jueves, 9 de mayo de 2019

¿Nikola Tesla: Viajero del Tiempo que Vino del Futuro? (I)

“El escritor H. G. Wells construye su máquina del tiempo y viaja al pasado junto a Humphrey Bogart y Groucho Marx, conociendo en su recorrido a Mata Hari, Picasso, Al Capone y descubriendo los tesoros ocultos en la tumba de Tutankamón“.

Esta es la historia ficticia de un soñador, el genial H. G. Wells, el primer escritor conocido que se atrevió a hablar de una máquina del tiempo, en su obra “La Máquina del Tiempo”, publicada en 1895, que, según Wells, podría aportar más beneficios a la Humanidad que ningún otro invento. Herbert George Wells nació en 1866 en Bromley, Kent (Inglaterra), y con el paso de los años

se convirtió en un popular autor y filósofo político, especialmente por sus novelas de ciencia-ficción que contienen descripciones proféticas de los triunfos de la tecnología, así como de los horrores de las guerras del siglo XX. En una entrevista, H. G. Wells explicaba los detalles técnicos que le llevaron a la construcción de esa pretendida máquina del tiempo. Su entusiasmo era ya contagioso y ni siquiera esperaba la confirmación de ser creído.

 “Si ha leído mi novela “La máquina del tiempo” –empezó a explicarse– sabrá que aunque hablo de la cuarta dimensión como un lugar del espacio-tiempo al cual se puede llegar con facilidad, no explico cómo se puede alcanzar, ni menciono detalles técnicos sobre la máquina del tiempo. Simplemente describo el invento como un vehículo dotado de una silla, un panel de mandos sumamente sencillo, una rueda que es el motor que nos mueve en el tiempo y un cristal extraño que se supone aporta la energía necesaria.




Pero no explico ningún dato científico, puesto que es pura ficción el hecho de viajar al futuro“. “Entonces – preguntó el entrevistador -, ¿cuál es la diferencia con la máquina que ahora pretende haber construido?”. “Es que se trata de viajar al pasado – respondió Wells -, a un lugar que ya existió y cuya presencia física circula por algún lugar del universo.

El futuro no está escrito, eso es cierto, o posiblemente lo esté, pero el pasado está perfectamente descrito y sobre los acontecimientos acaecidos unos pocos años atrás disponemos de fotografías y grabaciones.

Simplemente mirando una fotografía estamos ya realizando un viaje visual al pasado”. “Pero faltaría el elemento físico – volvió a preguntar el entrevistador -, aquel que nos permitiría llegar de nuevo a esa época“. “Piense por un momento en lo que es una fotografía – respondió Wells -: un instante del pasado que ha quedado detenido para siempre.

Desde el momento en que se impresionó esa fotografía comenzó ya el futuro, pero ya hemos conseguido detener por un segundo ese instante, lo que ahora consideramos el pasado. Cuando empecé a pensar sobre cuál sería el modo de poder entrar a formar parte de ese elemento visual real se me ocurrió una idea descabellada, bueno, entonces la consideré así, pero que me llevaba a un paso ya del viaje en el tiempo“.

Según Nexus Magazine: “El doctor Nikola Tesla era considerado como una de las personas más conocidas de la Tierra. Hoy día ha desaparecido de nuestros libros científicos y de los libros de texto.

¿Qué es lo que descubrió, y por lo que cayó en el olvido?”.

 El Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC), agencia pública especializada en información sobre ciencia, tecnología e innovación en español, explicó que fueron desclasificados unos archivos pertenecientes a Nikola Tesla.

 Fueron encontrados en la habitación 3327 del hotel New Yorker, después de la muerte de Nikola Tesla el 7 de enero de 1943. El contenido de este material ha sorprendido a los expertos.

Asimismo ha sorprendido que parte de dicha información estuviese en una misteriosa cinta VHS, especialmente si tenemos en cuenta que las cintas VHS no se inventaron hasta la década de 1970, unos 30 años después de la muerte de Tesla.

VHS, siglas de Video Home System fue un popular sistema doméstico de grabación y reproducción analógica de video en un sistema de cinta magnética, que fue el sistema más utilizado y popular desde su aparición hasta la década de 1990, a fines del siglo XX, en que fue sustituido por la aparición del DVD. Nikola Tesla fue uno de los más grandes genios de finales del XIX y la primera mitad del siglo XX.

Gran parte de la tecnología que conocemos ha sido posible gracias a este increíble inventor. Según Margaret Cheney, en su libro Tesla Man Out of Time: “Hoy pocos recuerdan a Nikola Tesla, pero gracias a él escuchamos la radio y se enciende la bombilla cuando pulsamos un interruptor. Fue el inventor de la corriente alterna, y además el padre de tecnologías visionarias en su época como la robótica, la informática o las armas teledirigidas.

 Tesla trabajó para Edison, con el que acabó enfrentado en la “guerra de las corrientes” (alterna contra continua), y disfrutó del mecenazgo de prohombres como Westinghouse o J. P. Morgan, que crearon sus imperios gracias en parte a los descubrimientos de Tesla. Nikola Tesla es el paradigma del inventor genial, pero negado para la vida práctica, lleno de manías, compulsiones y fobias.

 Y su vida es la historia de un fogonazo de luz que sigue brillando, con el homenaje de quienes le reconocen como “el padre de la tecnología moderna”. En 1943, la Corte Suprema de los Estados Unidos lo acreditó como el inventor de la radio, aunque aún se atribuye a Marconi en multitud de libros y enciclopedias“.

Todas sus aserciones científicas contaban con el respaldo de experimentos que el mismo Tesla había realizado. Todos los artilugios que presentaba eran nuevos, diseñados por él y, por lo general, fabricados en su propio taller. Y muy pocas veces repetía un experimento en una charla.

 En cuanto a la inapropiada terminología científica de su tiempo, hay que aclarar que la leve descarga de electricidad en el interior de un tubo en el que se había hecho el vacío, lo que él describía como una pincelada, no era sino un haz de electrones y de moléculas de gas ionizadas. Jamás se le habría ocurrido decir algo como “y ahora paso a describirles el ciclotrón“, porque aún no se había acuñado el término.

