sistemas ricos en información: tenemos un conocimiento positivo basado en la experiencia de una causa alternativa que es suficiente, a saber, la inteligencia. Por esta razón, la inferencia de diseño no constituye un argumento de ignorancia sino una inferencia para la mejor explicación. Consideramos que el argumento del diseño inteligente es la mejor explicación del origen de la información biológica.

Como hemos visto, ningún escenario basado en el azar, en la necesidad, o en una combinación de ambos, puede explicar el origen de la información biológica específica en un contexto prebiótico. Este resultado concuerda con la experiencia: Los procesos naturales no producen estructuras ricas en información a partir puramente de precursores físicos o químicos. Tampoco la materia, tanto si actúa al azar como bajo la fuerza de la necesidad físico-química, se ordena a sí misma en secuencias complejas ricas en información.

Sin embargo, no es correcto decir que no sabemos cómo surge la información. Sabemos por experiencia que los agentes conscientes inteligentes pueden crear secuencias y sistemas informativos. La creación de nueva información está asociada habitualmente con la actividad consciente. Además, la experiencia enseña que cuando grandes cantidades de información o complejidad especificada están presentes en un artefacto o entidad cuya historia es conocida, invariablemente la inteligencia creativa, o el diseño inteligente, ha jugado un papel causal en el origen de esa entidad.

Así, cuando encontramos tal información en las biomacromoléculas necesarias para la vida, podemos inferir, basándonos en el conocimiento de las relaciones de causa y efecto, que una causa inteligente operó en el pasado para producir la información o complejidad especificada necesaria para el origen de la vida. Esta inferencia de diseño emplea el mismo método de argumentación y razonamiento que los científicos de la historia utilizan generalmente.

En el “Origen de las especies”, Darwin desarrolla su argumento a favor de un ancestro común universal como inferencia para la mejor explicación. Como explicó en una carta a Asa Gray: “Compruebo esta hipótesis [de ascendencia común] comparando con tantas proposiciones generales y muy bien establecidas como puedo encontrar –en distribuciones geográficas, historia geológica, afinidades, etc. Y me parece que, suponiendo que tal hipótesis fuera a explicar tales proposiciones generales, deberíamos, de acuerdo con la manera común de proceder de todas las ciencias, admitirla hasta que otra hipótesis mejor sea encontrada”.

Además, tal y como se ha explicado, el argumento de diseño de la información del ADN se adecua a los cánones empleados en las ciencias de la historia. El principio de uniformidad establece que “el presente es la clave del pasado”.

En particular, el principio especifica que nuestro conocimiento de las relaciones actuales de causa y efecto debe gobernar nuestras valoraciones de la plausibilidad de las inferencias que hacemos acerca del pasado causal remoto.

Sin embargo, es precisamente ese conocimiento de las relaciones de causa y efecto el que informa la inferencia del diseño inteligente. Ya que nosotros sabemos que los agentes inteligentes producen grandes cantidades de información, y ya que todos los procesos naturales conocidos no lo hacen, podemos inferir diseño como la mejor explicación del origen de la información en la célula.

La objeción de que la inferencia de diseño constituye un argumento nacido de la ignorancia se reduce en esencia a replantear el problema de la inducción. Sin embargo podría hacerse la misma objeción contra cualquier ley o explicación científica o contra cualquier inferencia histórica que tenga en cuenta el presente conocimiento, no en el futuro, de las leyes naturales y los poderes causales. Como han señalado Barrow y Tipler, criticar los argumentos de diseño, como hizo Hume, simplemente porque asumen la uniformidad y el carácter normativo de las leyes naturales realiza un profundo corte en “la base racional de cualquier forma de investigación científica”.

Nuestro conocimiento acerca de lo que puede y de lo que no puede producir grandes cantidades de información específica puede tener que ser revisado, pero lo mismo sucede con las leyes de la termodinámica. Las inferencias de diseño pueden demostrarse más adelante incorrectas, como sucede con otras inferencias que implican varias causas naturales.

