jueves, 1 de noviembre de 2018

Los enigmáticos Escitas, ¿son el Gog y Magog bíblico? (I)

En la Antigüedad Clásica, Escitia era la región euroasiática habitada por los pueblos escitas desde el siglo VIII a.C. hasta el II d.C..

 Su extensión varió a lo largo del tiempo, pero en general comprendía las llanuras de la Estepa póntica desde el Danubio hasta las costas septentrionales del Mar Negro, tal como se lo indica en el mapa. 

Las regiones conocidas como Escitia en los autores clásicos incluyen: La Estepa póntica:

 Kazajistán, sur de Rusia y Ucrania (habitadas por escitas desde al menos el siglo VIII a.C.); La región al norte del Caúcaso, incluida Azerbaiján. 




La posterior Sarmacia, Ucrania, Bielorrusia y Polonia hasta el mar Báltico (antiguamente conocido como Océano Sarmático); La zona del sur de Ucrania y el Bajo Danubio, también llamada Escitia Menor.

La región del Sakastán, habitada por los Sakas o Indo escitas, no suele ser considerada parte de Escitia.

En 1956 Marija Gimbutas presentó la hipótesis de los kurganes, que combinaba arqueología y lingüística para ubicar la sede originaria de los pueblos hablantes del protoindoeuropeo (PIE).

Gimbutas nombró al conjunto de culturas en cuestión «Kurgán» (palabra rusa tomada del túrquico usada para determinar unos singulares túmulos sepulcrales) y siguió su supuesta difusión por Europa. 


La hipótesis tuvo un impacto significativo en los estudios protoindoeuropeos. Los investigadores que estaban de acuerdo con Gimbutas identificaban lacultura de Kurganes o de Yamna como reflejo de una sociedad protoindoeuropea temprana que existió en las estepas pónticas desde el V milenio a. C. al III milenio a. C.

La hipótesis de los kurganes como el origen del indoeuropeo asumía una expansión gradual de la cultura arqueológica de los kurganes hasta abarcar todas las estepas del Mar Negro –Kurgan IV–, siendo identificada con la cultura de Yamna entre el IV y III milenio a. C. 

La siguiente expansión más allá de las estepas se identificó con unas culturas híbridas, como la cultura de las ánforas globulares en el oeste, la migración de protogriegos a los Balcanes y las culturas indoiranias nómadas hacia el este en torno al 2500 a. C.

 La domesticación del caballo, y luego el temprano uso del carro han sido considerados como los factores principales del aumento de movilidad de los grupos de los kurganes y de sus pretendidas victorias militares, facilitando su expansión sobre toda la región del grupo de Yamna.

En la hipótesis de los kurganes, la totalidad de las estepas pónticas son consideradas el Urheimat indoeuropeo (hogar original) y en ellas se habrían hablado un conjunto de dialectos del PIE tardío.

La región cercana al Volga etiquetada como Urheimat marca el lugar donde se han encontrado las restos más antiguos de la montura del caballo, que podrían corresponder a un núcleo de PIE temprano o pre-PIE del V milenio a. C. Se ha propuesto la cultura “kurganizada”del ánfora globular como un Urheimat secundario, que se separó en la Cultura del Vaso Campaniforme y de la Cerámica de Cuerdas en torno a 2300 a. C.

 De este núcleo de indoeuropeización podrían proceder la mayoría de las lenguas indoeuropeas de Europa: las lenguas itálicas, las lenguas celtas, las lenguas germánicas y otros grupos parcial o totalmente extintos, como las lenguas paleobalcánicas y de Centroeuropa. A ello habría que añadir posiblemente el protomicénico.

En las estepas, supuesto Urheimat primario, seguiría existiendo hablantes de indoeuropeo. Habría por tanto dos núcleos principales de indoeuropeización, cada uno siguiendo una evolución independiente: el Urheimat secundario o complejo europeo, y el Urheimat primario, del cual seguirían partiendo tribus, como las iranias y las indoarias.

Las lenguas iranias (como el antiguo escita o el oseta) pueden considerarse herederas de la lengua indoeuropea original hablada por tribus que nunca abandonaron su hogar primigenio.