Pero, según los entendidos, a partir de las palabras y experimentos con que las acompañaba, bien podría pensarse que se refería a un antepasado del acelerador de partículas. Tampoco hablaba de “microscopios electrónicos, rayos cósmicos, radio de tubos de vacío o rayos X”. Cuando describía una de esas lámparas de vacío que en el futuro se considerarían como precursoras del audión, en lugar de radio, se hablaba de receptores de radiofonía, una técnica aún recién nacida.

 Cuando comentaba las embarulladas imágenes de placas fotográficas que había obtenido en el laboratorio, o se refería a la luz visible, o invisible, ni siquiera Roentgen sabía qué eran los rayos X y cuál habría de ser su utilidad.

Y cuando Tesla consiguió una llama que, según sus propias palabras, “ardía sin combustible y no provocaba reacciones químicas“, probablemente estaba presentando un antecedente de lo que hoy conocemos como física del plasma. “Presento un nuevo enfoque para fenómenos que, hasta el momento, considerábamos como maravillosos y carentes de explicación“, aseguraría en el American Institute of American Engineers.

Tesla hablaba de la misteriosa fascinación de la electricidad y el magnetismo, que “con su comportamiento en apariencia dual, único entre las fuerzas de la naturaleza con sus fenómenos de atracción, repulsión y rotación, parecen ignotas manifestaciones de agentes misteriosos“, que estimulan y avivan nuestras ansias de saber. Andrew Basiago, ex voluntario de un supuesto proyecto secreto de viajes por el tiempo, afirma haber viajado en más de una ocasión a Marte, que ya estaba habitado por seres humanos.

Aunque a muchos les puede sonar a ciencia-ficción, Basiago relata que su padre fue un científico de la CIA, y como tal, tenía acceso a una serie de proyectos secretos del Ministerio de Defensa norteamericano. En 1967, a la temprana edad de seis años, fue conducido por su padre hasta el edificio 68 en el viejo complejo de la compañía aeronáutica Curtiss-Wright, en Woodbridge, Nueva Jersey.

Allí Basiago fue reclutado para realizar viajes a través del tiempo y el espacio en un proyecto llamado “Pegaso”. Según él, en dicha iniciativa se utilizaba niños psíquicos, básicamente porque eran mejores que los adultos para adaptarse a las consecuencias psicológicas de los viajes espacio-temporales. En los entrenamientos se utilizaban aparatos llamados “cronovisores” donde veían imágenes holográficas tanto del pasado como del futuro de distintas líneas de tiempo.

 Según este sorprendente relato, los hacían viajar a diferentes bases secretas subterráneas usando la teletransportación, cuya ciencia se basa en los estudios hechos por Nikola Tesla, quien habría confeccionado un aparato que extrae la energía radiante del continuo espacio-tiempo.

La energía radiante, según afirmó Tesla, es la que predomina en el Universo. De acuerdo a Andrew Basiago, el fin de los viajes en el tiempo era recuperar objetos del pasado y del futuro que permitían utilizar importantes conocimientos.

De los propios escritos de Tesla podemos observar que tenía una capacidad mental única, que pocos de sus congéneres humanos han podido alguna vez alcanzar. No es de extrañarse que cuando Tesla fue enfrentado con un acontecimiento tan estremecedor como la revelación que los humanos podrían no estar solos en el universo, él lo afrontó. La manera atípica en que enfrentaba y trataba con lo desconocido ha conducido a algunos a especular que su verdadero origen puede haberse originado más allá de este planeta.

 Esta sugerencia no es nueva. De hecho, Tesla una vez le confió a uno de sus asistentes personales que a menudo sentía como si fuese un extraño en este mundo. Formalmente, Tesla era de una familia de origen serbio. Nacido en la aldea de Smilian, Lika (Austria-Hungría), en lo que es ahora Croacia. El padre de Tesla era un sacerdote ortodoxo; su madre no era letrada pero altamente inteligente. Soñador y con un toque poético, al madurar, Tesla agregó a estas cualidades tempranas aquellas de la auto-disciplina y un afán por la precisión.

Margaret Cheney, en su libro Tesla: Man out of time (1981), observó que Tesla, cuando niño, comenzó a hacer inventos originales. Cuando tenía cinco años construyó una pequeña rueda de agua, bastante diferentes de las que había visto en el campo. Era lisa, sin paletas, sin embargo giraba uniformemente en la corriente. Años más tarde habría de recordar este hecho cuando estaba diseñando su turbina. Algunos de sus otros experimentos fueron menos exitosos.




 Una vez estaba subido en el techo de la azotea, agarrando el paraguas de la familia e hiper ventilándose en la fresca brisa de la montaña, hasta que su cuerpo se sintió ligero, y el mareo en su cabeza lo convenció de que podía volar. Pero se cayó y quedo inconsciente. Más tarde Tesla escribiría que este incidente fue el catalizador para sus inusuales visiones.

Isaac Newton había imaginado un tiempo universal sobre el que todos los observadores estaban de acuerdo y por el cual el tictac de un reloj en movimiento era igual de rápido que el de uno estacionario.

Imaginemos el jefe de un comando que reúne a todos los miembros del grupo y dice algo así como: «Sincronicemos nuestros relojes.

En este momento son las 10:15». Todos ajustan sus relojes exactamente a las 10:15 y, a continuación, se separan, confiando en la idea newtoniana de que, aunque cada miembro del comando recorra un camino muy diferente y a una velocidad distinta, todos alcanzarán el objetivo al mismo tiempo.

Sin embargo, si uno de ellos viajara en una nave espacial a una velocidad cercana a la de la luz, la misión peligraría. Los relojes de una nave que se mueva respecto a nosotros a gran velocidad no pueden ser sincronizados con los nuestros.

Según Einstein, el tiempo universal no existe. El tiempo es distinto para cada observador. Este principio abre la puerta a los viajes en el tiempo. Uno de los primeros teoremas de Einstein derivados de sus dos postulados viene a decir que si un astronauta nos rebasara a gran velocidad, veríamos que sus relojes avanzan más despacio que los nuestros. El astronauta podría usar los latidos de su corazón como una especie de reloj.

 Sus espejos en paralelo, con un rayo de luz rebotando entre ellos, y su corazón son simplemente dos relojes en reposo el uno respecto al otro, por lo que existirá una relación fija entre sus respectivos ritmos. Cuando observamos que el astronauta se desplaza respecto a nosotros al 80% de la velocidad de la luz, no sólo vemos que su reloj de luz hace tres tics por cada cinco del nuestro, sino que su corazón late también más despacio en la misma proporción; razón por la cual envejecerá más lentamente que nosotros.