Tal posibilidad no detiene a los científicos a la hora de hacer generalizaciones acerca de poderes causales de varias entidades o de utilizar esas generalizaciones para identificar causas probables o muy plausibles en casos concretos. Las inferencias basadas en la experiencia presente y pasada constituye conocimiento, aunque provisional, pero no ignorancia. Aquellos que objetan contra tales inferencias objetan contra la ciencia, tanto como objetan contra una hipótesis de diseño particular de base científica.

Es evidente que algunos rechazan la hipótesis de diseño alegando que no alcanza la categoría de “científica”. Tales críticos afirman un principio fuera de toda evidencia conocido como naturalismo metodológico. El naturalismo metodológico afirma que, por definición, para que una hipótesis, teoría, o explicación sea considerada “científica”, tiene que invocar solo entidades naturalistas o materialistas. De acuerdo con tal definición, los críticos dicen que el diseño inteligente no es válido. Sin embargo, incluso si se da por buena esta definición, no se sigue que ciertas hipótesis no científicas, según las define el naturalismo metodológico, o metafísicas no puedan constituir una mejor explicación, más adecuada causalmente.

Pero cualquiera que sea su clasificación, la hipótesis de diseño constituye una explicación mejor que sus rivales materialistas o naturalistas para el origen de la información biológica específica. Seguramente, la mera clasificación de un argumento como metafísico no lo refuta. Para ser un buscador de la verdad, la cuestión que el investigador del origen de la vida debe plantearse no es “¿qué modelo materialista es el más adecuado?” sino más bien “¿qué provocó la aparición de la vida en la Tierra?”.

Claramente, una posible respuesta a esta última cuestión sea esta: “la vida fue diseñada por un agente inteligente que existió antes del advenimiento de los humanos”. La apertura a la hipótesis del diseño parecería necesaria, por tanto, para cualquier biología histórica que busque la verdad,

Una biología histórica comprometida a seguir la evidencia dondequiera que esta lleve, no excluirá hipótesis a priori por razones metafísicas. Este enfoque más abierto y más racional sugeriría ahora la teoría del diseño inteligente como la mejor explicación o más adecuada causalmente para el origen de la información necesaria para construir el primer organismo vivo. Los metales alcalinos, litio, sodio, potasio, rubidio, cesio y francio, son metales blandos de color gris plateado que se pueden cortar con un cuchillo.

Presentan densidades muy bajas y son buenos conductores de calor y la electricidad; reaccionan de inmediato con el agua, oxigeno y otras substancias químicas, y nunca se les encuentra como elementos libres (no combinados) en la naturaleza. Los compuestos típicos de los metales alcalinos son solubles en agua y están presentes en el agua de mar y en depósitos salinos. Como estos metales reaccionan rápidamente con el oxígeno, se venden en recipientes al vacío, pero por lo general se almacenan bajo aceite mineral queroseno.

En este grupo los más comunes son el sodio y el potasio. Los compuestos de los metales alcalinos son isomorfos, lo mismo que los compuestos salinos del amonio. Este radical presenta grandes analogías con los metales de este grupo. Estos metales, cuyos átomos poseen un solo electrón en la capa externa, son monovalentes. Dada su estructura atómica, ceden fácilmente el electrón de valencia y pasan al estado iónico. Esto explica el carácter electropositivo que poseen, así como otras propiedades.

La línea del fondo era: “Los cromosomas vivos funcionan como computadoras solitonicas-hológrafas usando la radiación láser endógena del ADN“. Esto significa que ellos lograron, por ejemplo, modular ciertos patrones de frecuencia hacia un rayo láser y con él influenciaron la frecuencia del ADN, y de ese modo, la propia información genética. Puesto que la estructura básica de pares de ADN-alcalinos y el idioma (como hemos explicado antes) tienen la misma estructura, no es necesario descifrar ningún ADN. Uno puede simplemente usar palabras y frases del idioma humano. Esto, también, fue comprobado experimentalmente.

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