Los sármatas (sarmatae o saurómatas -la segunda forma utilizada sobre todo por los antiguos escritores griegos, la primera por los romanos) fueron un pueblo al que Heródoto ubica en el siglo V a. C. en la frontera oriental de Escitia, más allá del Tanais (actual río Don).

En el siglo III a. C. los sármatas avanzaron desde el Cáucaso invadiendo gran parte del territorio que hasta entonces ocupaban los escitas, en el siglo II a. C. se encuentra a los sármatas fuertemente instalados en las estepas que rodean al mar Negro, principalmente en territorios que actualmente corresponden a Ucrania y Polonia, de allí que en geografía se nombre a las llanuras de Europa Oriental al este de los Cárpatos con el nombre de Llanura Sarmática.

 Luego alcanzaron su máxima expansión hacia el siglo I a. C., cuando se extendían desde el mar Negro hasta el mar Báltico y desde el Volga hasta el Vístula y el valle medio del Danubio. Tal territorio fue llamado por los romanos Sarmatia (Sarmacia).




Su final como potencia bélica se produce hacia el siglo III, cuando se extiende el «imperio» de los godos hasta Crimea y luego deben afrontar el ataque de los vándalos y los hunos. Eran un pueblo al parecer de familia iraní relacionado con los escitas, con quienes tenían grandes semejanzas culturales.

Los sármatas nunca llegaron a constituir un estado unificado, ya que se encontraban divididos en varias «tribus» o parcialidades, algunas de ellas han persistido hasta tiempos contemporáneos y otras se han fundido con otros pueblos (los sármatas son uno de los principales linajes de los actuales eslavos), entre las parcialidades las más destacadas eran las de los alanos, roxolanos, yázigas y algunos creen que los rashu del noroeste del mar Caspio formaron parte de estos sármatas-eslavos al emigrar, conocidos por los romanos y judíos como ros.

La tecnología militar del pueblo sármata influenció la tecnología de sus aliados tanto como la de sus enemigos. Las cualidades guerreras de los sármatas, de sus ancestros, los saurómatas, y de sus descendientes, los alanos, han sido, a menudo, descritas por los autores antiguos. Polibio, Diodoro Sículo, Estrabón, Flavio Josefo, Tácito, Pausanias o Dion Casio han dejado cuadros testimoniales muy vivos de estas tribus iraníes que tenían costumbres tan exóticas para los griegos y los romanos.

Muy jerarquizados, los sármatas tuvieron varios reyes y, por lo menos, una reina: Amagê. De hecho, las mujeres tenían una elevada posición social y las guerreras de la fase antigua, que realmente existieron, han contribuido a mantener vivo el mito de las amazonas. Inicialmente instalados entre el Don y el Ural, los primeros sármatas invadieron los territorios de los escitas.

Después, vencieron a los partos y a los armenios. Desde el final del siglo I a. C., se enfrentaron a los romanos en el sur del Danubio. Durante el siglo II, después de varias confrontaciones, los romanos reclutaron a varios lanceros sármatas.

Más tarde, crearon unidades que tomaron de los sármatas la armadura de escamas, la lanza larga, la espada con pomo anular y hasta su insignia: el Draco (una especie de palo tubular cuya embocadura de bronce representa la boca de un dragón). ¡El dragón de tantas tradiciones!

Escitas (era el nombre dado en la Antigüedad a los miembros de un pueblo, o grupo de pueblos, de origen iranio, caracterizados por una cultura basada en el pastoreo nómada y la cría de caballos de monta. Durante la Antigüedad Clásica, los escitas dominaron la Estepa póntica, la cual recibió el nombre de Escitia.

En la Antigüedad tardía fueron sometidos por los sármatas, un pueblo culturalmente afín que terminó suplantándolos como amos de las estepas. 

La mayor parte de lo que se conoce sobre los escitas procede de fuentes extranjeras, concretamente griegas y latinas.

Las principales de ellas son el libro IV de la Historia de Heródoto (440 a. C.), la Geografía de Estrabón y el poema de Ovidio, Epístola desde el Ponto, que describe principalmente la Escitia Menor, ambos de la misma época. La arqueología ha descubierto testimonios de la cultura escita en los montículos funerarios de Ucrania y el sur de Rusia.