 Cuando hayamos envejecido cinco años, veremos que él sólo habrá envejecido tres. Los relojes biológicos y los relojes de luz necesariamente atrasan del mismo modo. En caso contrario, el astronauta podría deducir que es él quien se está moviendo, lo cual violaría el primer postulado antes mencionado.

Estos efectos se hacen más espectaculares a medida que la velocidad del astronauta se aproxima a la de la luz. Si el astronauta pasa junto a nosotros al 99,995% de la velocidad de la luz, observaremos que su reloj marcha cien veces más despacio.

Cuando hayan transcurrido mil años en la Tierra, quienes desde ella observen al astronauta verán que ¡sólo ha envejecido diez! El viaje al futuro es posible por el hecho de que los observadores que se mueven unos respecto a otros tienen percepciones distintas del tiempo. Estos observadores pueden disentir incluso sobre la simultaneidad de los sucesos; un fenómeno que desempeñará un importante papel a la hora de entender cómo podría materializarse un viaje al pasado.

Es fascinante la idea de que tal vez ya existan viajeros del tiempo moviéndose entre nosotros. Estos viajeros rehusarían manifestarse públicamente y actuarían como auténticos turistas temporales u observadores, sin, aparentemente, mayor injerencia en los asuntos de la humanidad actual. Pero esta hipótesis sería completamente indemostrable.

Se ha alegado, también, que ciertos individuos podrían ser viajeros temporales más o menos ocultos, mencionándose entre ellos a notables inventores o literatos. No obstante ninguna de las pruebas aducidas resulta convincente. Según el supuesto viajero del tiempo, John Titor, “Rusia y Estados Unidos se enfrentarán en una nueva guerra mundial. China y la Unión Europea quedarán destruidas“.

En el siglo XXI han aparecido dos personajes que dicen explícitamente proceder del futuro. Uno de ellos se autodenominó John Titor y dijo que era un soldado norteamericano de 38 años de edad con la misión de viajar al año 1975 desde el año 2036.

El objetivo era recoger y llevarse al año 2036 una computadora IBM 5100. El artefacto era necesario, dijo, ya que ayudaría a solucionar un llamado Efecto 2038, un problema similar al conocido como Efecto 2000,problema informático debido al cambio de siglo.

Una vez que consiguió una computadora IBM 5100, Titor realizó una parada temporal en el año 2000 por un motivo personal no especificado. No obstante todo este tema parece poco creíble. Entre sus predicciones, que van del año 2000 al 2037, citó una Guerra Civil en Estados Unidos en el 2004, durante las elecciones presidenciales, que terminarían por dividir el país en 5 territorios distintos. Al finalizar esta guerra interna, se desataría una Tercera Guerra Mundial entre Rusia y Estados Unidos con armamento nuclear, y que terminaría con el fin de la Unión Europea y China.

Todo ello, en las fechas predichas, no se ha producido. John Titor es el nombre usado en varios foros de discusión temáticos en Internet durante los años 2000 y 2001 por un usuario que decía ser un viajero del tiempo del año 2036. En estos mensajes hizo numerosas predicciones, algunas vagas y otras muy detalladas, acerca de eventos en un futuro próximo. Pero, inexplicablemente, no pronosticó los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Sin embargo, pronosticó otros acontecimientos del año 2004. No obstante estos hechos parecen no haber tenido lugar, ya que describe un futuro con cambios drásticos en el que Estados Unidos se habría dividido en cinco regiones más pequeñas, en que el medio ambiente y las infraestructuras habrían sido devastadas por un ataque nuclear, y en que la mayoría de las otras potencias mundiales habrían sido destruidas.

John Richard Gott (1947) es profesor de astrofísica en la Universidad de Princeton. Se licenció en Matemáticas por la Universidad de Harvard y obtuvo el doctorado en Física por la de Princeton. Ha impartido cursos en el California Institute of Technology y en la Universidad de Cambridge.

Ha recibido elPresident´s Award por su labor docente en Princeton, y ha publicado numerosos trabajos de investigación en revistas como Scientific American, New Scientist y American Scientist. Gott es un importante cosmólogo, conocido por sus trabajos respecto al Argumento del juicio final (Doomsday Argument), la naturaleza del tiempo y la posibilidad de viajar en él. Sobre este tema ha escrito el libroLos viajes en el tiempo y el universo de Einstein, que he utilizado como base para la parte científica del artículo.

El físico y divulgador Paul Davies menciona a Gott en su libro Cómo construir una máquina del tiempo, por su propuesta de usar cuerdas cósmicas para crear una máquina del tiempo. La máquina de Gott dependería de la tensión antigravitacional en las hipotéticas cuerdas, tensión capaz de deformar el espacio-tiempo, sin atraer objetos cercanos.

El viajero seguiría un rumbo muy preciso y rápido alrededor de ellas, encontrando al final que había vuelto atrás en el tiempo. Gott propone también un “espejo temporal“, un dispositivo para viajar en el tiempo basado en el principio de la demora.

 Al observar las estrellas en el cielo, vemos en realidad el pasado de las mismas. El dispositivo estaría situado en la proximidad de un agujero negro que se hallase ubicado a algunos cientos de años luz de la Tierra. Dicho dispositivo actuaría como un colector de luz que recogería y reflejaría los rayos de luz deformados y curvados por la poderosa atracción gravitacional del agujero negro.

El colector mostraría entonces el pasado según apareciera en las imágenes antiguas de la Tierra captadas de esta forma. Dado que Gott opina que el viaje en el tiempo no puede ser excluido apoyándose en los principios de la Cosmología, ha propuesto la posibilidad de que el universo se haya creado a partir de sí mismo.

 El universo podría tener una geometría que le permitiera retroceder en el tiempo y crearse a sí mismo. El universo podría ser su propia madre. La parte científica del artículo probablemente parecerá algo compleja a muchos de los lectores. Pero tratar sobre un hipotético viaje en el tiempo no es cualquier cosa.

Esta controvertida idea fue publicada con su colaborador Li-Xin Lin, y descrita por Gott basándose en la hipótesis de “un universo inflacionario, el cual podría generar brotes de nuevos universos de manera similar a las ramas que surgen del tronco de un árbol“.