La denominación “escita” también ha sido usada para referirse a otros pueblos de costumbres similares o que ocuparon las regiones de Rusia, Ucrania y Asia Central, conocidas durante largo tiempo como Escitia.

Se sabe que tuvieron sus antecedentes desde el año 2000 a. C., pero su primera aparición en la historia es una alianza con los asirios en el siglo VII a. C. Siglos más adelante colaboraron con los medos —tribu irania emparentada con los persas— para desmembrar al Imperio asirio.

Con sus correrías por las llanuras al norte del mar Negro, estos guerreros seminómadas impresionaron a los antiguos griegos por su habilidad como jinetes y arqueros, sus costumbres y riquezas. Ágiles jinetes y diestros arqueros, tan feroces como valientes, los escitas bebían en los cráneos de sus enemigos y daban muerte a los servidores de sus caudillos para que los acompañaran en el Más Allá. Victoriosos sobre el Imperio persa, en las tumbas de sus reyes el brillo del oro atestigua su pasión por la belleza y el lujo.

Los escitas fueron un temible pueblo nómada de lengua irania y probable origen en las estepas de Asia -entre el mar de Aral y el lago Baikal-, que se asentó en lo que hoy es el sur de la Federación Rusa y Ucrania. Durante aproximadamente un milenio fueron protagonistas de la historia antigua de Oriente Próximo, llegando a invadir Egipto a finales del siglo VII a.C. -tal vez en su momento de máximo poder- y siendo mencionados en el recuento de pueblos del Génesis.

En el 330 a.C. los escitas fueron vencidos por Alejandro Magno y desaparecieron de la historia de forma enigmática. Uno de los mitos sobre el origen de los escitas refiere que eran descendientes de Escita, hijo de Hércules y de un monstruo, mitad mujer mitad serpiente, que habitaba cerca del mar Negro. Las costumbres sanguinarias de los escitas reales, la élite guerrera de este pueblo, aterrorizaban a sus enemigos y su barbarie se hizo proverbial en Grecia y Oriente.

Los nómadas escitas eran jinetes invencibles y diestros arqueros que se adornaban con pieles y cabezas humanas como trofeos. Con la piel de la mano derecha cubrían el carcaj y destinaban la del tronco a confeccionar estandartes.

A su dieta, pobre y monótona, y a su modo de vida sedentario (siempre marchaban a caballo o en carro) se atribuyen la impotencia y la esterilidad proverbiales entre los hombres escitas. Tras tener contacto con los difuntos, se sometían a un ritual que incluía una sauna en la que se embriagaban con el humo producido por granos de cánnabis.

Tras las guerras con Persia en el siglo VI a.C., los escitas tuvieron un reino estable al norte del mar Negro entre los siglos V y IV a.C., con una potente dinastía real fundada por Ariapites.

 Y sus contactos con las ciudades griegas se hicieron más fluidos. El poderío de los reyes fue creciendo hasta que chocaron con otra potencia emergente, la Macedonia de Filipo II, padre de Alejandro Magno.

 Aunque los escitas fueron derrotados en el año 339 a.C., muriendo en combate su rey Ateas, los macedonios no consiguieron someterlos totalmente. Sin embargo, no mucho después de la muerte de Alejandro, en torno al 300 a.C., el reino escita desapareció súbitamente sin dejar rastro. No volvieron a la historia hasta que, a comienzos del siglo XX, los arqueólogos rusos excavaron los kurganes y confirmaron las noticias de Heródoto.

Acostumbrados a una vida dedicada a proteger sus ganados y apoderarse de los ajenos, los escitas fueron un pueblo sumamente belicoso.

Lamentablemente no se conservan datos concretos y detallados sobre sus tácticas de batallas, pero, a juzgar por las acciones de pueblos con mucho en común, sus enfrentamientos se iniciaban con seguridad con una mortífera lluvia de flechas a gran distancia, seguidos de ataques y retiradas fingidas para atraer al enemigo a posiciones vulnerables.

Una vez terminadas las flechas, los infantes se acercaban al enemigo a una distancia prudencial y atacaban con una descarga de venablos y jabalinas antes de acometer el cuerpo a cuerpo.