Gott supone que, en este caso, una cualquiera de las ramas podría curvarse hacia atrás en un bucle, como la pescadilla que se muerde la cola, convirtiéndose en su propio origen.

En su libro Los viajes en el tiempo y el universo de Einstein, Gott argumenta que viajar al pasado es perfectamente posible, aunque sólo a un momento posterior al de la construcción del artilugio, y sólo, igualmente, durante el periodo de existencia del mismo.

El tránsito tampoco podría efectuarse comprometiendo la propia línea de universo del viajero temporal, dado que Gott invoca la interpretación cuántica de los universos paralelos, a fin de evitar que se plantee la paradoja del abuelo. El libro sostiene como más probable el viaje al futuro. Sin embargo, el autor no excluye que futuras investigaciones hagan verosímil igualmente el viaje al pasado.

La primera idea de Gott sobre su “método de Copérnico” aplicado a procesos históricos, data de 1969, año en que, en un viaje a Alemania, hallándose frente al Muro de Berlín, se preguntó cuánto tiempo permanecería éste en pie. Poco familiarizado con los análisis de la futurología geopolítica, pensó que al caso le era aplicable el principio Copernicano también conocido como principio de mediocridad.

De este modo, sostuvo que existía un 75% de probabilidades de que estuviese contemplando el muro después del primer cuarto de la existencia del mismo. Basado en la edad del Muro en dicha fecha (8 años, en 1969), Gott calculó, con el 50 % de fiabilidad, que el Muro no se sostendría en pie en 1993. Curiosamente es sabido que el Muro fue derribado en 1989.

En 1993 Gott aplicó el principio Copernicano para estimar la probable duración de la raza humana. Su artículo en la revista Nature fue el primero en aplicar dicho principio a la supervivencia de la Humanidad.

Su predicción original concede un 95% de probabilidades a que perdurará entre 5.100 y 7,8 millones de años. Gott ha defendido su principio de mediocridad contra distintas críticas de índole filosófica, y el debate, como el que sostiene acerca de la hipótesis de la curva cerrada de tipo tiempo, aún se mantiene. A fin de popularizar su principio copernicano, Gott realizó en la revista The New Yorker unas predicciones acerca del tiempo que permanecerían en cartel 44 producciones teatrales que se estaban representando en Nueva York en aquel momento.

Resultó correcto en el 95% de sus previsiones. Gott ha recibido el President’s Award for Distinguished Teaching, en reconocimiento a su trabajo en la National Westinghouse and Intel Science Talent Search, una competición para estudiantes de ciencias de instituto. Gott es un promotor activo de la ciencia en esos niveles educativos. Por otra parte, los estudiantes de Princeton le han votado como el profesor más sobresaliente en varias ocasiones.

Supongamos que alguien, por ejemplo Juana Pérez, tiene una máquina del tiempo. La utiliza para viajar hasta el año 1934, y visita a su abuelo, que todavía era soltero. Juana le convence de que era, o sería, su nieta, contándole secretos de familia que él aún no había explicado a nadie. El hombre se queda asombrado. Pero lo peor vino después, cuando comentó a su pretendida, la futura abuela, que acababa de conocer a la nieta de ambos.

A ella le pareció que no debía de estar en sus cabales. A raíz de esta conversación no se casaron y nunca tuvieron la hija que habría sido la madre de Juana. Pero entonces, ¿cómo es posible que Juana esté delante de su supuesto abuelo contándole su aventura.

Si su madre no nació, ¿cómo pudo nacer ella? Lo que en realidad hay que preguntarse es, sí cuando Juana retrocede a 1934, ¿puede abortar el noviazgo de los abuelos o no? Se responda lo que se responda, habrá problemas de coherencia. Si Juana puede impedir su propio nacimiento, se da una contradicción. Si no, su incapacidad va contra el sentido común, pues ¿qué le obstaría hacer lo que quisiera?

Se suele creer que semejantes situaciones, que es una versión incruenta de la clásica “paradoja del abuelo“, donde éste es asesinado por su nieto, que ha remontado el tiempo para hacerlo, descartarían que pueda haber viajes por el tiempo. Mas, por sorprendente que parezca, las leyes de la física no lo impiden. Otra paradoja bastante extendida es la analizada por Michael Dummett, destacado filósofo británico, de Oxford.

Un crítico de arte viene del futuro para visitar a un pintor del siglo veinte, a quien en la época de aquél se tiene por artista reputado. Pero observa que la obra realizada hasta estas alturas del XX es mediocre y deduce que aún están por pintar los inspirados cuadros que impresionarán a las generaciones venideras.

 Le enseña un libro donde están reproducidos. El pintor se las apaña para guardárselo, y el crítico ha de partir. El pintor se dedica entonces a copiar las reproducciones en lienzo, con la fidelidad más escrupulosa. Y así: las reproducciones existen porque han sido sacadas de los cuadros, y los cuadros existen porque han sido sacados de las reproducciones.

No hay detrás del relato contradicción alguna, pero sí un profundo error. Se nos pide que creamos que puede haber pinturas sin que alguien las crease. Estas objeciones han convencido a los físicos, quienes han venido formulando un principio cronológico que impediría los viajes a través del tiempo. El viaje unidireccional hacia el futuro no plantea problemas de esa índole.

La teoría especial de la relatividad predice que, con aceleración suficiente, unos astronautas podrían abandonar la Tierra y regresar pasados unos decenios, sin que hubiesen envejecido más que un año o dos.

Hay que distinguir las predicciones de este tipo, que se limitan a provocar nuestra perplejidad, de los procesos que violen las leyes físicas o contradigan principios filosóficos. ¿Por qué los viajes al pasado no contradecirían ningún principio? Si el hombre puede ascender en un globo en contra de la gravedad, ¿por qué no esperar que sea capaz de detener o acelerar su viaje a través de la dimensión tiempo o, incluso, viajar en sentido contrario?

 Ninguna propuesta de la ciencia-ficción ha fascinado tanto al ser humano como la de los viajes en el tiempo. ¿Qué haríamos si dispusiéramos de una máquina del tiempo? Podríamos ir al futuro y hacer un recorrido turístico por el siglo XXX y volver al presente con un remedio para el cáncer.

Podríamos regresar al pasado y rescatar a un ser querido, o asesinar a Hitler y evitar la segunda guerra mundial, o comprar un pasaje para el Titanic y advertir a tiempo al capitán sobre los icebergs. Pero ¿y si el capitán ignorase nuestro aviso, al igual que ignoró muchos otros, y el transatlántico se hundiera a pesar de todo?

En otras palabras, ¿el viaje en el tiempo permite cambiar el pasado? La noción de viaje al pasado implica algunas paradojas. ¿Qué pasaría si en un viaje al pasado matáramos accidentalmente a nuestra abuela antes de que ésta diera a luz a nuestra madre? Aunque fuera imposible alterar el pasado, viajar hasta él seguiría resultando atractivo.




Aunque no pudiéramos cambiar el curso conocido de la historia, podríamos participar en él. Por ejemplo, sería posible retroceder en el tiempo y ayudar a los aliados a ganar una batalla en la segunda guerra mundial. Incluso podría ocurrir que el curso de la batalla estuviera determinado por la presencia de esos turistas procedentes del futuro.

De hecho, hay quien afirma que ciertos personajes históricos muy adelantados a su época, como Leonardo da Vinci, Julio Verne o Nikola Tesla han sido viajeros del tiempo. Si nos decidiéramos a viajar en el tiempo, sería posible coincidir con figuras de la talla de Enoc, Jesús o Napoleón. Podríamos asistir a la construcción de las Pirámides o a la época de los dinosaurios. Las posibilidades serían infinitas.

Al parecer podemos movemos a voluntad en cualquier dirección del espacio. Pero en la dimensión tiempo somos como remeros indefensos a merced de una poderosa corriente que nos empuja hacia el futuro.

A uno le gustaría a veces remar hacia delante e investigar las riberas del futuro o, quizá, dar media vuelta y bogar contracorriente para visitar el pasado. La esperanza de que algún día dispongamos de esa libertad se ve alentada por el hecho de que muchas cosas que antiguamente se consideraban imposibles son reales hoy día.

Cuando Wells escribió La máquina del tiempo, en 1895, mucha gente pensaba que no era posible que existieran artefactos voladores más pesados que el aire. Los hermanos Wright demostraron que muchos escépticos estaban equivocados.

Luego otros dijeron que nunca se superaría la barrera del sonido. Y fue Chuck Yeager quien demostró de nuevo que lo que parecía imposible no lo era.

Los viajes a la Luna pertenecían al reino de la fantasía, hasta que el programa Apolo los materializó. ¿Podría ocurrir algo similar con los viajes en el tiempo?

Actualmente, el tema de los viajes en el tiempo ha saltado de las páginas de la ciencia-ficción a las de las revistas científicas, a medida que los físicos exploran si las leyes físicas los permitirían. E, incluso, si con los viajes en el tiempo se hallaría la clave de cuál fue el origen del cosmos. En el universo de Newton, el viaje a través del tiempo era inconcebible. Sin embargo, en el de Einstein se ha convertido en una posibilidad real.

 El viaje hacia el futuro se sabe ya que es posible y ahora los físicos investigan también el viaje al pasado. La idea del viaje en el tiempo cobró relevancia gracias a la maravillosa novela de Wells, cuyo aspecto más notable consiste en tratar al tiempo como una cuarta dimensión, por lo que se anticipó en diez años al concepto acuñado por Einstein.

La novela comienza cuando el viajero del tiempo invita a sus amigos a examinar su nuevo invento: una máquina del tiempo. El viajero les explica la idea de esta manera: «Como todos ustedes saben, una línea matemática, una línea de grosor nulo, no tiene existencia real. Lo mismo ocurre con un plano matemático.

Ambas cosas son meramente abstracciones. Del mismo modo, un cubo, que consta sólo de largo, ancho y alto, tampoco tiene existencia real. Es obvio que cualquier objeto real ha de extenderse en cuatro direcciones; debe tener longitud, altura, anchura y duración.

Existen en realidad cuatro dimensiones: las tres espaciales y una cuarta, el tiempo. Tendemos a establecer una diferencia artificial entre las tres primeras y la última, debido a que nuestra consciencia se mueve, de forma intermitente, a lo largo de esa cuarta dimensión, desde el principio al fin de nuestras vidas».

 El viajero muestra entonces a sus amigos un modelo a escala de su invento. Se trata de una estructura metálica con piezas de cuarzo y marfil. Una palanca sirve pan impulsarla hacia el futuro y otra para invertir el sentido del viaje. Invita a uno de los presentes a empujar la palanca del futuro y el artefacto desaparece instantáneamente. ¿Adónde ha ido a parar? No se ha movido en el espacio, simplemente ha pasado a otro tiempo, según explica el viajero. Sus amigos no terminan de creerle.

A continuación, el viajero del tiempo lleva a sus amigos al laboratorio que tiene instalado en su casa y les presenta un modelo a tamaño real, casi acabado. Una semana más tarde, una vez terminada la máquina, sube a bordo de ella y emprende una singular expedición al futuro. Para empezar, empuja suavemente la palanca del futuro. Luego aprieta la que hace de freno y echa un vistazo al laboratorio. Todo está igual.

Entonces observa el reloj: «Hace un momento, marcaba las diez y un minuto, más o menos, y ahora señala ¡las tres y media!». Vuelve a accionar la palanca otra vez y contempla a su ama de llaves moviéndose a toda velocidad a través de la habitación. Entonces, empuja más a fondo la palanca. «Se hizo de noche como si hubieran apagado la luz y un momento después ya era un nuevo día.

 Desde ese momento, los días y las noches se sucedieron como el batir de un ala oscura. Después, a medida que iba ganando velocidad, las noches y los días se fundieron en una continua penumbra. Vi entonces enormes edificios alzarse majestuosamente y luego desaparecer como si fueran un sueño». En un momento dado, el viajero detiene la máquina.

El dial indica que ha llegado al lejanísimo año 802.701. ¿Qué es lo que encuentra? La especie humana se ha dividido en dos razas. Una, embrutecida y vil, que vive bajo tierra -los Morlocks-, y otra, infantil y apacible, que habita en la superficie -los Eloi-. Entre los últimos, el viajero encuentra una encantadora joven, llamada Weena, con la que entabla amistad. Así descubre, horrorizado, que los trogloditas de las profundidades crían y recogen las criaturas de arriba como si fueran ganado, para comérselas.