Los nobles con armaduras, sobre los caballos más grandes, dominaban esa fase del combate. Frente a oponentes poderosos, los escitas se retiraban a la estepa, hostigando a los invasores y escogiendo el mejor momento para el contraataque (guerra de guerrillas).




Emplearon estas tácticas contra la monarquía persa aquemenida de Darío I cuando invadió Escitia en el año 512 a.C. Se retiraron ante el avance de las tropas persas, para luego regresar, de improviso para acosarlos y volver a desaparecer, repitiendo esta maniobra hasta agotar al ejército persa, que nunca encontraba un frente de batalla.

Día y noche la línea de suministros de los persas era acosada y su caballería era derrotada. Lo único que salvo a Darío fue su infantería, armada principalmente con arcos compuestos, y sus mulas y burros, que, desconcertaban a los caballos escitas por sus ruidos y aspecto extraño para ellos. Al final, Darío tuvo que iniciar una vergonzosa retirada, para que su ejército no muriera de hambre.

Según Heródoto, después de la toma de Babilonia sucedió la expedición de Darío contra los Escitas, de quienes el rey decidió vengarse, viendo al Asia floreciente así en tropas como en copiosos réditos de tributos; pues habiendo los Escitas entrado antes en las tierras de los Medos y vencido en batalla a los que les hicieron frente, habían sido los primeros mo-tores de las hostilidades, conservando, como llevo dicho, el imperio del Asia superior por espacio de veintiocho años.

Yendo en seguimiento de los Cimerios, dejáronse caer sobre el Asia, e hicieron entretanto cesar en ella el dominio de los Medos: pero al pretender volverse a su país los que habían peregrinado veintiocho años, se les presentó después de tan larga ausencia un obstáculo y trabajo nada inferior a los que  en Media habían superado.

 Halláronse con un ejército formidable que salió a disputarles la entrada de su misma casa, pues viendo las mujeres Escitas que tardaban tanto sus maridos en volver, se habían interinamente ajuntado con sus esclavos, de quienes eran hijos los que a la vuelta les salieron al encuentro.

Los Escitas solían cegar a sus esclavos para mejor valerse de ellos en el cuidado y confección de la leche, que era su bebida ordinaria, en cuya extracción empleaban unos cañutos de hueso muy parecidos a una flauta, metiendo una extremidad de ellos en las partes naturales de las yeguas, y aplicando la otra a su misma boca con el fin de soplar. Y al tiempo que unos están soplando van otros ordeñando; y dan por votivo de esto, que al paso que se hinchan de viento las venas de la yegua, sus ubres van subiendo y saliendo hacia fuera.

Extraída así la leche, derrámanla en una vasijas cóncavas de madera, y colocando alrededor de ellas a sus esclavos ciegos, se la hacen revolver y batir y lo que sobrenada de la leche así removida lo recogen como la flor y nata de ella y lo tienen por lo más delicado, estimando en menos lo que se escurre al fondo. Para este ministerio quitan la vista los Escitas a cuantos esclavos cogen, muchos de los cuales no son labradores, sino pastores únicamente.

Del trato de estos esclavos con las mujeres había salido aquella nueva prole de jóvenes, que sabiendo de qué origen y raza procedían, salieron al encuentro a los que volvían de la Media. Ante todo, para impedirles la entrada, tiraron un ancho foso desde los montes Táuricos hasta la Meotida, vastísima laguna; y luego, plantados allí sus reales, y resistiendo a los Escitas que se esforzaban para entrar en sus tierras.

Vinieron a las manos muchas veces, hasta que al ver que las tropas veteranas no podían adelantar un paso contra aquella juventud, uno de los Escitas habló así a los demás: -«¿Qué es lo que estamos haciendo, paisanos?

Peleando con nuestros esclavos como realmente peleamos, si somos vencidos quedamos siempre tantos señores menos cuantos mueran de nosotros; si los vencemos, tantos esclavos nos quedarán después de menos cuantos fueren sus muertos.

 Oid lo que he pensado que dejando nuestras picas y ballestas, tomemos cada uno de nosotros el látigo de su caballo, y que blandiéndolo en la mano avance hacia ellos; pues en tanto que nos vean con las armas en la mano se tendrán aquellos bastardos miserables por tan buenos y bien nacidos como nosotros sus amos. Pero cuando nos vieren armados con el azote en vez de lanza, recordarán que son nuestros esclavos, y corridos de sí mismos, se entregarán todos a la fuga.».