Para empeorar las cosas, los Morlocks consiguen robarle la máquina del tiempo. Cuando la recupera, salta a bordo y, para escapar, acciona al máximo la palanca del futuro. Cuando finalmente consigue controlar la máquina, se encuentra en un futuro lejano. Los mamíferos se han extinguido y en la Tierra sólo quedan mariposas y una especie de cangrejos. Más adelante llega a explorar hasta treinta millones de años hacia el futuro, donde contempla un Sol rojo y moribundo y una vegetación del tipo de los líquenes.

 La única vida animal visible es una criatura con forma de globo dotada de tentáculos. El viajero regresa entonces a su época, junto a sus amigos. Como prueba de la aventura, muestra unas flores que Weena le había entregado, de una clase desconocida para quienes le rodean.

Tras narrar sus peripecias, el viajero parte de nuevo en su máquina del tiempo y ya no retorna más. Uno de sus amigos se pregunta adónde habrá ido. ¿Regresaría al futuro o se hallaría, por el contrario, en alguna era prehistórica?

Cabe resaltar que durante la supuesta crisis nuclear, que acontecería antes del actual año 2015, según la mención de Titor, Estados Unidos estaría gobernado, según sus palabras, por un «presidente de color», que cuadraría con Barack Obama. Titor sugirió que los ovnis y los visitantes extraterrestres podían ser viajeros en el tiempo provenientes de un futuro distante, que poseían máquinas superiores a la que él tenía. Titor describió su máquina del tiempo en muchas ocasiones.

En sus primeros mensajes la describe como «una unidad de desplazamiento temporal de masa estacionaria, movida por dos singularidades positivas giratorias», diciendo que contenía: “Unidad de desplazamiento temporal; dos contenedores magnéticos para las micro singularidades duales; un distribuidor de inyección de electrones para alterar la masa y la gravedad de las micro singularidades; un enfriador y un sistema de ventilación de rayos X; sensores de gravedad o un candado de gravedad variable; cuatro relojes principales de cesio; tres computadoras principales“.

De acuerdo a sus mensajes, éste aparato fue instalado en la parte de atrás de un Chevrolet Corvette modelo 1977 y después fue movido a un vehículo de doble tracción modelo 1987. Más adelante dijo que «el modelo de Física-Cuántica de Everett-Wheeler» era el correcto. Este modelo, mejor conocido como el de la interpretación de muchos mundos, postula que cualquier posible resultado de una decisión cuántica realmente ocurre en un «universo separado».

Titor también afirmó que es por eso que la paradoja del abuelo no debería de ocurrir. Siguiendo la lógica del argumento, Titor podría matar a un abuelo diferente en una línea de tiempo diferente a la de él: «… la paradoja del abuelo es imposible. De hecho, todas las paradojas son imposibles.

La teoría de Everett-Wheeler-Graham de los múltiples mundos es la correcta. Todos los estados posibles del quanta, eventos, posibilidades y resultados son reales, eventuales y están ocurriendo. Las oportunidades de que todo ocurra en cualquier lugar en algún momento en el multiverso es del 100%». De acuerdo con John Titor, en el año 2015, el año en curso, empezaría la Tercera Guerra Mundial: «En el 2015 Rusia lanza un ataque nuclear contra las grandes ciudades de Estados Unidos, China y Europa.

Los Estados Unidos contraatacaron. Las ciudades de Estados Unidos quedaron destruidas junto con el Imperio Americano. La Unión Europea y China fueron destruidas». Titor se refiere a esta guerra nuclear como el «Día N». Washington D.C. y Jacksonville, Florida, fueron específicamente mencionados como blancos. Después de la guerra, Omaha, en Nebraska, resultó ser la nueva capital.

Titor da vagas referencias acerca de las motivaciones exactas y las causas de la Tercera Guerra Mundial.

En este punto él dice que fue caracterizada por «problemas fronterizos y de superpoblación», pero también apunta a los conflictos presentes entre los árabes y los judíos como los desencadenadores de la Tercera Guerra Mundial.

Según Titor, basándose en la teoría de múltiples mundos paralelos que coexisten a la vez, un cambio en uno de ellos no afectará a los otros. Por ello, los pronósticos de Titor sucederían en otro mundo paralelo.

Según Titor: “La verdadera disrupción de los eventos mundiales empezó con la desestabilización de Oriente como resultado de la degradación de la política externa consistentemente… La población judía de Israel no estaba preparada para una verdadera guerra ofensiva.

 Ellos estaban preparados para la última defensa. Al pedir ayuda a Occidente para Israel, fue lo que hizo que sus vecinos tuvieran confianza para atacar. El último recurso defensivo de Israel y sus ofensivos vecinos árabes fue el uso de armas de destrucción masiva.

En el gran esquema de las cosas, la guerra del Medio Oriente es parte de lo que viene, no la causa. Después se crea una plaga en el año 2030 conocida como el nuevo sida que tiene resultados catastróficos matando a la mayoría de la población humana“. Sus mensajes fueron recibidos con escepticismo, pero fue imposible probar de antemano que no podrían pasar.

 Debido a que Titor disu supuesto viaje fue desde un universo paralelo y que las cosas podrían ocurrir de diferente manera a como las predijo, por lo que resulta imposible verificar su veracidad. Titor no predijo los atentados a las Torres Gemelas y al Pentágono el 11 de setiembre de 2001, tal vez porque no sucedieron en su mundo o porque en realidad no tenía ni idea del futuro.

Algunos comentarios han apuntado a las sorprendentes similitudes entre la historia de Titor y la novela apocalíptica y de ciencia ficción de Pat Frank Alas, Babylon, publicada en 1959, en la que se basó la serie de televisión del mismo nombre. Tiene lugar en un pequeño pueblo de Florida justo antes y después de una guerra nuclear y describe la lucha por sobrevivir después de la hecatombe.

En su libro El Regreso de la Paloma, Margaret Strom afirma que Tesla no era un hombre terrestre. En la página 71 de su libro dice que un niño varón nació a bordo de una nave espacial que estaba en un vuelo desde Venus a la Tierra en julio de 1856.

El pequeño fue llamado Nikola. La nave aterrizó a medianoche, entre el 9 y el 10 de julio, en una remota provincia en las montañas, en lo que es ahora Croacia. Allí el niño fue entregado al cuidado de un buen hombre y su esposa, el Reverendo Milutin y Djouka Tesla. Supuestamente esta información efue proporcionada a Arthur H. Matthews, en Quebec, Canadá, el año 1947.

Arthur H. Matthews era un ingeniero eléctrico, quien desde su niñez estuvo muy próximo a Tesla. Matthews afirmó que Tesla le confió muchas tareas, incluyendo el dispositivo de Tesla para las comunicaciones interplanetarias, que creó en 1901, con el objetivo de comunicarse con el planeta Marte. Tesla ha sugerido que podía transmitir grandes cantidades de energía a distancias de miles de millas: “Puedo fácilmente tender un puente sobre el golfo que nos separa de Marte, y enviar un mensaje casi tan fácilmente como a Chicago”.

En 1899, Nikola Tesla, con la ayuda de su soporte financiero, J.P. Morgan, instaló en Colorado Springs un laboratorio experimental conteniendo equipo de transmisión de radio de alto voltaje. El laboratorio tenía una torre de 200 pies para transmisión y recepción de ondas de radio y el mejor equipo de recepción disponible en ese tiempo. Una noche, cuando estaba solo en el laboratorio, Tesla observó señales eléctricas que definitivamente parecían ser señales inteligentes.

Tesla lo comentó en un artículo titulado “Hablando con los Planetas“, en el periódico semanal Collier (marzo 1901): “Cuando estaba mejorando mis máquinas para la producción de fuerzas eléctricas intensas, también estaba perfeccionando los medios para observar fuerzas débiles.

Uno de los resultados más interesantes, y también uno de gran importancia práctica, era el desarrollo de ciertas invenciones para indicar, a una distancia de muchos cientos de millas, una tormenta que se acercaba, su dirección, velocidad y distancia recorrida.

Fue continuando este trabajo que por primera vez descubrí esos misteriosos efectos que han despertado tal inusual interés. Yo había perfeccionado el aparato referido, hasta tal punto que desde mi laboratorio en las montañas de Colorado podía sentir el pulso del globo, como era, notando cada cambio eléctrico que ocurría dentro de un radio de 1,100 millas“.

Y continuaba: “Nunca podré olvidar las primeras sensaciones que experimenté cuando supe que había observado algo de consecuencias posiblemente incalculables para la humanidad. Yo sentí como si hubiera estado presente en el nacimiento de un nuevo conocimiento o la revelación de una gran verdad…

Mis primeras observaciones me aterraron positivamente, ya que en ellas estaba presente algo misterioso, por no decir sobrenatural, estando solo en mi laboratorio por la noche. Pero en ese momento, la idea de que estas perturbaciones eran señales controladas inteligentemente todavía no se me había presentado. Los cambios que noté estaban teniendo lugar periódicamente y con tan clara sucesión de números y de un orden que no eran imputables a ninguna causa conocida.

Yo estaba familiarizado, por supuesto, con tales perturbaciones eléctricas, como las producidas por el sol, las auroras boreales y las corrientes terrestres, y estaba seguro que estas variaciones no se debían a ninguna de estas causas.

 La naturaleza de mis experimentos no llevaba a la conclusión de la posibilidad de cambios producidos por perturbaciones atmosféricas, como ha sido afirmado por algunos. Fue algún tiempo después, cuando me llegó el pensamiento, de que las anomalías que había observado podrían deberse a un control inteligente.

 Aunque en ese tiempo yo no podía descifrar su significado, era imposible pensar en ellos como siendo enteramente accidentales. La sensación crece constantemente en mi de que he sido el primero en escuchar los saludos de un planeta a otro. Un propósito estaba detrás de estas señales eléctricas“.

Este incidente fue el primero de muchos en los cuales Tesla interceptó lo que él sentía, eran señales inteligentes del espacio. En su tiempo científicos prominentes creían que Marte sería un lugar adecuado para la vida inteligente en nuestro sistema solar. Inicialmente Tesla pensó que estas señales podrían haberse originando en el planeta rojo.

 Más tarde cambiaría su punto de vista. Cerca del final de su vida, Tesla había desarrollado varios inventos que supuestamente podían enviar poderosas cantidades de energía a otros planetas. En 1937, durante una conferencia de prensa en el día de su cumpleaños,

Tesla anunció en el New York Times: “He dedicado mucho de mi tiempo sobre los años a perfeccionar un nuevo aparato, pequeño y compacto, por el cual pueda la energía, en cantidades considerables, ser enviada a través del espacio a cualquier distancia, sin la menor dispersión”.

Tesla nunca reveló públicamente los detalles técnicos de su transmisor mejorado, pero en su anuncio en 1937, reveló una nueva fórmula, mostrando que: “La energía cinética y potencial de un cuerpo es el resultado del movimiento y determinado por el producto de su masa y el cuadrado de su velocidad.

Si reducimos la masa, la energía será reducida a la misma proporción. Si se redujera a cero, la energía sería igualmente cero para cualquier velocidad finita”.

Según Dale Alfrey, en los diarios de Tesla observó que, alrededor de 1920, Tesla se veía capaz de encontrarle sentido a las extrañas difusiones de radio desde el espacio. No obstante, pronto después, Tesla comenzó a expresar gran preocupación acerca de seres de otros planetas que tenían planes desagradables para la Tierra.

 “Las señales son demasiado fuertes para haber viajado las grandes distancias entre Marte y la Tierra – escribió Tesla -. Así, estoy forzado a admitir a mi mismo que las fuentes deben venir de algún lugar en el espacio cercano o aun de la luna. Estoy seguro, sin embargo, que las criaturas que se comunican unas con otras cada noche no son de Marte o, posiblemente, de ningún planeta en nuestro sistema solar”.

Varios años después de que Tesla anunciara la recepción de señales del espacio, Marconi también afirmó haber escuchado un transmisor de radio extraterrestre. Sin embargo, Marconi fue rápidamente desacreditado por sus contemporáneos, que afirmaban que había recibido interferencias de alguna otra estación radial en la Tierra.

Hay una cierta confirmación sobre la validez de los diarios perdidos de Tesla y su creencia en extraterrestres, así como la importancia de comunicarse con ellos. Arthur H. Mathews afirmó que Tesla había desarrollado secretamente elTeslascopio con el propósito de comunicarse con extraterrestres.