Ejecutáronlo todos los que oyeron al Escita, y espantados los enemigos por el miedo de los azotes, dejando de pelear, dieron todos a huir. De este modo los Escitas obtuvieron primero el imperio del Asia, y arrojados después por los Medos volvieron de nuevo a su país; y aquella era la injuria para cuya venganza juntó Darío un ejército contra ellos. Según Heródoto:

“La nación de los Escitas era la más reciente y moderna, según confesaban ellos mismos, que refieren su origen de este modo. Hubo en aquella tierra, antes del todo desierta y despoblada, un hombre que se llamaba Targitao, cuyos padres fueron Júpiter y una hija del río Borístenes” . 

Téngolo yo por fábula, pero ellos se empeñan en dar por hijo de tales padres a Targitao, y en atribuir a ese tres hijos, Lipoxais, Arpoxais y Colaxais el menor de todos. Reinando estos príncipes, cayeron del cielo en su región ciertas piezas de oro, a saber, un arado, un yugo, una copa y una segur.

 Habiéndolas visto el mayor de los tres, se fue hacia ellas con ánimo de tomarlas para sí, pero al estar cerca, de repente el oro se puso hecho un ascua, apartándose el primero, acercóse allá el segundo, y sucedióle lo mismo, rechazando a entrambos el oro rojo y encendido; pero yendo por fin el tercero y menos de todos, opagóse la llama, y él fuese con el oro a su casa. A lo cual atendiendo los dos hermanos mayores, determinaron ceder al menor todo el reino y el gobierno”.

Añaden que de Lipoxais desciende la tribu de los Escitas llamados Aucatas, Del segundo, Arpoxais, la de los que llevan el nombre de Catiaros y de Traspies. Y del más joven los que se llaman Paralatas. El nombre común a todos los de la nación dicen que es el de Scolotos, apellido de su rey, aunque los Griegos los nombren Escitas. Tal es el origen y descendencia que se dan a sí mismos. Respecto de su cronología, dicen que desde sus inicios y su primer rey Targitao, hasta la venida de Darío a su país, pasaron nada más de mil años.

Los reyes guardan aquel oro sagrado que les vino del cielo con todo el cuidado posible, y todos los años, en un día de fiesta celebrado con grandes sacrificios, van a sacarlo y pasearlo por la comarca. Y añaden que si alguno en aquel día, llevándolo consigo, se quedase a dormir al raso, ese tal muriera antes de pasar aquel año. «Viendo Colaxaislo dilatado de la región, repartióla en tres reinos, dando el suyo a cada uno de sus hijos, si bien quiso que aquel en que hubiera de conservarse el oro divino fuese mayor que los demás».

Según ellos, las tierras de sus vecinos que se extienden hacia el viento Bóreas son tales, que a causa de unas plumas que van volando por el aire, ni es posible descubrirlas con la vista, ni penetrar caminando por ellas, estando toda aquella tierra y aquel ambiente lleno de plumas, que impiden la vista a los ojos.

Después de oír a los Escitas hablando de sí mismos, de su país y de lo que se extiende más allá, oigamos acerca de ellos a los Griegos que moran en el Ponto Euxino.

Cuentan que Hércules al volver con los bueyes de Gerion llegó al país que habitan al presente los Escitas, entonces despoblado. Añaden que Gerion moraba fuera del Ponto o Mediterráneo en una isla vecina a Gades, más allá de las columnas de Hércules, llamada por los Griegos Erithrea (¿Atlántida?), y situada en el Océano. Y que este Océano, empezando al Levante, gira alrededor del continente.

Desde allá vino, pues, Hércules a la región llamada ahora Escitia, en donde como le acogiese un recio y frío temporal, cubrióse con su piel de león y se echó a dormir. 

Al tiempo que dormía dispuso la Providencia que desaparecieran las yeguas, que sueltas del carro estaban allí paciendo. Levantado Hércules de su sueño, púsose a buscar a sus perdidas yeguas, y habiendo girado por toda aquella tierra, llegó por fin a la que llaman Hilea, donde halló en una cueva a una doncella de dos naturalezas: semivíbora a un tiempo y semivirgen, mujer desde las nalgas arriba y sierpe de las nalgas abajo.

Algo similar a los nagas de la India. Causóle admiración el verla, pero no dejó de preguntarle por sus yeguas sí acaso las había visto por allí descarriadas. Respondióle ella que las tenía en su poder; pero que no se las devolvería a menos que no quisiese conocerla, con cuya condición y promesa la conoció Hércules sin hacerse más de rogar.

Y aunque ella con el objetivo de gozar por más largo tiempo de su buena compañía íbale dilatando la entrega de las yeguas, queriendo él partir con ellas, restituyóselas y dijo: -«He aquí esas yeguas que por estos páramos hallé perdidas; pero buenas albricias me dejas por el hallazgo, pues quiero que sepas como me hallo encinta de tres hijos tuyos.

Dime lo que quieres que haga de ellos cuando fueren ya mayores, si escoges que les dé habitación en este país, del que soy ama y señora, o bien que te los remita.»

Esto dijo, a lo que él respondió: -«Cuando los veas ya de mayor edad, si quieres acertar, haz entonces lo que voy a decirte. ¿Ves ese arco y esa banda que ahí tengo?

Aquel de los tres a quien entonces vieres apretar el arco así como yo ahora, y ceñirse la banda como ves que me la ciño, a ese harás que se quede por morador del país; pero al que no fuere capaz de hacer otro tanto de lo que mando, envíale fuera de él.

Mira que lo hagas como lo digo; que así tú quedarás muy satisfecha, y yo obedecido.».

Habiéndole hablado así, dicen que de dos arcos que Hércules tenía, aprestó uno y sacando después una banda que tenía unida en la parte superior una copa de oro, púsole en las manos el arco y la banda, y con esto se despidió.




Después que ella vio crecidos a sus hijos, primero puso nombre a cada uno, llamando al mayor Agatirso, Gelono al que seguía, y al menor Escita, teniendo después presentes las órdenes de Hércules, que puntualmente ejecutó.

 Y como en efecto no hubiesen sido capaces dos de sus hijos, Agatirso y Gelono, de hacer aquella prueba de valor en la contienda, partieron de su tierra arrojados por su misma madre. Pero habiendo cumplido Escita con la empresa propuesta, quedó dueño de la región.

Y de él descienden por línea directa cuantos reyes hasta aquí han tenido los Escitas. Para rememorar aquella copa, los Escitas traen sus copas pendientes de sus bandas, y esto fue lo único que mandó la madre a su hijo Escita. 

Así cuentan esta historia los Griegos colonos del Ponto. Pero circula otra historia: Apurados y agobiados en la guerra por los Masagetas, los Escitas nómadas o pastores que moraban primero en el Asia, dejaron sus tierras y pasando el río Araxcs se fueron hacia la región de los Cimerios, de quienes era antiguamente el país que ahora poseen los Escitas.

Viéndolos aquellos Cimerios venir contra ellos, entraron a deliberar lo que sería conveniente hacer siendo tan grande el ejército que se les acercaba. Dividiéronse en dos bandos, uno de los cuales seguía a sus reyes, el otro opinaba que no convenía entrar en contienda ni exponerse al peligro siendo tantos los enemigos y que era menester abandonar el país.

La opinión de sus reyes era que había de pelear a favor de la patria contra los que venían. Ni el pueblo quería obedecer a sus reyes, ni éstos ceder a aquél. El pueblo estaba obstinado en que sin disparar una flecha era preciso marchar cediendo la tierra a los que venían a invadirla. Los reyes continuaban en su resolución de que mejor era morir por su patria con las armas en la mano, que acompañar en la huida a la muchedumbre.

Obstinándose los dos bandos en sus opiniones y viéndose iguales en número, vinieron a las manos entre sí. Los sobrevivientes cimerios enterraron a los que de ambos bandos murieron en la batalla cerca del río Tiras, donde hasta el presente se pueden ver todavía sus sepulturas.