El Dr. Andrija Puharich entrevistó a Matthews para el Pyramid Guide, en 1978. Este entrevista reveló por primera vez las conexiones entre Matthews y Tesla. Arthur Matthews nació en Inglaterra, y su padre era asistente de laboratorio del famoso físico Lord Kelvin en 1890. Tesla fue a Inglaterra a encontrarse con Kelvin, a fin de convencerle que la corriente alterna era más eficiente que la corriente continua.. Kelvin, entonces, se oponía a la corriente alterna.

En 1902, la familia Matthews dejó Inglaterra, inmigrando a Canadá. Cuando Matthews tenía 16 años de edad, su padre lo introdujo como aprendiz de Tesla, con el que continuó vinculado hasta la muerte de Tesla en 1943. Según Matthews: “No es generalmente conocido, pero Tesla tenía realmente dos enormes transmisores, construidos en Canadá.

 Yo manejé uno de ellos. La gente sabía, más que nada, acerca de los transmisores en Colorado Springs, y el inconcluso en Long Island. Yo vi los dos transmisores canadienses. Toda la evidencia está allí”. Mathews afirmó que el Teslascopio era el dispositivo que inventó Tesla para comunicarse con seres de otros planetas.

Hay un diagrama del Teslascopio en el libro de Matthews, The Wall of Light. “En principio, toma las señales de los rayos cósmicos – dijo Matthew -. Eventualmente las señales se han transferido a audio. Se habla en un extremo y la señal sale por el otro como un emisor de rayos cósmicos”.




Matthews afirma que construyó un modelo del sistema de comunicaciones planetarias de Telsa en 1947 y que lo utilizó con éxito. Pero solo pudo contactar con naves espaciales operando cerca de la Tierra. Esperaba que algún día podría construir un sistema capaz de la comunicación directa con otros planetas.

 “Tesla me había dicho que seres de otros planetas ya estaban aquí – relata Matthews -. Él estaba muy asustado de que habían estado controlando al hombre durante miles de años, y que nosotros somos simplemente sujetos de prueba para un experimento de una extrema larga duración”. Matthews no compartía las convicciones de Tesla de que los extraterrestres pudieran no tener los mejores intereses en mente para la Tierra.

Su opinión es que si los extraterrestres fueran tan avanzados como para ser capaces de viajar de un sistema solar al otro, entonces debería de ser socialmente avanzados y amantes de la paz. Las ansias de Matthews por continuar experimentando con elTeslascopio era indicativo de los primeros días de la llamada era moderna de ovnis.

En los años cincuenta contactados como George Adamski y Howard Menger estaban escribiendo libros y dando conferencia a creyentes ansiosos, acerca de los hermanos espaciales que eran como dioses.

Estos ocupantes de los ovnis afirmaban ser de diversos planetas del sistema solar, siendo Venus y Marte los principales. Los hermanos espaciales predicaban una forma de religión espacial de una nueva era, con descripciones utópicas de sus mundos y la denuncia de la beligerancia de la humanidad.

El libro de H.G. Wells fue verdaderamente profético por considerar el tiempo como una cuarta dimensión. Einstein utilizaría esta idea en su teoría especial de la relatividad de 1905, la cual describe cómo un observador estático y otro en movimiento miden el tiempo de forma diferente. La teoría de Einstein, desarrollada por su profesor de matemáticas Hermann Minkowski, demuestra que el tiempo, en efecto, puede ser tratado matemáticamente como una cuarta dimensión. Nuestro universo es, por lo tanto, tetradimensional.

Decimos que la superficie de la Tierra es bidimensional porque todo punto perteneciente a ella puede ser especificado mediante dos coordenadas, longitud y latitud.

 Para localizar un suceso en el universo hacen falta cuatro coordenadas. Un ejemplo del físico ruso George Gamow ilustra mejor la idea. Si deseo invitar a alguien a una fiesta, le debo proporcionar cuatro coordenadas. Le diría, por ejemplo, que la fiesta será en la calle Valencia nº 26, esquina con la calle Cerdeña, en el piso 3º y el día 14 de junio.

 Las tres primeras coordenadas localizan la posición de la fiesta en el espacio. Pero también debo indicar el tiempo. Las dos primeras coordenadas informan a mi invitado a qué punto de la superficie terrestre debe acudir; la tercera, la altura que debe alcanzar sobre ese punto, y la cuarta, en qué momento llegar. Cuatro coordenadas, cuatro dimensiones.

 Podemos visualizar nuestro universo tetradimensional utilizando un modelo de tres dimensiones. Los ejes horizontales representan, como ejemplo, solo dos de las dimensiones del espacio, mientras que el eje vertical señala la dimensión temporal. Hacia arriba está el futuro y hacia abajo, el pasado. Los libros de texto presentan habitualmente un diagrama bidimensional del sistema solar.

 El Sol aparece como un disco circular y la Tierra, como un círculo más pequeño cerca de aquél. La órbita terrestre se representa como una circunferencia de puntos en la superficie plana del diagrama. Este modelo bidimensional capta sólo un instante en el tiempo.

Pero supongamos que dispusiéramos de una película del sistema solar que mostrara el movimiento giratorio de la Tierra alrededor del Sol. Cada fotograma de la película sería una imagen bidimensional del sistema solar, una instantánea tomada en un momento particular.

Si cortamos la película en fotogramas individuales y los apilamos unos sobre otros, obtendríamos una representación adecuada del espacio-tiempo. Los sucesivos fotogramas muestran sucesos cada vez más tardíos. El instante en el tiempo al que corresponde un fotograma concreto viene dado por su posición vertical en la pila. El Sol aparece en el centro de cada fotograma como un disco amarillo inmóvil.

Fuentes:

Richard Gott – Los Viajes en el Tiempo
Margaret Cheney – Tesla Man out of Time
David Deutsch – Física Cuántica de los Viajes a través del Tiempo
Tim Swartz – Los Diarios Perdidos de Nikola Tesla
John Titor – John Titor, un Viajero en el Tiempo
Adolfo Perez Agusti – H.G. Wells y la Máquina del Tiempo
Daniel Verón y Alberto Seoane (Contacto con la Creación) – John Titor y Andrew Carlssin, ¿viajeros del tiempo?

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