Por ello los Escitas se apoderaron de una región desierta. Parece que los Cimerios, huyendo hacia el Asia, poblaron aquella península donde ahora está la ciudad griega de Sínope. Y que los Escitas, yendo tras ellos, vinieron a parar en Media, porque los Cimerios se retiraron siguiendo siempre la costa. Y los Escitas, dejando el Cáucaso a su derecha, los iban buscando, hasta que internándose tierra adentro se metieron en el referido país.

Más tarde los escitas destruyeron un ejército macedonio enviado por Alejandro Magno para sojuzgarlos, aunque antes habían sido ellos derrotados en los Balcanes por Alejandro y sus falanges. Desde finales del siglo IV a.C., otros nómadas de las estepas, los sármatas, invadieron los territorios escitas provenientes del Este y terminaron por expulsarlos.

 Un motivo de este resultado pudo estar relacionado con los caballos de los nobles sármatas. Mientras que la raza sármata común era pequeña y veloz, las carcasas y esqueletos de caballos encontrados en el yacimiento de Pazyryk, Asia Central, revelan que estos animales alcanzaron una alzada de 152 cm o más.

Normalmente de color pardo o castaño, a veces bayo, con cascos oscuros (que, como se sabe, son menos propensos a romperse o desgastarse que los claros), los machos estaban castrados.

Con estos animales, los sármatas podían contar con una caballería pesada, de hombres y caballos vestidos de armadura, aunque no de metal sino de escamas de cascos de caballo o cuero ligero y resistente. Los hombres llevaban largas lanzas con ambas manos y cargaban a un galope suicida.

 Apoyados por sus propios arqueros a caballo, debieron disfrutar de una gran ventaja sobre la caballería escita, más ligera. En las antiguas fuentes chinas se los denomina sai.

En los Reinos medios de la India se los conocía con el nombre de shaka (nombre que a veces se restringe a la más septentrional de sus tribus y otras cosas). En documentos persas traducidos al latín del griego se les llama saces [sakes] o sacii [sakii] (en latín la c se pronuncia como k). 

También en latín se usa el nombre sármatae (sármatas) y en griego scythae, aunque el nombre que se daban a sí mismos habría sido alān o aryānah. Este nombre ha pervivido en el moderno nombre osetio īron. Por otra parte se considera que el gentilicio del actual pueblo osetio es una variante de escita. En idioma acadio, los escitas eran los gugu (jefes) de las tierras de Mat Gugu.

 En idioma sumerio, la palabra gug significa ‘oscuridad’ o ‘tinieblas’. En hebreo esta palabra gug (o gog) significa ‘alto’ o ‘techo’ y figuradamente ‘soberbio’. En conclusión estos significados unidos se parafrasean como “los escitas (Gog) que vienen de las tierras tenebrosas”.

Los arios se expandieron en Europa por mar y tierra bajo muchos nombres. Y bajo el Imperio Británico se extendieron por distintas partes del mundo. Los Escitas, otro grupo ario, también migraron desde el norte del Cáucaso hacia Europa donde su nombre fue cambiado por los romanos para distinguirlos de otros pueblos.

Los emblemas sagrados de los Escitas incluían la serpiente, el buey (Nimrod / Tauro), el fuego (el Sol, conocimiento), y Tho o Theo, el dios a quien los egipcios llamaron Pan. Los romanos llamaron a los Escitas los Sarmatae (Sármatas) y los Germani, de la palabra del latín Germanus, que quiere decir “genuino“.

Los Escitas fueron conocidos, por lo tanto, como el “Pueblo Genuino” y por supuesto de Germani se pasa a germanos y Germany (Alemania). Este cambio de nombre es confirmado por los escritos del historiador romano Plinio y del griego Strabo. Los Anglo-Sajones que invadieron Gran Bretaña también eran conocidos como Germani por los romanos. La región llamada Vieja Sajonia es Alemania del norte y Países Bajos de hoy en día.

Tanto los Anglos como los Sajones vinieron desde el mismo origen genético – los Cimerios y Escitas blancos del Cáucaso y del Medio / Próximo Oriente. Es lo mismo con Guillermo el Conquistador y sus Normandos, las últimas personas en invadir Gran Bretaña en 1066 en la batalla de Hastings. Los términos Normando y Normandía se originan en Norsemen (hombres del Norte) o escandinavos, porque vinieron desde Escandinavia para habitar esa región de Francia. 

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